Thursday, February 15, 2018

La Fuerza del Bautismo ( Obispo Alejandro (Mileant) )

La proeza Cristiana es "el seguimiento" de Cristo, es acompañarle en Su camino de pasión y crucifixión, siguiéndole hasta la misma muerte...Pero, antes que nada — seguirle en el amor: "Conocimos el amor en que El puso Su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos" (I Juan. 3:16). No puede vivir con Cristo, no puede resucitar con Cristo aquel, quien no muere junto a El... Esta no es solamente una norma ascética: es una misteriosa ley ontológica de la vida espiritual, la ley de propia existencia...La vida cristiana comienza con el nuevo nacimiento — por medio del agua y del Espíritu.. El simbolismo del Bautismo es complejo y múltiple. El Bautismo se realiza en nombre de la Santa Trinidad y la evocación de la Trinidad es la condición de la realidad y la eficacia del acto misterioso del Bautismo. La evocación de la Trinidad es imprescindible porque fuera de la confesión en La Santa Trinidad uno no puede conocer a Cristo, reconocer en Él al Dios-hombre, "Uno de la Santa Trinidad." Sólo en este caso el recién bautizado se inviste de Cristo (compar. Gal. 3:27).
El simbolismo bautismal es el simbolismo de la muerte y de la resurrección, y también es el simbolismo realista...Así es el testimonio de la tradición apostólica. "No sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizamos en Su muerte? Porque somos sepultados juntamente con Él para muerte por el Bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andaríamos en la vida nueva. Porque sufrimos plantados juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, así también lo seremos en la de Su Resurrección" (Roman. 6:3-5). Se puede decir que el bautismo es en cierto modo la resurrección en Cristo, el elevamiento con Él y en Él para la vida nueva y eterna. "Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con El, mediante la Fe en el poder de Dios, que lo levantó de los muertos," — dice el apóstol (Col. 2:12). Resucitan justamente a través de la sepultura — "si somos muertos con Él, también viviremos con Él" (2 Tim. 2:11). Porque en el Bautismo el creyente se hace un miembro de Cristo, se arraiga en Su cuerpo — con un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo (comprar. 1 Corint. 12:13) Y de esta manera se difundirá sobre todos la gracia de la Resurrección de Cristo.
No sólo se difundirá, sino que ya se está difundiendo, porque se habla no sólo del futuro y universal resurrección, sino ante todo de aquel renacimiento espiritual, que se cumple en el bautismo y en la reunión con Cristo y que ya es el comienzo de la resurrección y de la vida eterna. Este renacimiento presupone la presencia de la fe, sucede en los creyentes, — quiere decir en libertad y a través de la libertad. .."Y todos nosotros, mirando a la cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, seremos transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor... Siempre llevando en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifiesta en nuestros cuerpos mortales... Sabiendo que el que resucitó a Cristo nuestro Señor, también resucitará a nosotros con Él y nos presentará juntamente con vosotros...Porque sabemos, que si nuestra morada terrestre se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha por las manos, eterna en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial. No queremos ser desnudados, sino revestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida" (2 Corint. 3:18 ; 4:10-14; 5:1-4).
Así en la contemplación de los apóstoles se aúnan el bautismo y el ascetismo, la muerte con Cristo, y la ya vigente resurrección de los fieles. Y la resurrección es no sólo la vuelta a la vida, sino también la introducción en la plenitud de la gloria....Esto no es solamente la revelación de la gloria y la fuerza de Dios, sino también la transfiguración del hombre en su proeza de mortal agonía con Cristo. En este morir junto, el hombre resucita. Todos resucitarán, pero sólo en los creyentes y los devotos la resurrección será el "renacimiento a la vida," — no irán al juicio y pasaran de la muerte a la vida (com.: In. 5:24-29; 8:51). Porque sólo en el contacto con Dios, sólo a través de la vida en Cristo se obtiene el sentido de reconstitución de la existencia humana. En las tinieblas profundas esto parece ser algo innecesario, injustificable. Y sin embargo, — se cumplirá... ¡En esto consiste el misterio de la libertad humana! (71)
El efecto empírico de la muerte dentro del género humano no ha cesado a causa de la resurrección del Salvador. La muerte ha sido debilitada, lo que rige para todo el género humano — la mortalidad está debilitada por la firme esperanza de la resurrección. Pero cada uno debe mostrarse digno ante uno mismo de su inminente inmortalidad.. Y esto es posible sólo con Cristo. La inmortalidad de la esencia debe manifestarse en la vida del espíritu. La plenitud de la vida es mucho más amplia que la inmortalidad. No sólo la inmortalidad, sino la vida precisamente, "la resurrección de la vida" se nos preanuncia en el bautismo. Se abre a través de la muerte y la sepultura juntamente con Cristo. El Apóstol hablaba de "la semejanza" o "la equiparación" (Rom. 6:5). Pero esta "semejanza" significaba para él una realidad plena. "La semejanza" es algo mucho mayor que una señal o un recuerdo. El sentido de "la equiparación" está en que dentro de cada uno puede y debe "formarse" la presencia de Cristo (comp.. Gal. 4:19). Pero Cristo es la Cabeza y todos los fieles son sus miembros vivientes y en ellos se está realizando Su vida, — todos están llamados y cualquiera puede llegar a creer y revivir en Él.
Así precisamente descubrían el sentido de la "equiparación" bautismal los antiguos Padres de la Iglesia. El San Cirilo de Jerusalén subrayaba la realidad del simbolismo bautismal. Aquello es cierto, que dentro de la pila bautismal nosotros morimos y nos enterramos sólo "imitativamente," simbólicamente, — y nos levantamos no desde un ataúd real.. Sin embargo, si "la imitación se hace de la imagen, la salvación se produce en la propia realidad. Porque Cristo en realidad ha sido crucificado y enterrado, y también ha resucitado realmente" — dice el San Cirilo y acentúa la realidad hiperempírica de la muerte y la resurrección del Salvador. "...Y por eso Él nos dio la posibilidad, por medio de la imitación, de adherirnos a Sus sufrimientos y en realidad obtener así la salvación. Hablando seriamente, esto no es tanto una "imitación," sino más bien la coparticipación, equiparación, "Cristo ha sido crucificado e sepultado y había resucitado en realidad, y ustedes han sido dignificados, por asemejarse a Él, de ser también co-crucificados, co-sepultados y co-resucitados, junto a Él."(72)
Hay que subrayar, que el San Cirilo habla no sólo de la muerte, sino de la inhumación, precisamente (lo mismo que el Apóstol); mientras San Basilio el Grande habla directamente del "descenso imitativo al infierno" Esto significa que en el bautismo el hombre desciende hacia la sombra mortal, hacia la desesperanza de la muerte pero junto con el Cristo Resucitado, asciende, pasa de la muerte a la vida, a la vida eterna. "Y todo esto acontece con ustedes en su imagen, porque ustedes son — la imagen de Cristo" — concluye San Cirilo. Dicho de otra manera, todos están abarcados por Cristo, de ahí proviene la misma posibilidad de la "equiparación."
De modo más preciso aún hablaba San Gregorio de Nissa. En el bautismo hay dos aspectos. El bautismo es tanto el nacimiento, como la muerte. El nacimiento común nos introduce en la vida mortal, comienza y termina por la descomposición. Y había necesidad de crear un diferente y nuevo nacimiento que pudiera introducirnos en la vida inmortal... En el bautismo "con la presencia de la fuerza Divina, lo nacido en escénica perecedera, se transforma en lo imperecedero."(74) Se transforma a través del seguimiento e imitación — así se cumple aquello, que ha sido vaticinado por Él... Sólo siguiendo a Cristo uno puede pasar por el laberinto de la vida humana y salir de él, — "llamo laberinto, figuradamente, la indeclinable guardia de la muerte, la que pesa sobre el genero humano digno de compasión." De este cerco salió Cristo—a través de los tres días de Su muerte. En la pila bautismal "se cumple por medio de la imitación lo que Él había hecho." La muerte " se representa" en forma del elemento acuático, diatupoatai...Y así como Cristo, que se levantó para vivir, de la misma manera el bautizado, unido a Él en su naturaleza corporal, "imita, pasados los tres días, la gracia de la resurrección." Es solamente "la imitación" pero no la "equiparación."
En el bautismo el hombre no resucita aún, pero sólo se libera de la inmundicia natural y de la inevitabilidad de la muerte — en él se corta "la continuidad del vicio." No resucita porque tampoco muere — todavía permanece en esta vida...No cabe en él algo más elevado a causa de la miseria de nuestra naturaleza. El bautismo solamente predetermina la resurrección — "nosotros vemos en él anticipadamente la gracia de la resurrección" "Sin embargo, por medio del bautismo se da el anticipo de la resurrección — el bautismo es el comienzo," y la resurrección es el límite máximo, y todo lo que se cumplirá en la gran resurrección, tiene aquí sus comienzos y sus causas. San Gregorio explica, que con el término la resurrección él no presupone la reconstitución de nuestro cuerpo. Hacia esta meta la naturaleza humana tiende sola...El entiende la plenitud de la resurrección como "la reintegración en el estado de beatitud y divinidad, libre de toda tristeza," — apocatástasis, "la resurrección de la vida."(75)
Hay que agregar, que San Gregorio subraya con especial fuerza la necesidad de la protección creativa y afirmación de la gracia bautismal. Porque en el bautismo no se transforma, ni se transfigura la naturaleza, sino la voluntad, — que permanece al mismo tiempo libre. Y si en la hazaña no se limpia el alma, el bautismo resulta ser como incumplido — la transformación no se produjo, nada ha cambiado...Esto no pone la gracia del bautismo bajo la voluntad arbitraria del ser humano — la gracia desciende, pero en aquello que está hecho a imagen de Dios y en lo que está libre la gracia jamás hace uso de la fuerza y por eso no vivifica las almas cerradas, retraídas.(76)

Porque el bautismo es el misterioso fallecimiento con Jesús, la participación en Su muerte voluntaria, en Su sacrificado amor — lo que puede ser solamente voluntario, creativo y libre.(77)
Así, en el bautismo, como en la misteriosa y viviente semejanza, se refleja la muerte en la Cruz. El bautismo es a la vez — la muerte y el nacimiento, la inhumación y " la ablución de la vida." "El tiempo de la muerte y el tiempo del nacimiento" — decía San Cirilo de Jerusalén.(78) Porque la muerte en la Cruz es al mismo tiempo ya la Resurrección, el camino y la puerta a la vida..."Con Tu Levantamiento me elogio — Tu muerte es la vida mía."(79).


Las Notas


71. Comp. Muretov M. D. "Nuevo Testamento como objeto de estudio teológico ortodoxo," Seguiev Posad, 1915 (desde el "Compendio conmemorativo de la Academia Teológica de Moscú") pag. 53 y siguen.

72. San Cirilo de Jerusalén. Mystag. II, 4-5, 7, PG 33, 1080-1081, 1084; comp. Mystag III, 2, 1089. Mire a San Basilio el Grande. De Spiritu Sancti XV, 33, PG 32, 128-129.

73. San Cirilo de Jerusalén. Mysteg III, I (PG 33, 1088) comp.Mystag III 6,PG 33, 1093.

74. San Gregorio de Nissa. Orat.cat.33. — Ed. Srawley, pp. 123,126.

75. Ibid., 35; ed Srawley, pp. 129-139.

76. Ibid.,40; ed Srawley, pp.159-164. Mir.Orat.I in S.Pas., PG 46, 604ss. De propos. Sec. Deum, PG 45, 289 ss. Precisamente por eso san Gregorio con mucho ardor discute "contra aquellos, que postergan el santo bautismo"(mire "palabras" con este título: PG 46, 416’432), — su fuerza disminuye, aparentemente, porque no queda tiempo para la realización de la bendición bautismal en la hazaña de la vida. Del otro lado, san Gregorio presuponía que los bienes del bautismo tarde o temprano van a ser asimilados por todos, dicho de otra manera, "el bautismo" se produce de cualquier modo y será asimilado por cualquier persona. Esto tiene que ver con su doctrina sobre la apocatástasis y sobre el carácter curativo del camino sepulcral. De ahí proviene la doctrina de las múltiples formas del bautismo,- y la última forma, ya inevitable, es el bautismo con el fuego... El bautismo con el agua nos preserva de esto...Una idea similar la tiene también san Gregorio Crisóstomo. Orat. 39, 19, PG 36, 357; se repite en lo de Damasceno: De fide orth..IV, 9, PG 94, 1124’1125. Sobre san Gregorio de Nissa mire más detallado en el arriba mencionado estudio de M. Oksiuk. En relación con esto obtiene un interés especial el asunto del bautismo martiriológico. Muy temprano se ha llegado a la conclusión de que la muerte confesional por el Cristo sustituye el sacramento del bautismo,- y el mártir se bautiza en su sangre con eso mismo participan-do en la propia muerte del Salvador. Sin embargo, también para los ya bautizados por la Iglesia la muerte como mártir resulta ser como el "segundo bautismo" (mucho más tarde se llegó a la misma conclusión con respecto a la tonsura monacal). Y con esto esta relacionada una especial mística martirológica.; ella tiene la antigüedad apostólica. Bastaría mencionar a apóstol Pablo, al Apocalipsis. Como ejemplo especialmente notable de semejante mística resulta ser La Epístola de san Ignacio de Antioquía a los Romanos. Él quiere morir (VII,2) y suplica que no le impidan hacerlo "dedicar a Dios el flujo de su sangre"(II,2) "¡Hasta ahora soy esclavo!" — exclamaba él — "Y cuando me sacrificaré, estaré liberado por Jesucristo, y resucitaré en Él como un liberado" (IV, 3) "A Él lo busco, a Él que murió por nosotros; de Él estoy sediento, de Aquel, que resucitó para nosotros! Entonces será, cuando yo naceré... Perdónenme, hermanos...No me impidan nacer a la vida, no busquen mi Muerte. Déjenme ser imitador de los sufrimientos de mi Dios" (6, 1,3); Comp.. Magnes V, 2; Trall. XI, 2...Santo Mártir Ignacio no sólo aguanta los sufrimientos, sino esta sediento de sufrimientos y de la muerte — "parra sufrir junto con Cristo" Smim.IV, 2).."Esto no es el heroísmo, sino el Eros místico de la imitación martirológica de Cristo, la sed de aquel cáliz que había bebido Cristo, de aquel bautismo con sangre que ha sido el bautismo de Cristo. "Y he aquí, que yo, viviente, les escribo envuelto en la sed de muerte. Mis pasiones están crucificadas, ya no tengo combustible para el fuego...Sólo el agua viva, que fluye dentro de mi y me dice: "Acércate al Padre" (Roman. 7:2). Con esto podríamos comparar la extraordinaria oración de San Policarpio en la hoguera: "Te bendigo que Tu me has permitido en aquellos día y hora participar junto con otros mártires bebiendo de la copa de Cristo Jesús, tener parte en la resurrección de la vida eterna del alma y del cuerpo, en la perennidad del Espíritu Santo. Acéptame ahora ante tu mirada como un sacrificio óptimo y propicio, lo que Tu, Dios fiel y verdadero, preparaste, pronosticaste y realizaste. Por eso y por todo Te elogio, Te agradezco y Te glorifico — a través de Tu Obispo eterno- Jesucristo, Tu Hijo bienamado." (Mártir. Polyc., XIV, 2; ed. Lelong, 148. Este es el mismo círculo de pensamientos y sentimientos que tuvo Santo Mártir Ignacio: el martirio como sacrificio, como coparticipación en el sacrificio o en el cáliz de Cristo, como imitación o adhesión a los padecimientos de Cristo...Con esto esta relacionada la antigua manera de ver a los mártires como portadores de Cristo. El martirio no es el heroísmo, sino comulgación sacrificada con el Cristo, por eso es cierta resurrección de la vida y de la perennidad...A la hora del sufrimiento los mártires están como ausentes de sus cuerpos, o más bien con Cristo que está presente y que "se comunica con ellos" (Mártir. Polyc., II, 2; ed. Lelong, 130). Cristo sufre junto con ellos, sale con ellos a la arena, los corona y se corona junto a ellos — decía san Cipriano: "Non sic ut servos suos tantum spectet, sed ipse luctatur in nobis, ipse congreditur, ipse in certamine agonis nostri et coronat pariter et coronatur.."(Epist. X, 4; ed Hartel II, 494); comp. Ad fortunatum, 2; ed Hartel II, 334-343 ; De laude martyrii, 29; ed Hartel III 50-51. Mire otros textos en Viller M. "Les martyrs et l´Esprit"// Recherches de science religieuse. T. XIV, 1914, pag. 544-551; comp.. sus artículos:"Martyre et perfection" Revue d´ascetique et de mistique 1925, pp. 3-25; "Le Martyre l´ascese" // Ibid. Pp. 105-142. Así, poco a poco se elaboraba la noción sobre el bautismo martiriológico como sobre el segundo bautismo, como la "imitativa" investidura en Cristo... Esto es — como el bautismo superior, porque la pureza que se consigue por medio de él ya no puede ser manchada con el pecado; además, la misma "similitud" aparece más exacta... San Cipriano lo decía directamente: Ad Fortunatum praef.,4; ed Hartel II, 318-319; mire Tertuliano De baptismo, 16; ef Reifferscheid — Wissowa I, 214; Origen. In libr, Judicum, hom. VII, 2, PG 12, 980 ss.;comp. Comm. in Ioann. VI:36-37. — Ed. Preuschen II:165; Comm. in Matt. XVI:6: "el martirio significa dos cosas: es "el cáliz de la salvación" y el bautismo, porque a través del martirio, como en el bautismo, se obtiene la absolución de los pecados. — PG 13, 1384; In Levit. hom. II, 4: primera absolución en el bautismo, el segundo — in passione martyrie, etc. — PG 12, 418-419; en su "Exhortación para el martirio" Origen desarrolla su idea muy detallada-mente. Este tema exige una investigación especial. Mire Odo Casel:"Mis terium et Martyrium // Jahrbuch für die Liturgiewissenschaft. Bd. II. 1922, SS. 18.38; Windich H."Taufe und Sünde im altesten Christenthum bis auf Origenes" Tübingen, 1908, SS. 414, 418 ff; Hellmanns W."Wert- schätzung del Martyriums als eines Rechtfertigungsmittel in der altchristlichen Kirche. Breslau, 1912 (Inaug.- Diss); Wetter, Gillis P.von. "Alt — christliche Liturgien," I, "Das Christliche Mysterium," Götingen, 1921. (Forschungen zur Religion und Literatur des Alten und Neuen Testa-ments, N.F. 13); — en estos trabajos hay un rico compendio de textos, comp.. sobre el apóstol Pablo una reseña interesante: Schneider J. "Die Passionmystik des Paulus," Leipzig, 1929 (Untersuchungen zum Neuen Testament, Iif. 15). — Habría que subrayar: al hablar del martirio como del segundo bautismo, todos los arriba mencionados escritores de la antigua cristiandad sostienen decididamente la unidad, la unicidad y la no-repetibilidad del bautismo (con especial insistencia y dureza en san Cipriano).El martirio es para ellos la revelación y el cumplimiento del "primer" bautismo. En primer lugar, porque en él se realiza verdaderamente la imagen imitativa de la coparticipación de los creyentes en los sufrimientos expiatorios del jefe de la Iglesia. En segundo lugar porque los mártires se purifican de los pecados, para ellos es una nueva "ablución de la super-existencia" Con este último motivo esta ligada la comparación, que se encuentra tan a menudo en los siglos II y II, de bautismo y "la contrición," — como decían entonces, — "el segundo arrepentimiento" (deutera metanoia). (En el libro "Pastor," en Tertuliano y en Origeno; es: muy significativo,que Epifanio repite casi literalmente a Erm).comp.con. Ales A.de. "L´´edit de Calliste," Paris, 1914, según el índice.Ambos motivos llevaron posteriormente a la comparación del bautismo con el in-greso en la orden monacal. Con la total precisión esto ha sido expuesto parece sólo por el reverendo Teodoro Estudita, quien consideraba que el "cumplimiento monacal" era un sacramento, basándose en el supuesto Dionisio. El Reverendo Teodoro lo llamaba directamente "el segundo bautismo" (los textos y referencias mirar en: Dobroklonski A.P. "Reverendo Teodoro, el abad y confesor Estudita." T.I, Odessa, 1914, pag.449- 450). Se puede pensar, sin embargo, que el Reverendo Teodoro sólo terminaba de totalizar las opiniones ya definidas. Porque ya en la antigua ceremonia de la tonsura, así como la conocemos según el Eucologio de Barberino, se ha trazado un claro paralelo con la ceremonia del bautismo. (mire a Palmov N. "Ceremonia de la tonsura, ingreso en la orden monacal en la iglesia griega" Kiev, 1914, pag. 186-203) Y esta equiparación podemos observar en el pasado, hasta el siglo IV, ante todo la reproducción de la renunciación bautismal dentro de las formulas de las abdicaciones monacales, y después — la profesión de fe. Mir. La nota de Risweide para la biografía de venerable Antonio: PL 73, 182-183, not. 78. "Renunciación" significa " seguimiento" a Cristo (así esta en lo de Basilio el Grande y en Jerónimo).Y seguimiento quiere decir "co-sufrimiento," "co-agonía" — esto son todavía las imágenes de los apóstoles (espec. Gal. 2:20; 2 Corint.5:15; Roman. 7:4) De ahí era natural llegar a representar la ceremonia de tonsura como muerte — nacimiento de la ceremonia bautismal. En el contemporáneo "ingreso a la orden monacal menor" el paralelismo con el sacramento bautismal se observa con claridad.

77. Santo Martir Cirilo de Jerusalem. Mystag. II, 4, PG 33, 1081.

78. En la misa de las vísperas del sabado, versículos orientales, voz 7-Ma.

Obispo Alejandro (Mileant)
 
 Catecismo Ortodoxo
http://catecismoortodoxo.blogspot.ca/

Sobre la semilla que crece invisiblemente

Sobre la semilla que crece invisiblemente

Escrita por el evangelista Marco, en su cuarto capítulo:

"Así es el Reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga; y cuando el fruto esta maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado" (26-29).

Como la planta que nació de la semilla, se somete a diferentes estados de crecimiento y desarrollo, de la misma forma es la persona que aceptó la enseñanza de Jesucristo. Luego, una vez bautizada, por medio de la intervención de la gracia de Dios, gradualmente se renueva interiormente y crece. Al principio del camino espiritual, tenemos la impresión que nosotros estamos llenos de impulsos buenos, los cuales a primera vista parecen ser fructuosos, pero al mismo tiempo, en el hecho son inmaduros, como los brotes jóvenes de una planta. El Señor no subyuga la voluntad de la persona con Su fuerza todopoderosa, pero le da tiempo para que ella pueda enriquecerse por medio de la fuerza de Gracia, fortaleciéndose en la virtud. Unicamente una persona espiritualmente madura es capaz de ofrecerle a Dios el fruto perfecto por medio de las acciones buenas. Cuando Dios ve que la persona se estableció espiritualmente y maduró, la lleva de este mundo, lo que significa en la parábola: "la cosecha."

Siguiendo el precepto de esta parábola sobre la semilla que crece invisiblemente, debemos aprender a ser tolerables con respecto a las imperfecciones de la gente con la cual nos contactamos, debido a que todos nosotros nos encontramos en el proceso de desarrollo espiritual. Algunos consiguen la madurez espiritual antes que otros. La siguiente parábola sobre la semilla de la mostaza, completa la precedente y habla sobre la manifestación de la fuerza de la gracia en la gente.
 
Catecismo Ortodoxo
http://catecismoortodoxo.blogspot.ca/