Sunday, May 28, 2017

Ascetismo Monástico ( Los Santos Venerables )

 
Hay personas que se entregan totalmente a la ciencia, a las artes, a la política o a otra actividad que les gusta. ¿Por qué? Pues porque ellas tienen esa vocación. Ellas contribuyen al progreso de aquellas ramas de la educación y la cultura a la cual se dedican. Por otro lado, existen personas a las cuales no les interesa tanto el progreso intelectual, sino la adquisición de la perfección interior. Ellas buscan la rectitud, y para lograr este fin se vuelven Monjas o Monjes.

La vida en el mundo poco ayuda a la perfección espiritual, más bien ella la entorpece. El Evangelista San Juan el Teólogo, explica cómo la vida cotidiana de la sociedad está envenenada por un triple mal: "Todo lo que hay en el mundo: los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida" Por ello, "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo" (1Juan 2:15-16). El objetivo del monasticismo es ayudar a liberar a la persona del mal que domina a este mundo: de la concupiscencia de la carne por el camino de la castidad y la abstinencia; de la concupiscencia de los ojos (es decir, pasión hacia la riqueza, a los bienes de este mundo) a través del camino del rechazo de los bienes propios; y del orgullo, obedeciendo al padre espiritual. Al derrotar al mal en su raíz, el monasticismo pone a la persona en el camino recto hacia la perfección espiritual.

La palabra "Monje" Proviene de la Palabra Griega "solo." Monje significa el que vive en soledad. Los Monasterios surgieron como viviendas solitarias y alejadas del mundo. El monasticismo es un modo de vida, que se distingue de la forma común de vida de las personas de este mundo. De aquí el nombre en ruso -"Inoc," Monje en castellano-, que significa otra persona, "diferente."

A través de muchos caminos se puede llegar al Reino de los Cielos; el Evangelio ofrece a la persona para su elección una gran amplitud de modos de vida. Basta que haga el bien y se aleje del mal. Aunque para aquellos que sienten el llamado a una forma de vida más perfecta el Señor dice "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame... si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, luego ven, y Sígueme...." "Hay vírgenes (eunucos) con la intención de ganarse el Cielo. El que pueda ser capaz de esto, séalo. El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo Mío" (Mateo 16:24; 19:12-21, Lucas 14:26-33) Aquí se señalan en particular aquellos requisitos importantes de los cuales se componen los votos monásticos (promesas que se hacen a Dios al ingresar al monasticismo).

La aspiración a una forma ascética de vida comenzó al mismo tiempo que el cristianismo. Según San Cassiano, el reverendo (siglo 4), los primeros Monjes fueron los discípulos del Evangelista San Marcos, quien fue el primer obispo de Alejandría (en Egipto). Ellos se alejaron hacia los lugares más apartados de la ciudad, en los cuales llevaban una forma de vida regulada y espiritualmente más elevada, establecida por San Marcos.

Filón, el historiador hebreo contemporáneo de los apóstoles, habitante de Alejandría, describe la vida de algunos terapeutas que se alejaron a los suburbios de Alejandría, exactamente como describió San Cassiano la vida de los primeros monjes alejandrinos, llamando monasterios a sus viviendas.

Hay también testimonios que en Siria el monaquismo apareció ya desde los tiempos apostólicos. Santa Eudoxia, que vivió desde el año 96 d. C. en la ciudad de Heliópolis de Siria, durante el reinado de Trajano, fue convertida al cristianismo por San Germán, que era el superior del monasterio de hombres, en el cual vivían 70 monjes. Ella misma, después de convertirse al cristianismo, ingresa al convento en el cual había 30 Monjas.

A pesar de la escasez de testimonios documentados, no hay duda de que el monaquismo comenzó en la época de los apóstoles. Difícil es imaginarse que en esos tiempos de gran ardor espiritual no hubiesen existido cristianos que seguían las enseñanzas del Apóstol San Pablo en cuanto a la virginidad, descrita en la Epístola a los Corintios (1 Cor. 7). Un ejemplo vivo para estas vírgenes siempre fue y será el mismo Señor Jesucristo, la Santísima, siempre Virgen, María, el Profeta San Juan Bautista, el muy querido discípulo y también virgen Juan el Teólogo, el Apóstol Pablo, el Apóstol Santiago, hermano del Señor y primer obispo de Jerusalén, y muchos otros. Es a este gran ejemplo que siguió el monaquismo, esa es su fuente espiritual y es allí donde nació.

Así mismo explica el nacimiento del monaquismo el Santo Abad Doroteo el cual escribe: "Ellos (los cristianos) entendieron que hallándose en este mundo, no podían perfeccionarse en la virtud, por lo cual eligieron un modo de vida especial, una forma peculiar de obrar y sobrellevar el tiempo, es decir, la vida monástica; comenzaron a alejarse de las personas y a vivir en los desiertos, sometiéndose a ayunos y vigilias, durmiendo en el suelo y sobrellevando voluntariamente distintos sacrificios, renunciando a su patria, familiares, bienes y adquisiciones. En una palabra, ellos se crucificaron para el mundo."

En las antiguas comunidades monásticas se atendían principalmente las actividades espirituales: la oración, los ayunos, la meditación y razonamiento sobre Dios y al mundo espiritual. Pero también se consideraba imprescindible, para variar las tareas, el esfuerzo físico, ya que constituía un modo de conseguir su (sustento) alimento y la posibilidad de ayudar a los pobres. Al comienzo del siglo 4, en Egipto, surge el deseo espontáneo hacia el Monasticismo.

El debilitamiento de la rigurosidad de la vida cristiana, y el ingreso en la Iglesia de tales paganos, que aún al convertirse seguían preocupándose de lo mundano, despertó aún más en los cristianos celosos (aplicados) el alejamiento de las ciudades y de las aldeas hacia el desierto, para que allí, alejados de las preocupaciones mundanas, llevar una vida ascética de auto-renunciación, oración y meditación acerca de Dios. Entre tales ascetas el primer lugar lo tiene San Antonio el Grande, que nació en el año 251, en Egipto. Deseando estar en una soledad absoluta se instaló en una fortaleza destruida sobre las orillas del río Nilo; 20 años vivió allí, en completa soledad, sometiéndose a distintos renunciamientos, rezando y ayunando. Con el tiempo, muchas personas se enteraron de la vida de San Antonio y comenzaron a visitarlo. Algunos fueron a vivir junto a él para llevar una vida ascética bajo su guía. Así, alrededor de San Antonio se formó un círculo de discípulos ascetas (año 305).

San Antonio no dio normas en forma detallada respecto a la vida monástica, pero explicó el camino dando una visión general, a través del cual se puede lograr la perfección moral deseada. Con el ejemplo de su vida les enseña el renunciamiento a los bienes terrenales, en completa sumisión a la voluntad de Dios, a la oración ininterrumpida, a la meditación de Dios en soledad y al esfuerzo físico. San Antonio estableció la vida monástica eremítica. Según el orden establecido por él, los ascetas se encontraban bajo la guía de un abad (padre-superior) vivían en forma separada unos de otros en celdas, o grutas, sometiéndose al solitario ascetismo. A estas comunidades ascéticas se las denominaba Lavra

(Monasterio muy Grande).

Pero, todavía durante la vida de San Antonio, comenzó a introducirse otra manera de vida monástica, en forma comunal. Los ascetas se reunían en una comunidad bajo el mando de un abad y vivían juntos en una o varias viviendas, observando el mismo reglamento. Este tipo de comunidad se llamaba Cenobio (en ruso kinovia). El fundador de las comunidades monásticas fue San Pacomio, el Grande (año 348).

San Pacomio también nació en Egipto. Estando bajo el servicio militar durante una incursión, tuvo el deseo de hacerse cristiano al tener la oportunidad de conocer la beneficencia cristiana y, efectivamente, al terminar su servicio se bautizó. Cuando conoció la vida ascética en el desierto de Tebaida, San Pacomio eligió para sus futuros esfuerzos ascéticos un lugar cerca del río Nilo, conocido como Tavena; aquí le surgió la idea de establecer una comunidad monástica. En una de las islas sobre el río Nilo organizó un monasterio, en el cual, los que así lo deseaban, podían vivir juntos, en mutuo sacrificio.

La noticia sobre su ascetismo pronto atrajo a muchos discípulos, tantos que el monasterio construido por él no pudo contener a todos y se vio obligado a fundar varios monasterios más, encontrándose uno cerca del otro sobre la orilla del río Nilo. También construyó un convento de mujeres en la orilla contraria del río Nilo, en el cual ingresó su hermana.

En los monasterios creados por él, San Pacomio llevaba un determinado reglamento de vida comunitaria. Este fue el primer estatuto monacal. Toda la comunidad estaba dividida por este Santo, en 24 clases, de acuerdo al desarrollo espiritual dirigida por un solo abad. Cada monasterio tenia a su superior, denominado igúmeno o abad. A su vez ellos estaban bajo el mando de un abad superior, al cual le comunicaban sobre la condición de sus monasterios. En los mismos también había ecónomos y ayudantes, responsables de su dominio. Los superiores debían dar ejemplo de vida para el resto de los hermanos. Bajo la dirección de su superior, los monjes debían llevar una vida en oración, leer libros de contenido espiritual, en especial las Sagradas Escrituras, y someterse a labores. Los oficios divinos colectivos se realizaban dos veces al día (a la mañana y a la noche). Los monjes se reunían bajo una señal determinada, con humildad y en silencio, leían las Sagradas Escrituras, oraciones, y cantaban salmos. Los domingos recibían los Santos Sacramentos. Aparte de esto, debían rezar individualmente, antes y después de dormir. Después de los oficios o de las oraciones el superior conversaba con los hermanos sobre la vida cristiana. Los monjes se dedicaban a la lectura en sus habitaciones (celdas), en los tiempos libres después de sus oraciones y trabajos. Los libros eran entregados por el ecónomo de la biblioteca del monasterio.

Los monjes labraban la tierra, hacían jardines, trabajaban en herrería, en los molinos, en los talleres de cuero, en carpintería, en paño, y tejían canastos. Iban al trabajo en orden, y en silencio, detrás de su superior. El silencio era prescrito en cada momento. Todas estas obligaciones debían realizarse con una obediencia incondicional (indiscutible). Sin permiso del superior ninguno de los hermanos podía salir del monasterio o empezar otro trabajo. Todos los monjes usaban la misma ropa, la más sencilla. La ropa interior era de lino -una túnica sin mangas, la de arriba- de cuero. La cabeza se cubría con un gorrito de tejido de crines y en los pies usaban sandalias. Esta vestimenta no se quitaban nunca, ni siquiera para dormir. Los monjes de San Pacomio no tenían camas, sólo había asientos entre las dos paredes; se podía extender abajo sólo una estera. Los monjes se levantaban mucho antes del alba, comían una sola vez al día, normalmente al mediodía, y el sustento era de lo más simple: se alimentaban con pan, aceitunas, queso, verduras, y frutas. El domingo se ofrecía una cena. Comían todos juntos y en silencio.

Una de las principales promesas monacales del reglamento del abad San Pacomio es la (austeridad) no acumulación de riquezas. Al ingresante en la comunidad monacal no se le permitía traer ningún bien, hasta su ropa mundana se donaba a los pobres. El trabajo realizado por aquel u otro hermano, no le pertenecía a él sino a toda la comunidad. Los monjes recibían de los recursos comunitarios del monasterio todo lo indispensable para su existencia. Los ecónomos administraban el aprovisionamiento de la alimentación y de la ropa de tela de los hermanos, realizados en el monasterio o comprados fuera de él con dinero obtenido por la venta de productos monásticos. Para que estas reglas se cumplan, San Pacomio estableció que a los ingresantes a la comunidad no se los debía recibir antes de haber transcurrido un año de prueba. Durante la vida de San Pacomio la organización monacal establecida por él aumentó a siete mil monjes, y cien años después a cincuenta mil.

La forma de vida ermitaña y comunitaria pronto se propagó por todo Egipto y pasó a otros países. Así Amon estableció una comunidad de ermitaños sobre el monte Nitria, con un desierto lindero; San Macario de Egipto -en el desierto de Skit-, donde habitaban muchos ascetas extraordinarios. Hilarión, el discípulo amado de San Antonio, trasladó el monaquismo a su tierra natal, a Palestina, y en la cercanía de Gaza fundó un monasterio. De aquí el monasticismo se propagó por toda Siria y Palestina.

San Basilio el Grande, realizando un viaje por Egipto y Palestina, al familiarizarse allí con la vida monacal, la difundió en Capadocia (en Asia Menor, actualmente Turquía), tanto para mujeres, como para los hombres. El reglamento que dio a sus monjes pronto se propagó por el Este y se hizo universal. En el siglo 5 todo el Oriente estaba diseminado por monasterios: De los ascetas del siglo 5 eran sobresalientes: Isidoro de Pelusio, Simeón Estilita, Eutimio, Savva el Iluminado, y muchos otros.

San Simeón, nacido en Siria, muchos años dedicado a la oración sobre una columna, no se bajaba de la misma sufriendo hambre y la intemperie. Él inició un nuevo modo de ascetismo: el estilita. Eutimio, fundador del monasterio en Palestina, por su ascetismo recibió el don de realizar milagros. San Savva, discípulo de Eutimio, comenzó su vida de ermitaño a los 8 años. Él estableció muchos monasterios en Palestina e introdujo en ellos el reglamento de oficios.

Además del estilismo, en el siglo 5 apareció otro modo de ascetismo en la comunidad: la de los "No Durmientes." El monje Alejandro organizó un monasterio en el cual los oficios se realizaban diariamente (durante el día y la noche), en forma continua. Studion, un habitante acaudalado de Constantinopla, al cual le agradó esta orden, construyó en esa ciudad un monasterio semejante e invitó a su comunidad a los ascetas "No Durmientes." Ese monasterio recibió el nombre de Studita.

En el siglo 6 vivían ascetas admirables como Simeón el Necio (como sacrificio por Cristo fingía de ser loco), y de esta forma consiguió una plena impasibilidad, y San Juan Clímaco, durante muchos años dedicado en el monte Sinaí, el cual escribió una obra, conocida con el nombre de "Escalera al cielo" ("Lestviza") en la cual representó los grados de elevación espiritual hacia la perfección deseada. En el siglo 7 San Alipio el Estilita, dedicado a la oración más de 50 años sobre una columna. Al final del siglo 8 y comienzo del siglo 9, como representante de una vida monacal severa fue Teodoro Studita, conocido defensor de la veneración de las imágenes santas. De su monasterio, conocido por la severidad de la vida monacal, salieron muchos ascetas devotos, por ejemplo en el siglo 9 Nicolás, sometido a torturas por venerar a los iconos. Inocencio, célebre por su don de videncia y otros.

En el siglo 9 aparecieron ermitaños en monte Athos, como San Pedro en el siglo 11, que se sacrificó allí en soledad durante más de 50 años; San Atanasio (siglo 10), que organizó un monasterio en monte Athos, en el cual en poco tiempo aparecieron muchos ascetas.

Una inmensa dimensión y un gran logro espiritual alcanzó el monasticismo ruso, comenzando con San Antonio y Teodocio de Kiev-Pechersk, y terminando con los Santos Ancianos de Optina. Lamentablemente, aquí no hay posibilidad de narrar la historia del florecimiento y crecimiento de la experiencia espiritual del monacato ruso.

Ningún tipo de vida anterior puede impedir el ingreso al monacato, porque él mismo consiste en el arrepentimiento de los pecados, y el monasterio como una clínica para los enfermos. El que ingresa al monasterio en primer lugar se encuentra bajo prueba, con el fin de definir y cuantificar la veracidad y sinceridad de su deseo para dedicarse a la vida monástica.

En caso de que el superior del monasterio se convenza de la sinceridad de las intenciones, del nuevo hermano, lo bendice para que lleve el levitón eclesiástico (es una vestimenta larga y negra, con mangas angostas) con un cinto y una scufia (gorrito de forma cónica). Así, encontrándose a prueba el futuro monje, lleva el nombre de "obedecedor," pues su principal obligación es aprender a obedecer a su padre espiritual.

En el cumplimiento a conciencia de las obligaciones impuestas, el novicio debe revelar toda su paciencia y humildad, virtudes básicas de los monjes. "La obediencia es superior al ayuno y a la oración," es un dicho monacal. Esto es así, pues la obediencia fundada en la paciencia y humildad sirve para exterminar a la enfermedad más importante del alma, que es la soberbia y el amor propio, del cual surgen todas las iniquidades.

Cuando el novicio, al transcurrir un tiempo determinado, demuestra con su buen comportamiento la sinceridad de su aspiración por la vida monástica, puede ser tonsurado como hermano, o sea, el primer nivel monástico. Todavía no da ninguna promesa pero, por lo general, recibe un nuevo nombre y puede usar, aparte de la sotana y la escufia, una cogulla (una sotana, vestimenta larga y negra con mangas anchas, que se usa encima de la sotana simple, con mangas angostas) y la kamilavka (especie de birrete, ensanchado arriba). Para el tonsurado en este primer escalón preparatorio a la vida monacal existe un orden de oficio divino especial llamado "Orden para la vestimenta de la sotana y el atavío."

"El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor, pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer"(1 Cor. 7:32-34). El Señor le dijo al joven que buscaba la vida eterna "Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo" (Mat. 19:21). Basándose en estas expresiones, los monjes renuncian a toda propiedad, para que nada le entorpezca conseguir la perfección espiritual.

Dice San Gregorio el Teólogo: "sólo debe preocuparse el monje de no ser arrebatado, pues lo único que él tiene es su cuerpo cubierto por harapos. Que sean otros los que tomen medidas para protegerse ya que han acumulado mucho dinero. Toda mi posesión se reduce a Dios. Nadie puede arrebatarme ese tesoro; en lo que respecta a lo demás, que se lo lleven. Mi estado es el más seguro, y sobre lo que yo tengo dominio, siempre estará conmigo. El Señor es mi suerte (parte). No quiero tener nada fuera del Señor. Cuando sirvo al altar tengo vestimenta y alimento, con ello seré feliz, y pobre iré detrás de la pobre Cruz, para que sin tropiezos me dirija a la montaña, elevándome, como dice el Apóstol, sobre las nubes al encuentro del Señor, en el aire."

El mayor número de Santos surgió del medio monástico, y esto en verdad es así ya que la vida monástica tiene como objetivo la perfección moral. A los santos provenientes de la clase monástica se les denomina "reverendos padres," "venerables," en señal de que ellos, más que otros, se asemejaron a Cristo. Se convierte en monje aquella persona que siente que en la vida todo es agitación, la que quiere liberarse de la esclavitud y desea encontrar a Dios. El camino monacal es un camino en línea recta de brevísima distancia entre dos puntos: Dios y el hombre.

Dentro del medio monacal nació una literatura espiritual riquísima. Para la mayoría de los laicos ella es "matemática superior." Los estados espirituales allí descriptos son inaccesibles para las personas que llevan una vida mundana. Por lo contrario, algo de esta literatura ascética es accesible para todos los que buscan a Dios. La gente rusa amaba leer libros tales como "La Filocalia," que contiene en cinco tomos las instrucciones de los ascetas; "Escala Espiritual" de Juan, abad del Monte Sinaí; "La batalla Invisible," de San Nicodemo de la Santa Montaña, "Consejos Útiles para el Alma," del abad Doroteo, las instrucciones de los santos ancianos Juan y Varsanofio, relatos sobre antiguos ascetas en "Lavsaic" del obispo Paladio de Eleanópolis, y en "El Prado Espiritual" del beato Juan Mosja. Son más accesibles al lector contemporáneo las cartas del obispo Teofán el Eremita, las composiciones del obispo Ignacio Brianchaninov, los consejos de los Santos Ancianos de Optina, "Las conversaciones con Motovilov" de San Serafín de Sarov.

Antes de la revolución, Rusia estaba cubierta por monasterios. Fue enorme la influencia espiritual y moral sobre la vida cotidiana del pueblo, la literatura, la historia y la cultura rusa. Los peregrinos rusos hallaban dentro de las paredes de los santos monasterios la renovación moral, la tranquilidad y las fuerzas para el combate contra el pecado, recibiendo por medio de ellos el ejemplo ideal de vida. Los monasterios eran centros de salud espiritual para todo el país. 

Catecismo Ortodoxo

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