Friday, September 25, 2015

Homilía sobre la Teofanía por San Gregorio el Teólogo (Nacianceno)




Teofanía 6/19 de Enero

Esta homilía corresponde a una serie de tres homilías predicadas por San Gregorio Nacianceno en ocasión de la Natividad de Cristo. La homilía 38 corresponde a la Natividad, la homilía 39 corresponde a la teofanía el 6 de Enero, y la homilía 40, que fue predicada al día siguiente de la teofanía y que viene a ser una continuación de la homilía 39.

HOMILÍA 39


1. De nuevo mi Jesús, de nuevo el misterio, un misterio que no es falaz ni indecente como lo son los del error y embriaguez de los griegos —de tales motejo yo a sus sacrificios y pienso que lo mismo harán todas las personas cuerdas—, sino que es un misterio sublime y divino, adecuado al supremo resplandor. Pues el sagrado día de la
luz que hoy nos ha congregado y de cuya celebración hemos sido considerados dignos tiene por objeto el Bautismo de mi Cristo, luz
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo, lleva a cabo mi purificación y presta ayuda a la luz que al principio recibimos de lo alto y que por el pecado oscurecemos y ofuscamos.

2. Escucha, por tanto, la palabra divina que resuena vehemente dentro de mí, iniciado e iniciador de estos misterios, aunque bien pudiera ser que a vosotros os suceda otro tanto. «Yo soy la luz del mundo» y, por este motivo, «acércate a El y sé iluminado y tu rostro no se avergonzará», porque estará signado con la luz verdadera.
Es tiempo de regeneración: ¡nazcamos de nuevo! Tiempo para nuestra reforma: ¡retomemos el primer Adán!. No sigamos siendo como ahora somos, ¡seamos como fuimos! «La luz resplandece en las tinieblas», es decir, en esta vida, en esta vida carnal. Es perseguida, por las tinieblas, mas no apresada. Me refiero al poder del enemigo que si, imprudente como era, atacó a quien parecía Adán, enfrentado con Dios fue vencido  para que nosotros, apartados de las tinieblas, nos acerquemos a la luz y luego lleguemos a ser luz perfecta, o sea, engendrados por la luz perfecta. ¿Advertís la gracia en este día?
¿Veis la eficacia de este misterio? ¿Acaso no sois levantados de la tierra? ¿No fuisteis, por ventura, puestos en el cielo, a la vista de todos, merced a mi voz y a mis consideraciones? Y aún más altos
seréis colocados cuando el Logos dirija por buen camino mi discurso.

3. ¿Es ésta la purificación conforme a la ley, la que es sombra, que actúa mediante purificaciones pasajeras y en virtud de las cenizas de una ternera purifica a los manchados? ¿O es, tal vez, los misterios de este linaje que celebran los griegos? Celebraciones e iniciaciones que a mí se me antojan simplezas, invenciones sombrías de los demonios, ficción de mentes desgraciadas afianzada por el paso del tiempo y cubiertas de mitos. Adoran todas estas cosas como verdaderas, las encubren como míticas. Sin embargo, si realmente son verdaderas no conviene que se les llame «mitos», ya que no son vergonzosas. En cambio, si son falsas no son dignas de respeto ni
cabe tener sobre una misma cuestión opiniones encontradas, como si estuvieran entreteniéndose con una pandilla de muchachos o en un corro de hombres privados por entero de juicio y no hablando con personas sensatas, adoradores del Logos aunque desprecien el hábil y sucio arte de la persuasión.

4. Nosotros nada tenemos que ver ni con la estirpe ni con los hurtos de Zeus, el tirano de los cretenses —aunque a los griegos les moleste esta interpretación . Ni con los estruendos, aplausos y
danzas armadas de los Curetes, destinados a ocultar los sollozos del dios para que pase inadvertido a su padre, odiador de sus hijos.
Pues indigno era que quien debía ser devorado como una piedra llorase igual que un niño. No se trata aquí de las mutilaciones de los frigios, de sus flautas16, de los Coribantes, ni de todo aquello que, estando fuera de sí, hacen los iniciados en los misterios de Rea en honor de la madre de los dioses. A nosotros no nos es raptada ninguna muchacha, ni tenemos Deméter que ande errante, ni sacamos a relucir Celeos, Tritolemos, ni dragones, ni, en fin, tantas otras cosas que aquella hace y padece. Me avergüenzo de poner a la
luz del día la nocturna celebración de los misterios y de hacer de la vergüenza un misterio. Eleusis conoce tales cosas y también los iniciados en esos misterios, silenciosos y realmente dignos de
silencio. Nada tenemos que ver con Dioniso, ni con el muslo que sufre dolores de parto al alumbrar a un feto no llegado a término , ni, por
ende, con la cabeza que ya antes había parido otro feto. Ni con un dios afeminado y su coro de borrachos, ejército de disolutos, ni con la
necedad de los tebanos que lo veneran, ni con el rayo adorado de Semele. Tampoco con los obscenos misterios de Afrodita, engendrada de forma vergonzosa, y según la opinión de sus propios adoradores, también vergonzosamente venerada. Ni con ciertos Falos e Itífalos, depravados de aspecto y hechos. Tampoco con los
asesinos de extranjeros de Taúride, ni con la sangre de los adolescentes espartanos desgarrados con látigos, que se derrama sobre los altares. Adolescentes adoradores de una diosa, virgen por
más señas, que sólo se comportaban virilmente ante una cosa: el mal. Pues en unas solas personas se juntaban el honor a la molicie y la veneración del coraje.

5. ¿Dónde dejas el canibalismo de Pélope, gracias al cual se sacian los hambrientos dioses, y su hospitalidad cruel e inhumana?
¿Dónde las horribles y sombrias apariciones de Hécate? ¿Dónde los oráculos y los vaticinios subterráneos de Trofonio, las necias parlerías del roble de Dodona, las astutas mañas del trípode de
Delfos, el agua de la fuente de Castalia, que presagiaba el futuro? Ninguno de éstos fue capaz de adivinar su propio porvenir: el silencio. En nada tenemos los sacrificios de los magos, ni los
augurios fundados en el examen de visceras. En nada la astrología y la genealogia de los caldeos quienes, incapaces de conocerse a sí mismos y de saber qué son y qué serán, vinculan nuestro futuro a los movimientos celestes. Nuestras fiestas no guardan relación alguna con las orgías de los tracios de las que, según es fama, derivan las
prácticas religiosas de los cultos. Ni con las celebraciones y misterios de Orfeo, a quien los griegos admiran por su sabiduría, atribuyéndose la invención de la lira con cuyo tañido atraía a sí todas las cosas. Ni con el justo castigo que Mitra impone a los iniciados en sus misterios. Ni con los descuartizamientos de Osiris o con cualquier otro suplicio venerado por los egipcios. Ni con los
infortunios de Isis, ni con los machos cabríos adorados por los mendesios, ni con el pesebre de Apis, el buey cebado por la necedad de los habitantes de Menfis, ni con las injurias con que se
honra al Nilo, el dador de frutos, como le llaman, rico en espigas y que mide la felicidad por cubos de agua.

6. Y paso por alto el culto tributado a los reptiles y a las bestias salvajes, así como el precio pagado a la obscenidad. Cada uno de éstos tenía ceremonias y fiestas propias, sólo les era común la insensatez. Dado que deseaban ser impíos hasta el extremo y
apartarse por completo de Dios, entregándose a la adoración de ídolos producto de su arte, creación de sus manos, nada mejor podían apetecer las personas sensatas sino que aquellos honrasen y
venerasen sus cosas tal y como lo hacían, de suerte que, como dice San Pablo, recibieran por recompensa un premio adaptado al error que adoraban: que a causa de sus divinidades se hicieran tanto más despreciables cuanto más las honraban. Detestables eran por su error. Más aún por la vileza de lo que adoraban y veneraban. De
manera que llegaban a ser más necios que los objetos de su adoración, superándolos en necedad tanto cuanto ellos los superaban en vileza.

7. Los hijos de los griegos y sus demonios diviértanse con estas cosas que acarrean su desgracia y, divididos por la diversidad de
opiniones e imágenes vergonzosas, dirijan a ellas el honor digno de Dios. Todo esto comenzó a suceder desde el punto en que fuimos expulsados del árbol de la vida por haber comido su fruto en
momentos que no era oportuno ni conveniente. Al instante los demonios asaltaron a los hombres incitándoles para que, como débiles que eran, se olvidaran de guiarse por la razón y abrieran las
puertas a las pasiones. Pues, envidiosos y enemigos del hombre o, mejor dicho, hechos tales por su maldad, no querían permitir que los
hombres, una vez hechos terrenos por su caída desde el cielo a la tierra, alcanzasen los bienes celestes. Ni llevaban tampoco a bien ser
desposeídos de su gloria y condición de primeros. Por ello persiguieron a la naturaleza humana, para injuriar en ella a la imagen de Dios. Y como no elegimos observar la ley, fuimos dejados al
albedrío de nuestro error; como nos equivocamos, obtuvimos la deshonra conveniente al objeto de nuestra veneración. No sólo es indigno que habiendo sido creados para las buenas obras, para la alabanza del Creador, para imitar a Dios en la medida en que nos es posible, nos hayamos convertido en instigadores de toda suerte de
pasiones que devoran al hombre interior y lo consumen miserablemente, sino que también es igualmente indigno que inventemos dioses patronos de las pasiones, a fin de que la comisión
de los pecados no sea considerada una necedad, sino algo divino.
Pues algunos pretenden justificarse con el ejemplo de aquellos a quienes adoran.

8. Mas como a nosotros, por beneficio divino, se nos ha concedido huir del error supersticioso y permanecer en la verdad y servir a Dios vivo y verdadero y estar por encima de la creación, sobrepasando a cuanto está sometido al tiempo y al movimiento, conocemos a Dios y meditamos sobre las cosas divinas. Y comenzamos nuestra
meditación por donde más conviene hacerlo. El punto de arranque más adecuado nos fue indicado por Salomón al decir: «principio de la Sabiduría: adquiere la Sabiduría». ¿A qué se refiere con «principio de la Sabiduría»? Al temor. TEMOR/COMPLA:
En efecto, no es menester que quien se inicia en la contemplación desemboque en el temor, aunque una contemplación sin mesura podría empujar hasta el precipicio. Lo que resulta necesario es que
mediante el temor, quien contempla se instruya en los principios básicos, se purifique y, por así decirlo, se disponga para elevarse a las alturas. Allí donde existe temor, se da también la observancia de los mandatos; cuando está presente la observancia de los mandatos, se encuentra la purificación de la carne, esto es, de la nube que
obnubila al alma y no le permite ver la luz divina en toda su pureza donde hay, en fin, purificación, hay iluminación. Esta constituye la plenitud del deseo para quienes aspiran a las cosas o a la cosa más grande, o a lo que está por encima de lo que es grande.

9. Por este motivo, en primer lugar cada uno debe purificarse y luego acostumbrarse a ser puro, si no queremos que nos suceda lo mismo que a Israel, que no soportaba la gloria de Moisés y, por
ende, éste debía usar un velo. O si no queremos exponernos a sentir y decir aquello que Manóaj cuando se le presentó Dios en una visión: «mujer, vamos a morir porque hemos visto a Dios». O, como Pedro en la barca, tendremos que apartarnos del Señor porque no somos dignos de su presencia (mas cuando hablo de Pedro ¿de quién hablo? De aquel que anduvo sobre las aguas). O
quedaremos ciegos como le sucedió a Saulo, cuando antes de ser purificado de las persecuciones, habló con el perseguido, o sea, con
un breve resplandor de la gran luz. O si no estamos dispuestos a hacer como el centurión que, aunque pretendía una curación, no se abrevió a recibir en su casa al médico por un temor digno de
alabanza. Diga también alguno de nosotros, todavía no purificado, que es centurión con mando sobre muchos vicios y soldados del César, es decir, del dueño del mundo, de los que andan a ras de tierra: «no soy digno de que entres bajo mi techo». Sólo cuando vea a Jesús, cuando, aun siendo pequeño en edad espiritual, se suba como Zaqueo a una higuera por la mortificación de estos miembros de barro y la superación del cuerpo de humillación, sólo entonces podrá recibir en su casa al Logos y escuchar de El: «hoy ha venido la
salvación a esta casa». Reciba entonces la salvación y produzca frutos perfectos, distribuyendo y desprendiéndose por completo de
cuanto había adquirido deshonestamente.

10. Ciertamente, el Logos es por su naturaleza terrible para quienes no son dignos de El y por su amor a los hombres, comprensible para cuantos estuvieran bien dispuestos, es decir, los que han arrojado de sus almas al espíritu impuro y material y las han barrido y adornado con el conocimiento. No han dejado al alma ociosa e inactiva, dando lugar a que con mayor aparato se apoderaran de ella los siete espíritus malignos, iguales en número a los espíritus de la verdad. Tanto más se desea algo, cuanto más difícil es su consecución. Sino que, para apartar el mal y que obrase el bien, han acogido a Cristo tanto como les ha sido posible, a fin de que las fuerzas del mal no pudiesen dominarlos de nuevo al encontrarlos vacíos, llegando a ser la situación segunda peor que la
primera64, porque el asalto ha sido más impetuoso y la vigilancia mayor y más difícil de sorprender. Mas si hemos custodiado nuestra alma con todo esmero y hemos dispuesto nuestro corazón para el
ascenso y limpiado nuestro barbecho para sembrar en el la justicia y si, según comenta Salomón, David y Jeremías, nos hemos iluminado con la luz del conocimiento, podremos hablar de la Sabiduría de Dios escondida en el misterio e iluminar también a los demás. Entre tanto, habremos de purificarnos e iniciarnos en el Logos para procurarnos todo el bien posible, haciéndonos semejantes a Dios y recibiendo al Logos cuando venga a nosotros, a fin de que no sólo lo admitamos en nosotros sino que teniéndolo en abundancia, podamos también mostrarlo a otros.

11. Purificado ya con la palabra nuestro auditorio, ¡ea! meditemos acerca de la fiesta de hoy y celebrémosla con el ánimo de quien ama la fiesta y a Dios. Dado que el punto capital de la fiesta es la
conmemoración de Dios, evoquémosle. Pues entiendo que el clamor de quienes celebran la fiesta allá arriba, es decir, en el lugar donde está la morada de los que saltan de júbilo, ese clamor, digo, no es otra cosa que un himno de gloria a Dios entonado por quienes han sido considerados dignos de habitar tal lugar. Que nadie se sorprenda si mi discurso repite cosas ya dichas: no sólo hablaré sobre las mismas cosas, sino que emplearé idénticas palabras, mientras mi lengua y mi corazón y mi pensamiento tiemblan al referirme a Dios. Os ruego además, que vosotros por vuestra parte adoptéis una actitud santa y digna de alabanza.

 TRI/NACIANCENO:
Mientras yo esté hablando de Dios, vosotros debéis dejaros iluminar por la luz que es una y tres. Tres, de acuerdo con la diversidad de
condiciones, esto es, de personas, o de hipóstasis, si alguno prefiere este término, que no discutiremos sobre palabras cuando todas ellas
expresan una misma idea. Una, conforme a la unidad de sustancia o naturaleza divina. Esta única, se divide de forma indivisa, se une, por así decirlo, separadamente. Porque la naturaleza divina es una en tres y la trinidad constituye una unidad. En las tres se halla la naturaleza divina o, por ser más exacto, las tres constituyen la
naturaleza divina. Olvidémonos de cualquier superioridad o insuficiencia: no hagamos de la unidad una confusión y de la diversidad una división. Queden lejos de nosotros tanto la
confusión de Sabelio, cuanto la división de Arrio, errores ambos opuestos diametralmente entre sí pero merecedores de una condenación semejante. ¿A qué viene reunir equivocadamente a Dios o separarlo mediante una desigualdad?

12. «Para nosotros no hay más que un Dios Padre, de quien todo procede, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas» y un solo Espiritu Santo en el que todas las cosas están.
Los términos «de quien», «por quien», «en el que» no afirman distinción de naturaleza, pues de ser así no podría alterarse el orden ni la disposición de tales partículas. Sino que mediante la definición
de la naturaleza de una persona, se obtiene la caracterización del conjunto de la naturaleza, sin que ello implique confusión. Que las tres personas se unen en una sola naturaleza resulta obvio a quien lea con detenimiento lo escrito por el Apóstol: «De El, por El y para El son todas las cosas, a El la gloria por los siglos. Amén». El Padre es padre y no tiene principio, porque no proviene de nadie. El Hijo es hijo y tiene principio, porque proviene del Padre. Mas si por
«principio» entiendes algo inserto en el tiempo entonces habrás de negar que El tenga principio, ya que es El quien ha creado el tiempo y, por tanto, no puede someterse a lo temporal. El Espiritu Santo es realmente espíritu y proviene del Padre, pero no por generación como el Hijo, sino por procesión, si se nos concede inventar esa
palabra para expresarnos con alguna claridad. Ni el haber engendrado supone algo contrario a la condición de no engendrado del Padre, ni contra la condición de engendrado del Hijo supone algo
su procedencia de quien no ha sido engendrado. ¡No podria ser de tra manera! Ni el Espiritu Santo se transforma en Padre o Hijo porque proceda de ambos y sea Dios. Aunque los impíos se resistan
a creerlo, la peculiaridad de la persona es inmutable. Pues, en efecto, ¿cómo seria peculiaridad si se moviera y transformara? Quienes consideran la peculiaridad de no ser engendrado o la de serlo como reductibles a la naturaleza de dioses que tienen el mismo nombre se verán forzados a reconocer que Adán y Set pertenecen a naturalezas distintas, ya que el primero no nació de carne, sino que fue creado
por Dios, y el segundo nació de Adán y Eva. En resumen, un solo Dios en tres Personas y tres Personas en un solo Dios, tal y como ya hemos dicho.

13. Siendo así las cosas, según las hemos expuesto, era necesario que no fueran los únicos adoradores los seres superiores, sino que
convenia que hubiera también adoradores terrenales, para que todo se llenase de la gloria de Dios, pues suyo era todo. Por tal motivo fue
creado el hombre honrado con la mano y la imagen divinas. Ahora bien, cuando el hombre se apartó miserablemente del Dios que lo había creado, no hubiera sido digno de Dios desinteresarse de su criatura. ¿Qué sucedió entonces? ¿Cuál es el gran misterio que nos
atañe? Las naturalezas se renuevan y Dios se hace hombre. El que cabalga sobre el cielo más alto hacia el oriente de su propia gloria y esplendor, es glorificado en el occidente de nuestra simpleza y
humildad y el Hijo de Dios acepta ser Hijo del Hombre y ser así llamado. No porque cambiase lo que era, que es inmutable, sino porque adquiría lo que no era, por amor al hombre, a fin de que lo
incompresible fuera comprendido. Se nos unió mediante la carne, que actuaba de velo, pues no es propio de la naturaleza creada y corruptible llevar la pureza de la naturaleza divina. Por tanto, se
mezcló lo que no podia mezclarse. No sólo Dios con lo que tiene origen, la mente con la carne, lo que está por encima del tiempo con el tiempo, lo que no admite limite con lo mensurable, sino también el nacimiento con la virginidad, la deshonra con lo que excede a todo honor, lo impasible con lo sometido a toda suerte de sentimientos, lo inmortal con lo corruptible. Y el autor del mal que, tras engañarnos con el espejuelo de una naturaleza divina, se creía invencible, es
engañado por la apariencia de carne, de manera que, creyendo atacar a Adán, tropezó con quien era Dios al mismo tiempo. Asi el nuevo Adán salvaba al antiguo, así se rompía la atadura de la
carne, así, la carne era condenada a muerte por la carne.

14. Yo, que presido esta celebración, y vosotros y cuanto está en el mundo y por encima del mundo hemos celebrado, según convenía, la Natividad de Cristo. Corrimos con la estrella, adoramos con los
Magos, con los pastores fuimos iluminados, lo glorificamos junto con los ángeles, como Simeón lo tomamos en brazos, con Ana, aquella anciana y casta mujer, lo alabamos. Gracias fueron dadas
a quien vino a su patria como extranjero, pues así glorificó a quienes realmente éramos extranjeros. Mas ahora nos hallamos ante una nueva acción de Cristo y ante un nuevo misterio. No puedo sofocar mi entusiasmo. Me siento lleno de Dios. Poco falta para que anuncie el Evangelio como Juan, que si bien no soy yo el Precursor, vengo también del desierto. Cristo es iluminado: comportémonos así nosotros. Cristo es bautizado: sumerjámonos también nosotros para que juntamente con El salgamos del agua.
Es bautizado Jesús. ¿Esto sólo? ¿O también es necesario considerar el resto de sus acciones? ¿Quién es el bautizado? ¿Por quién? ¿Cuándo? ¿Siendo puro es bautizado por Juan cuando da inicio a las señales divinas? ¿Qué hemos de aprender? ¿Cómo debemos instruirnos con este acontecimiento? Debemos purificarnos, ser
humildes y anunciar su palabra en la madurez de la edad física y espiritual. Aludo a quienes improvisan la administración del Bautismo, no la preparan, no procuran que, mediante la disposición para recibir la gracia, se logre la seguridad que otorga el Bautismo.
Pues si la Gracia, que de Gracia se trata, confiere el perdón de los pecados, urge prevenirse para no recaer en el antiguo vómito. En segundo lugar, me refiero a quienes se alzan contra quienes administran los misterios, en el caso de que se distingan por una especial dignidad. Por fin, aludo en tercer lugar a quienes presumen de su juventud y piensan que toda edad es buena para enseñar o
para asumir un cargo presbiteral. Se purifica Jesús: ¿despreciarás tú la purificación? Es purificado por Juan: ¿te rebelarás tú contra quien te enseña el Evangelio? Tenía treinta años, ¿enseñarás a los
ancianos tú, que aún eres imberbe? ¿Crees que para enseñar no se requiere el respeto que dispensan la edad y la forma de ser?
Entonces acuden al caso de Daniel o al de cualquier otro juez joven, y tales ejemplos corren de boca en boca. En efecto, nunca falta
justificación a quien quiere obrar injustamente. Mas la excepción no ha de ser hecha ley en la Iglesia. Una golondrina no hace primavera, ni un solo trazo hace al geómetra, ni una sola travesía al buen marino.

15. Juan bautiza y se le acerca Jesús, quizá para santificar al que bautiza, en cualquier caso, es evidente que para santificar a todo el antiguo Adán, sumergiéndolo consigo en el agua del Bautismo.
Pero antes que a éstos y por su causa, santifica al río Jordán. Como era espíritu y carne, comienza por el espíritu y el agua. Juan se resiste y Jesús le convence. «Soy yo quien tiene necesidad de ser
bautizado por ti»93, dice la luz al sol, la voz al Logos, el amigo al esposo, el que está por encima de todos los nacidos de mujer, al Primogénito de toda criatura, el que saltó de alegría en el vientre
de su madre al adorado cuando estaba aún en el seno materno, el Precursor que precedería a quien se muestra y habrá de mostrarse. «Soy yo quien tiene necesidad de ser bautizado por ti». Y añade también: «en favor tuyo». Pues sabía que sería
bautizado con el martirio o que, como Pedro, no lavaría sólo suspies. Y sigue: «¿y vienes tú a mí?» También esto es profético:
sabía que, tras Herodes, enloquecería Pilatos y de ese modo Cristo seguiría a aquel que ya antes había sido muerto. ¿Qué contesta Jesús? «Déjame ahora», esto se ajusta a lo convenido.
Conocía bien que, poco después, El bautizaría al Bautista. ¿Qué significa el bieldo? La purificación. ¿Y el fuego? La destrucción de lo mudable y el fervor del Espíritu. ¿Y el hacha?
Que será arrancada el alma que permanezca estéril tras recibir el estiércol. ¿Qué significa la espada? El corte hecho por el Logos, la división establecida entre lo peor y lo mejor, la que separa al creyente del incrédulo, la que enfrenta al hijo, a la hija, a la esposa, con el padre, la madre, la suegra, la que distingue las cosas nuevas y recientes de las viejas y sombrías. ¿Qué significa la correa de la sandalia, esa que no osas desatar tú que bautizas a Jesús, que vienes del desierto y no te alimentas, que eres el nuevo Elías, incluso superior al profeta, pues has visto al profetizado, tú, mediador del Antiguo y el Nuevo Testamento? ¿Qué significan todas estas cosas? Se trata, tal vez, de explicaciones sobre la venida de Cristo y su Encarnación, explicaciones cuya interpretación no es fácil, ni siquiera en lo fundamental y ello no sólo para cuantos son aún carnales e infantiles en Cristo, sino también para los que, como Juan, están ya en el Espíritu.

16. Sale Jesús del aguar. J/BAU: Consigo lleva levantado el mundo y ve cómo se abren los cielos que Adán se había cerrado a sí mismo y a cuantos de él descendieran, como había cerrado también
el Paraíso con flameante espada. El Espíritu da testimonio de la naturaleza divina de Jesús: acude a encontrarse con su igual. Y otro tanto la voz del cielo, pues de allí procedía Aquél de quien se da
testimonio. El Espíritu se manifiesta corporalmente en forma de paloma, honrando así al cuerpo, honrado ya antes por Dios mediante la deificación. Por otra parte, ya desde antiguo la paloma estaba acostumbrada a anunciar el final del diluvio. Claro que si tú estimas la naturaleza divina atendiendo al peso y al volumen, te ha de parecer insignificante el Espíritu, pues se presenta en forma de paloma. ¡Ah, mezquino para contemplar tales grandezas! Incluso cuentas con la posibilidad de despreciar el reino de los cielos, que es comparado con un grano de mostaza. Y, por supuesto, advertirás que el enemigo aventaja en grandeza a Jesús, porque aquel recibe los nombres de «monte alto», «Leviatán» y rey de lo que se halla en las aguas, mientras que Jesús es el cordero, la perla, la gota y otros nombres semejantes.
17. Es decoroso que en la fiesta del Bautismo del Señor nos aprestemos para sufrir un poco por Aquél que por nosotros asumió una cierta forma, fue bautizado y crucificado. ¡Ea! Consideremos
las diversas maneras en que puede recibirse el Bautismo, para que así nos vayamos de aquí purificados. Bautizó Moisés, pero en elagua. Y antes aún, en la nube y en el mar. Como nota San Pablo, esto era una figura: el mar era figura del agua del Bautismo; la nube, del Espiritu; el maná, del pan de vida; la bebida, de la bebida divina. También Juan bautizó. Mas ya no lo hizo a la
manera de los judíos, puesto que no bautizaba sólo con agua, sino además en función del arrepentimiento. No obstante, no era todavía enteramente espiritual, pues no bautizaba en nombre del Espiritu Santo. Por último, bautiza Jesús y lo hace en el nombre del Espiritu. Este es el bautismo perfecto. Detengámonos un poco en
este punto: ¿cómo es posible que no sea Dios Aquél gracias al cual llegas tú a ser dios?. Aún conozco un cuarto tipo de bautismo:
aquel que se obtiene por el testimonio y la sangre. Cristo también fue bautizado según este cuarto modo, que es mucho más venerable que los anteriores, porque no admite ser mancillado después con mancha alguna. Por fin diré que hay todavía un quinto bautismo.
LAGRIMAS/BAU Es el de las lágrimas. Este resulta en extremo penoso, pues riega cada noche con lágrimas el propio lecho y el estrado. Este es propio de aquel cuyas llagas son fétidas, que
camina llorando y entristecido y reproduce el arrepentimiento de Manasés y la humillación con que Ninive alcanzó el perdón. Es el bautismo perteneciente a quien pronuncia en el templo las palabras del publicaNo, que es juzgado por contraposición con la arrogancia del fariseo. El bautismo propio de quien, como la cananea, se
ampara en la misericordia y suplica migajas, esto es, el alimento de un perro hambriento.

18. Por mi parte, yo reconozco que, como hombre que soy, soy un animal voluble y de frágil naturaleza. Acepto el bautismo de buen grado, venero a quien me lo ha concedido y procuro que los demás participen de él, mostrándome misericordioso para poder alcanzar misericordia. Pues me sé rodeado de debilidad y recuerdo que seré medido según midiere. Mas ¿qué dices, qué dispones tú, nuevo fariseo, puro de nombre, que no de comportamiento, que nos echas a la cara las doctrinas de Novato mas te dejas llevar también por sus debilidades? ¿No aceptas el arrepentimiento? ¿No das lugar a los lamentos? ¿No te mueven a llanto las lágrimas ajenas? ¡Que no topes con un juez como tú! ¿No respetas la misericordia de Jesús, que soportó nuestras enfermedades, cargó con nuestros dolores y
vino no por los justos, sino por los pecadores, para conducirlos a penitencia, que prefirió la misericordia al sacrificio y manda perdonar los pecados hasta setenta veces siete? ¡Bendita
arrogancia la tuya si es pureza y no vanidad, que pone preceptos que superan la capacidad humana y aniquila con la desesperación el deseo de enmienda! Son malas por igual una absolución imprudente y una condenación que no admita el arrepentimiento. La primera suelta las riendas por completo. La segunda ahoga con su violencia.
Muéstrame tu pureza y aceptaré tu severidad. Mas mucho me temo que, estando tú lleno de heridas, no admitas la posibilidad de curación. ¿No aceptas el arrepentimiento de David, gracias al cual
conservó la gracia que le había sido profetizada? ¿Rechazas al gran Pedro, que durante la Pasión del Salvador se dejó arrastrar por un sentimiento meramente humano? Le perdonó Jesús, sin
embargo, y mediante tres preguntas y tres respuestas sanó su triple negación. ¿No es acaso prueba de que le aceptó el que llegara a la perfección merced a su muerte en el martirio? También esto es propio de tu presunción. ¿Tampoco aceptarás a aquél que en Corinto
transgredió la Ley? Mas Pablo con la enmienda de su vida ratificó su caridad. Y éste fue el motivo: «para que no se viera consumido por excesiva tristeza» si era castigado con excesivo rigor. ¿No toleras el matrimonio de las viudas jóvenes argüyendo que, por su edad, son fáciles de conquistar? Pablo sí osó hacerlo. Claro que tú, sin
duda, eres su maestro, pues has alcanzado el cuarto cielo, has visto otro paraíso y escuchado palabras secretas y has rodeado tu evangelio con un gran círculo.

19. Mas tú podrías decir: «tales cosas no proceden después del Bautismo». ¿En qué te basas? Pruébalo o no lo condenes. Si la cuestión es ambigua sea nuestra guía la misericordia. Según tú dices, Novato «no recibió a quienes habían cometido apostasía en el momento de la persecución». ¿Y qué? Actuó ciertamente con
rectitud si los tales no se habían arrepentido. Tampoco yo acepto a quienes no se someten o no lo hacen dignamente o no compensan el mal con su enmienda. Cuando los acepto asigno a cada uno de ellos el puesto que le convienen. Mas si Novato no admitió a quienes se consumían en llanto por su pecado, no seré yo quien le imite. ¿Por qué he de tomar como norma la crueldad de quien no condenaba la avaricia, que es una forma de idolatría, y sin embargo castigaba cruelmente la fornicación, como si él no fuera de carne y hueso?
¿Qué decís? ¿Os han convencido nuestras palabras? Poneos entonces junto a nosotros que somos hombres. Exaltemos todos juntos al Señor. Que ninguno de nosotros, por mucha confianza que tenga en sí mismo, ose decir: «nadie me toque, yo soy puro», ni «¿quién como yo?». Hacednos partícipes de vuestro esplendor. ¿No
os hemos persuadido? Lloraremos, entonces, por vosotros. Quienes lo deseen vengan por nuestro camino, que es el de Cristo. Quienes no, vayan por el suyo. Tal vez en el otro mundo sean bautizados con fuego, padeciendo el último Bautismo, el más penoso y largo, el que devora la materia como pasto y consume la ligereza de todos los males.

20. Honremos hoy nosotros el Bautismo de Cristo y celebrémoslo bien, no deleitándonos con el vientre sino alegrándonos espiritualmente. Mas ¿cómo podremos deleitarnos? «Lavaos, sed
puros». Si sois de color púrpura por el pecado o de un tono menos sanguinolento, volveos blancos como la nieve. Mas si sois del color escarlata y casi perfectos en la sangre, alcanzad la blancura
de la lana. En cualquier caso, purificaos y aumentad vuestra pureza, porque nada alegra a Dios tanto como la corrección y la salvación del
hombre. En favor de él fue dada toda palabra y todo misterio, para que actuara como luz del mundo, como fuerza vivificadora para el resto de los hombres, para que colocados como luces perfectas junto a la gran luz, seáis iniciados en la luz que proviene del cielo, iluminados de una forma más pura y clara por la Trinidad, de quien
recibís ahora el único resplandor de la única naturaleza divina en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.


                                  Catecismo Ortodoxo 

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Diferencia- Católica y el Bautismo Ortodoxo

               

   bautismo papista
                     
 
bautismo ortodoxo

Un extracto de El Pidalion, por San Nicodimo el Aghiorita

Toda esta teoría que hemos estado exponiendo aquí no es nada superflua; por el contrario, es algo muy necesario, para cualquier ocasión en general, pero especialmente hoy, con relación a la gran controversia y disputa generalizada que está surgiendo a causa del bautismo de los latinos, no simplemente entre nosotros y los latinos, sino también entre nosotros y los de mente latina (conocidos de otra forma como “latinistas”). Así, siguiendo lo que hemos dicho, según lo exige la forma del canon apostólico, declaramos que el bautismo de los latinos es falsamente llamado bautismo, y por esta razón no es aceptable o reconocible ya sea en la base del rigor o ya sea en la base de la ɶconomía. No es aceptable sobre la base del rigor: 1º, porque son herejes. Que los latinos son herejes, no hay necesidad de que mostremos ninguna prueba por el momento. El hecho en sí de que hayamos tenido tanto desprecio y aversión contra ellos durante tantos siglos es una prueba evidente de que los detestamos como herejes (nota del webmaster: no a ellos como personas sino a su herejía), de la misma forma, hay que señalar, que lo hacemos con los arrianos, sabelianos, o los que niegan el Espíritu, y los macedonianos. Sin embargo, si alguien quisiera conocer sus herejías en los libros, las encontraría todas en los libros del santo patriarca de Jerusalén, Dositeo el Papomastix (es decir, el Azote de los papas), junto con su afamada reputación. Sin embargo, puede obtener suficiente conocimiento incluso del librito del reputado Meniatos, titulado “Una piedra de escándalo”, [traducido al inglés del original griego “Petra Scandalou”]. Baste señalar lo mucho que dijo de ellos San Marcos de Éfeso en Florencia (en la 25ª asamblea general), comentando con franqueza: “Nos hemos separado de los latinos a causa de que no sólo son cismáticos, sino también herejes”. Razón de más para no pensar ni siquiera en unirnos con ellos. Incluso el gran eclesiástico Silvestre (Sección 9, cap. 5), dijo: “La diferencia de los latinos es una herejía, y nuestros predecesores también lo sostuvieron así”. Por eso, se admite que los latinos son herejes de toda la vida, y es evidente en primer lugar por el hecho de que no están bautizados, según las afirmaciones de San Basilio el Grande, citado anteriormente, y de los santos que le precedieron, Cipriano y Firmiliano. Pues habiéndose convertido en laicos a causa de su separación de la Iglesia Ortodoxa, ya no tienen con ellos la gracia del Espíritu Santo con la que los sacerdotes ortodoxos llevan a cabo los misterios. Este es un argumento sólido e indiscutible, así como los cánones de San Basilio el Grande son sólidos e indiscutibles, y las palabras de San Cipriano, el eclesiástico mártir, que ya recibieron y mantienen la sanción del santo 6º Concilio Ecuménico. 2º, los latinos no están bautizados porque no observan las tres inmersiones que deben ser administradas al bautizado, según las instrucciones que recibió la Iglesia Ortodoxa, de manos de los santos apóstoles desde el principio. Los antiguos latinos, siendo los primeros en innovar el bautismo apostólico, comenzaron a utilizar la infusión, que es el proceso de verter un poco de agua sobre la cabeza del niño, una práctica que aún es común en muchas regiones; pero la mayoría de ellos utiliza un manojo de cerdas de cabello y vierten unas cuantas gotas de agua, tres veces, sobre la cabeza del niño. Sin embargo, en otros lugares de la tierra, como nos ha informado quien ha regresado de allí, toman un pequeño algodón (todo el mundo sabe cuánta agua absorbe el algodón), y empapándolo en agua, lo pasan por el niño y dicen que ya está bautizado. Así, los latinos no están bautizados porque no realizan las tres inmersiones y emersiones, según la tradición apostólica. En cuanto a las tres inmersiones, no decimos cuán necesarias e indispensables son para la celebración del bautismo. Quien lo desee, puede leer sobre esto, pero para cualquier necesidad que pueda haber, permitidle leer el manual del docto y sabio Eustracio. Pero también deberíamos decir, en conexión con el canon apostólico 50, lo que se necesita sobre este punto. Sin embargo, si alguien entre los latinos o los de mentalidad latina exponen una reclamación a las tres invocaciones a la Santa Trinidad, no debe pretender olvidarse de las cosas que se le habían dicho antes por medio de los santos Firmiliano y Atanasio el Grande: a saber, que esos piadosísimos nombres son improductivos e inefectivos cuando son pronunciados por la boca de los herejes. Pues, a menos que este sea el caso, debemos creer ciertamente que esos perversos ancianos realmente obran milagros simplemente repitiendo los divinos nombres en sus encantamientos. Así, los latinos no pueden realizar un bautismo porque son herejes y han perdido la gracia requerida para celebrar los ritos de crismación, y han añadido a sus iniquidades la de destruir el bautismo apostólico de las tres inmersiones. Así, digo, los que acepten los rociados de los latinos (a menudo dignificados con el nombre de aspersión) reflejan lo que pueden decir en forma de respuesta a la autoridad del presente canon apostólico, e incluso en respuesta al siguiente (canon 47). Sé lo que argumentan los defensores inmediatos del pseudo-bautismo latino. Argumentan que nuestra Iglesia estaba acostumbrada a aceptar conversos de los latinos (“sólo”) con la crismación, y existe, de hecho, alguna formulación en la que se especifican términos por los que podrían admitirse así. Con relación a esto respondemos con simples y justas palabras: que es suficiente que admitáis que solían recibirlos “sólo” con la crismación. Por eso, son herejes. Pues, ¿porqué crismarlos si no eran herejes? Así, siendo admitidamente herejes, no es probable que la Iglesia Ortodoxa y Apostólica ignorara deliberadamente estos cánones apostólicos y los cánones de los concilios que hemos señalado en las páginas precedentes. Pero, puesto que es obvio y nos es propio creer, la Iglesia deseaba emplear alguna gran ɶconomía con respecto a los latinos, teniendo como ejemplo propicio para su propósito este gran y santo Segundo Concilio Ecuménico. El hecho es que el Segundo Concilio, como hemos dicho, empleó la ɶconomía y aceptó el bautismo de los arrianos y los macedonianos, con el fin y la esperanza de su regreso a la fe y recibir pleno entendimiento de esto, y para evitar que se convirtieran en bestias aún más salvajes contra la Iglesia, puesto que también eran muchos y fuertes con respecto a las cosas externas. Y, como cuestión de hecho, obtuvieron este fin y alcanzaron esta esperanza. Pues, gracias a esta ɶconomía, aquellos hombres fueron más gentiles con los cristianos ortodoxos y, llegaron tan lejos en la piedad, que en poco tiempo casi desaparecieron completamente o muy pocos de ellos permanecieron en el error. Por eso, los que nos precedieron también emplearon la ɶconomía y aceptaron el bautismo de los latinos, especialmente cuando se realizaba en la segunda forma, porque el papismo, o papado, estaba entonces en su apogeo y tenía todas las fuerzas y poderes de los reinos de Europa en sus manos, mientras que, por otro lado, nuestro propio reino respiraba sus últimos suspiros. Por tanto, habría sido necesario, si tal ɶconomía no se hubiera empleado, que el papa indujera a las huestes latinas contra los orientales, tomándolos como prisioneros, matándolos, e infligiéndoles otras incontables barbaridades. Pero ahora que ya no son capaces de infligir tales aflicciones sobre nosotros, como resultado del hecho de que la divina Providencia nos ha prestado un guardián que, al final, ha doblegado la frente de esos arrogantes y altivos monstruos, ahora, digo, que la furia del papismo (también conocido como catolicismo romano, o papado) ya no sirve de nada contra nosotros, ¿qué necesidad hay ya de ɶconomía? Pues hay un límite para la ɶconomía, y no es perpetuo e indefinido. Por eso, Teofilacto de Bulgaria dice: “El que hace cualquier cosa en materia de ɶconomía, lo hace, no como algo simplemente bueno, sino como algo necesario para el momento” (Comentario a Gálatas 5:11). “Hemos empleado la ɶconomía de forma suficiente”, dice San Gregorio el Teólogo en su elogio de Atanasio, “sin adoptar lo que es ajeno o corromper lo que es nuestro, lo cual nos haría realmente malos ɶcónomos (o pobres administradores de la ɶconomía)”. Por eso también digo que es realmente una pobre ɶconomía la que no sirve para convertir a los latinos y nos fuerza a transgredir el rigor de los sagrados cánones y a aceptar el pseudo-bautismo de los herejes. “Pues la ɶconomía debe ser empleada donde no hay necesidad de transgredir las leyes”, dice el divino San Juan Crisóstomo. El hecho de que tal formulación fuera hecha ɶconómicamente es claramente evidente por esto, pues hasta entonces los orientales habían estado bautizando a los occidentales que regresaban, como es testificado por el concilio local Lateranense de Roma, llevado a cabo en el año 1211. Y dice en su cuarto canon que los orientales no deberían celebrar servicios donde los occidentales han estado celebrando servicios, a menos que purifiquen primeramente el lugar por la ceremonia de santificación. Y después, dice que los orientales mismos rebauticen a los que se unan a la Iglesia Oriental, en aquellos lugares en los que no han tenido un santo bautismo apostólico a causa de la herejía del papismo. (Ver Dositeo, p. 8-24 del Dodecabiblus). Así, cuando se tiene en cuenta que hasta ese momento, según los testimonios de los mismos enemigos, los orientales habían estado bautizándolos, es evidente que era en aras de una gran ɶconomía y que empleaban luego el recurso de la crismación, simplemente porque nuestra raza no se podía permitir, en la difícil situación en la que se encontraba entonces, excitar más allá la manía del papado, y además, hay evidencia en el hecho de que abrogaran e invalidaran todo lo que se había hecho de forma incorrecta en Florencia, habiendo un gran entusiasmo entre los latinos a este respecto. Por eso, la necesidad de la ɶconomía cesó, y el rigor y los cánones apostólicos deben tomar su lugar.

De El Pidalion (Libro de los santos cánones de la Iglesia), pp. 72-74. Esta es una nota de la interpretación de San Nicodemo del canon 46, de los Cánones de los Santos Apóstoles.

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Santos cánones y escritos relacionados con el ecumenismo


Primer concilio ecuménico de Nicea
Sobre la oración con los herejes

Canon XLV de los Santos Apóstoles

Si un Obispo, sacerdote o diácono se une a la oración de los herejes, que sea suspendido; pero si les permite cumplir un servicio litúrgico en calidad de clérigos, que sea destituido.

Canon LXV de los Santos Apóstoles



Si alguien del clero o un laico entra a rezar a una sinagoga judía o hereje, que sea destituido del orden sagrado y excomulgado de la comunión con la Iglesia.


Interpretación de San Nicodemo

El presente canon reconoce que es un gran pecado para cualquier cristiano el entrar en una sinagoga de los judíos [o en una asamblea] de los herejes para orar [con ellos]. Pues, “¿Qué concordancia hay entre Cristo y Belial?” (2ª Corintios 6:15), según dice el divino apóstol. Pues si los mismos judíos violan la ley yendo a sus sinagogas y ofreciendo sacrificios, en vista del hecho de que ofrecer sacrificios en cualquier lugar fuera de Jerusalén está prohibido, según la ley, (como lo atestigua el divino San Justino en su diálogo con Trifón, y Sozomeno en su Historia eclesiástica, Libro 5, cáp. 21, y San Juan Crisóstomo en su segunda homilía contra los Judíos) , ¿cuánto más prohibido estará el que un cristiano viole la ley rezando junto con los verdugos de Cristo? Por otra parte, se debe enfatizar que cualquier iglesia de los herejes, o cualquiera de sus asambleas, no debe ser honrada asistiendo a ella, sino que debe ser rechazada y despreciada, en razón a que creen cosas contrarias a las creencias de los verdaderos cristianos ortodoxos. Esta es la razón por la que el presente canon ordena que si alguien del clero o un laico entra en la sinagoga de los judíos o en una asamblea de los herejes para orar, el clérigo debe ser depuesto de su oficio y al mismo tiempo debe ser excomulgado en base a que ha cometido un gran pecado, pero el laico solo debe ser excomulgado, ya que, puesto que es laico, ha pecado en menor grado que el clérigo, y como tal no debe aplicársele ninguna deposición y no puede ser depuesto. O, para decirlo más correctamente, según lo interpretan algunos, el clérigo que entre en una sinagoga de los judíos o en una asamblea de los herejes para orar, debe ser destituido de su cargo, mientras que el laico que haga lo mismo, solamente será excomulgado. Léase también la interpretación de Ap. VII y Ap. XLV. (A continuación)

Canon de los apóstoles VII



Si alguno de los obispos, presbíteros o diáconos festejare el día de la Santa Pascua antes del solsticio de primavera, junto con los judíos, que sea expulsado del orden sagrado.



Comparar con Reglas Ap. 70; VI Ecuménico11; Antioquia 1; Laodicea 37. El tiempo del festejo de la Pascua fue establecido por el Primer Concilio Ecuménico. La presente regla establece el momento astronómico del festejo de la Pascua (antes del solsticio de primavera). Pero, no es menos importante el otro principio indicado en la regla: no se puede celebrar la Pascua conjuntamente con los judíos, ya que la celebración de los Cristianos debe estar separada de ellos sin unirse de manera alguna con aquellos que son ajenos al Salvador. Esta regla no es respetada en Occidente, donde la celebración de la Pascua según el nuevo calendario a veces coincide con la festividad judía.



Explicación del canon XLV de los apóstoles



Si un Obispo, sacerdote o diácono se une a la oración de los herejes, que sea suspendido; pero si les permite cumplir un servicio litúrgico en calidad de clérigos, que sea destituido.



En su 1 regla, San Basilio el Grande dice, que los antiguos “llamaban herejes a quienes se separaron por completo y se apartaron en la misma fe” (de la Iglesia Ortodoxa). La herejía, según su definición, “es una diferencia evidente en la propia fe en Dios.” La regla Apostólica 10 prohíbe la oración en conjunto con los excomulgados de la Iglesia, quienes pueden haber sido sujetos a tal castigo por algún pecado grave. Más aún se separa de la Iglesia una persona, que no acepta la enseñanza dogmática de la Iglesia y se opone a ella. Por ello, un obispo o un clérigo, que se une en oración con los herejes, es excomulgado, es decir, se le prohíbe oficiar. Pero, se castiga más severamente con la expulsión, es decir, se le quita el orden, al obispo o clérigo que permitió a un hereje realizar ceremonias en la Iglesia, como si fuera su servidor, expresado de otra manera: quien reconoció en la ceremonia de un clérigo herético la fuerza de un sacramento ortodoxo. En calidad de ejemplo contemporáneo de la trasgresión a la regla, se puede citar el caso cuando se le permite a un sacerdote católico romano o protestante realizar el matrimonio de un feligrés propio o el permiso otorgado a éste último de recibir la Comunión de un sacerdote de otra confesión. A este respecto, la regla 45 de los Apóstoles se completa con la siguiente regla 46. Comparar Reglas Apostólicas 10, 11 y 46; III Ecuménico 2 y 4; Laodicea 6, 9, 32, 33, 34, 37; Timoteo de Alejandría 9.
Canon XLVI de los Santos Apóstoles



Ordenamos expulsar a los Obispos o presbíteros que hayan recibido el sacramento del bautismo o la ofrenda de herejes. ¿Qué acuerdo puede haber entre Cristo y Belial, qué unión puede haber entre un fiel y un infiel?

Nota del webmaster: No negamos que el “bautismo” de los herejes pueda ser recibido por “Economía” en algunas circunstancias (aunque hoy en día, esta “economía” se ha convertido, a causa del Ecumenismo, en la “norma”, en vez de la excepción). Este canon ha sido incluido aquí, principalmente por la “interpretación” que San Nicodemo realiza de él en el Pidalion (p. 68). Las sabias palabras del santo instruyen a los cristianos ortodoxos descarriados que participan apoyando el movimiento ecuménico, y que piensan que es apropiado entrar en las iglesias de los cristianos heterodoxos, y unirse a ellos en su culto y oración.

Es deber de los cristianos ortodoxos huir de los herejes y de sus ceremonias y ritos. Estos, es decir, los herejes, deben, sin embargo, ser reprendidos y advertidos por los obispos y presbíteros, con la esperanza de que no continúen y salgan de su error. Por esta razón, el presente canon prescribe que si un obispo o presbítero acepta el bautismo de los herejes como correcto y verdadero, o cualquier sacrificio ofrecido por ellos, debe ser expulsado. Porque, “¿qué concordancia entre Cristo y Belial? ¿O qué comunión puede tener el que cree con el que no cree?” (2ª Corintios 6:15). Los que aceptan las acciones de los herejes, y tienen puntos de vista similares a ellos, o cualquier cosa semejante, deben afanarse en liberarse de su creencia errónea. Pues, ¿cómo pueden aquellos que participan en sus ceremonias religiosas y ritos criticarlos con la mira de persuadirlos para que salgan de su cacodoxia y de su herejía errónea?

Canon IX de Laodicea (aprobado también por el concilio ecuménico)

Que no les sea permitido a las personas que pertenecen a la Iglesia dirigirse a los cementerios de los herejes, o a los así llamados lugares martiriales para orar o recibir curación. Si los fieles concurren allí, que sean excomulgados por un cierto tiempo. Aquellos que se arrepientan y confiesen su pecado, que sean admitidos a la comunión.
Canon XXXIII de Laodicea



No se debe orar con herejes o cismáticos.
Asamblea extraordinaria de la sagrada comunidad del Monte Athos

9/22 de Abril de 1980

3. El diálogo teológico no debe, de ninguna manera, estar relacionado con la oración en común, o mediante la participación conjunta en servicios litúrgicos o adoración de ningún tipo, o en otras actividades que puedan crear la impresión de que nuestra Santa Iglesia Ortodoxa acepta, por un lado, a los católicos romanos como parte plena de la Iglesia, o por el contrario, al papa como obispo canónico de Roma. Actividades como estas engañan a la plenitud del pueblo ortodoxos, al igual que a los católicos romanos, fomentando en ellos una idea equivocada de lo que la fe ortodoxa enseña.
Sobre la fecha de la Celebración de la Pascua


Canon VII de los Santos Apóstoles



Si alguno de los obispos, presbíteros o diáconos festejare el día de la Santa Pascua antes del solsticio de primavera, junto con los judíos, que sea expulsado del orden sagrado.





Canon I de Antioquia



Todo aquel que ose transgredir lo establecido sobre la salvadora festividad de la Pascua por el santo y gran Concilio de Nicea, reunido en presencia del piadosísimo Emperador Constantino amado por Dios, que sea excomulgado y expulsado de la Iglesia si insiste en oponerse con el ánimo de contrariar a lo que fue bien establecido. Esto fue dicho con respecto a los laicos. Si después de la promulgación de este canon alguna autoridad de la Iglesia, es decir, un obispo, presbítero o diácono osare aislarse, confundiendo a la gente y disturbando las iglesias, y celebrare la Pascua junto con los judíos, el santo Concilio ya lo condena a ser ajeno a la Iglesia, por ser culpable de pecado para sí mismo y causa de disturbios y seducción para muchos. El concilio no sólo destituye a tales personas de la liturgia, sino también a todos cuantos osaren estar en comunión con ellos luego de su destitución del sacerdocio. Los destituidos son privados también de los honores visibles con los que son honrados según los santos cánones y el divino sacerdocio.

Ver también el Sigillon de 1583, que anatematizó el calendario gregoriano papal.




Sobre la separación de los jerarcas herejes


Del primer canon de San Basilio

Cisma es el nombre aplicado a aquellos que, a causa de razones eclesiásticas, o por cuestiones remediables, han desarrollado una disputa entre sí. Parasinagogas es el nombre que se aplica a las reuniones celebradas por los presbíteros u obispos insubordinados, y a los que se adhieren a ellos y demuestran no tener ningún conocimiento de la doctrina ortodoxa. Así, por ejemplo, cuando alguien ha sido acusado de un delito menor celebrando la liturgia y ha rehusado someterse a los cánones, y conmemora al obispo en la liturgia por sí mismo, y otras personas se fueron con él, abandonando la santa iglesia, esto es una parasinagoga.
Canon XXXI de los Santos Apóstoles

Si, despreciando a su Obispo, un sacerdote arrastra gente y erige otro altar, sin acusar por medio de un juicio a su obispo en algo contrario a la devoción y a la verdad, que sea destituido por pedigüeño. Que sea alejado como amante del mando, ya que se convirtió en usurpador del poder. Del mismo modo que sean alejados todos los demás miembros del clero que se unieron a él. Los laicos que sean excomulgados. Que esto se cumpla luego de tres requerimientos del Obispo.

Interpretación (de San Nicodemo y San Agapios)

“El orden sostiene la coherencia entre las cosas terrenales y las cosas celestiales, según San Gregorio el teólogo. Así, el buen orden debe mantenerse en todas partes, ayudando a preservar la coherencia y el sistema establecido, especialmente entre los clérigos, que necesitan conocer sus propias normas, evitando exceder los límites y las fronteras de su propia clase. Mas los presbíteros, diáconos y todos los clérigos deben someterse a su propio obispo; el obispo, por su parte, a su metropolitano; los metropolitanos, por su parte, a su propio patriarca. A este respecto, el presente canon apostólico ordena lo siguiente: cualquier presbítero que desprecie a su obispo, y sin conocimiento manifieste que este es culpable, ya sea en relación a la piedad o a la verdad, es decir, sin saber que sea manifiestamente un hereje o un injusto, y reúna a algunos cristianos y construya otra iglesia, y celebre separadamente, sin el consentimiento ni la aprobación de su obispo, haciendo esto conscientemente debe ser depuesto; ya que, al igual que un tirano trata, con violencia y tiranía, pretende arrebatar la autoridad que le pertenece al obispo. Y también cualquier clérigo que se una a él en tal apostasía debe ser depuesto de su oficio al igual que este; y los laicos, que sean excomulgados. Sin embargo, esto debe ser hecho después de tres requerimientos del obispo, instando amistosamente a los que se han separado a que renuncien a tal conyunta, y renuncien concienzudamente a ello. Sin embargo, a aquellos que se separan de su obispo antes de una investigación sinodal porque este está predicando alguna creencia errónea y hace pública la herejía, no están sujetos a las penitencias anteriores, sino que tienen derecho a reclamar el honor debido a los cristianos ortodoxos según el canon XV del Primer-Segundo Concilio.

Canon XV del Primer-Segundo Concilio

“Las normas establecidas con relación a los presbíteros, obispos y metropolitanos son aún más aplicables a los patriarcas. Así que, en caso de que algún presbítero, obispo o metropolitano reniegue de la comunión con su patriarca, y no mencione su nombre según la costumbre dispuesta y ordenada, en la divina Mistagogia, sino que, antes de que se haya pronunciado un veredicto por parte del concilio, se dictara sentencia contra él, creando un cisma, el santo sínodo decreta que esta persona sea tratada como ajena a cualquier función sacerdotal, si fuera culpable de haber cometido esta transgresión contra la ley. Según esto, estas reglas han sido selladas y ordenadas con respecto a aquellos que, bajo el pretexto de arremeter contra sus superiores, crean un cisma, y rompen la unión de la Iglesia. Por otro lado, con respecto a las personas que, a causa de alguna herejía condenada por los santos sínodos, o los padres, se separan de la comunión con su patriarca, es decir, siendo predicada públicamente la herejía, y siendo enseñada públicamente también en la iglesia, estas personas no solo no están sujetas a un castigo canónico, por haberse separado a sí mismas de todos y de toda comunión con el obispo antes de que se haya dictado un veredicto conciliar o sinodal, sino que, por el contrario, son dignos de gozar del honor que les corresponde como cristianos ortodoxos. Pues han desafiado, no a los obispos, sino a los pseudo obispos y pseudo maestros; y no han sesgado la unión de la Iglesia con ningún cisma, sino que, por el contrario, han sido diligentes en rescatar a la Iglesia de los cismas y divisiones”.

Comentarios sobre el Primer y Segundo Concilio, encontrados en la Vida de San Focio el Grande, por el eminente estudioso y santo serbio Hieromonje Justin Popovic de Chelije (De San Focio, Sobre la Mistagogia del Espíritu Santo, traducido por el Monasterio de la Santa Transfiguración (Studion Publishers, 1983)

Manteniendo su mansedumbre, su amor por el orden y los cánones de la Iglesia, San Focio convocó un segundo concilio en la Iglesia de los Santos Apóstoles en la primavera de 861*, con la aprobación del emperador Miguel. Esta asamblea fue conocida más tarde como el primer concilio. Muchos obispos, incluyendo a los representantes del papa Nicolás, estuvieron presentes. Todos confirmaron las determinaciones del santo Séptimo Ecuménico, condenando, una vez más, la herejía iconoclasta, y aceptaron a Focio como el legítimo y canónico patriarca. En este concilio, fueron promulgados diecisiete santos cánones con el propósito de unir a los monjes y obispos desobedientes a la armonía con la tradición y orden eclesiástico. A los monjes desobedientes se les prohibió abandonar a su obispo excusándose en la supuesta impiedad de los obispos, pues esto trae el desorden y el cisma a la Iglesia. El santo concilio añadió que el clero podía rechazar al obispo del que se pensara que fuera impío solo mediante decisión del concilio. Esta regla fue adoptada como respuesta directa a lo irracionales y estrictos monjes que se habían separado de su nuevo patriarca y sus obispos. Sin embargo, el santo concilio distinguió entre rebelión irracional y loable resistencia en defensa de la fe, a la cual alentó. Con relación a este asunto se decretó que un obispo debía confesar públicamente alguna herejía ya condenada por los Santos Padres y concilios previos, y a quien cesara de conmemorar a tal obispo, incluso antes de que una condena conciliar lo hubiera censurado, mas el supuesto falso obispo debía ser conmemorado. Actuando así, por otra parte, no dividía a la Iglesia, sino que luchaba por la unidad de la fe (Canon Quince).

* La nota dice lo siguiente: “Este concilio, junto con el de los 869 es considerado el Primer-Segundo concilio, cuyos cánones son aceptados por la Iglesia Ortodoxa”

Sobre la obediencia a los cánones



Canon I del Segundo Concilio Ecuménico

No se derogue el Símbolo de la fe, … sino que permanezca este símbolo inmutable. Que se anatematice toda herejía.

Canon VII del Tercer Concilio Ecuménico



Que no se le permita a nadie pronunciar, escribir o componer otra fe que no sea la que estipularon los Santos Padres reunidos en la ciudad de Nicea con el Espíritu Santo. Para aquellos que osen componer otra fe o presentarla, u ofrecerla a quienes desean convertirse al conocimiento de la verdad,… si son obispos o pertenecen al clero, que sean privados: los obispos, del obispado, y los clérigos, del clero; si son laicos, que sean anatematizados.

Canon I del Cuarto Concilio Ecuménico



Consideramos justo que los cánones expuestos por los Santos Padres en todos los Concilios hasta el presente deben ser cumplidos en todo.

Extracto de Divinas oraciones y servicios de la Iglesia Católica Ortodoxa de Cristo, compilado y organizado por el Reverendo Serafín Nassar (Englewood, NJ: Antiochian Archdiocese of N. J. America, 1979), p. 1031.

Ahora, dado que la Iglesia es una, y su unidad se compone principal y universalmente de acuerdo a las doctrinas ortodoxas, es necesario que todos los que no se ajusten a las doctrinas ortodoxas, ya sea por adición o por omisión, o por cualquier innovación suya, cambiando así la verdad, sean expulsados de la Única y Santa Iglesia, como también se puede determinar a partir de la revisión del sexto y séptimo canon del segundo concilio ecuménico, y del primer canon de San Basilio el Grande.
Canon I del Sexto Concilio Ecuménico, in Trullo (extracto)



… debemos guardar inmutable de innovaciones y cambios la fe que nos fue entregada por los testigos y servidores del Verbo, los Apóstoles elegidos de Dios; y luego por los 318 Santos y Bienaventurados Padres que se reunieron en Nicea durante el reinado de Constantino

Del mismo modo, proclamamos que aceptamos la confesión de la fe sobre el Espíritu Santo que teológicamente fue proclamada por los 150 Santos Padres reunidos en esta Ciudad Imperial durante el reinado de Teodosio el Grande, emperador nuestro.

Del mismo modo, sellamos con nuestro consentimiento las enseñanzas presentadas por los 200 Teóforos Padres que con anterioridad se habían reunido por primera vez en la ciudad de Éfeso, durante el reinado de Teodosio, hijo de Arcadio y emperador nuestro.

También, de manera ortodoxa confirmamos la fe que fue expresada en la Metrópolis de Calcedonia, durante el reinado de Marciano, emperador nuestro, por los 630 Padres elegidos de Dios.

También conocemos las pías palabras de los 165 Teóforos Padres que se reunieron en esta ciudad imperial durante el reinado de Justiniano, emperador nuestro de bienaventurada memoria, y las enseñamos a nuestra descendencia porque reconocemos que han sido pronunciadas por el Espíritu Santo.

Y nuevamente nos unimos en la promesa de preservar de manera inviolable la fe proclamada por el Sexto Concilio Ecuménico que recientemente se reunió en esta ciudad imperial durante el reinado de Constantino.

De manera sucinta decretamos que la fe de todos los hombres glorificados en la Iglesia de Dios que fueron luminarias en el mundo, “que conservaron la palabra de la vida” (Fil. 2:16) debe ser cumplida con firmeza y que permanezca inmutable hasta el final de los siglos, junto con sus escritos inspirados por Dios y los dogmas.

Si alguien no mantiene y no acepta los dogmas de piedad mencionados, y no piensa y predica de esa manera, sino que intenta ir en contra de ellos: que sea anatematizado, según las reglas ya promulgadas por los mencionados santos y bienaventurados Padres; y que sea expulsado y destituido de la compañía de los Cristianos por ser extraño a ella.

Canon I del Séptimo Concilio Ecuménico



Para aquellos que recibieron la dignidad sacerdotal, sirven de testimonio y guía las reglas y decretos establecidos que recibimos gustosamente y alabamos junto con David, inspirado por Dios, proclamando a nuestro Señor y Dios: Heme gozado en el camino de tus testimonios, como sobre toda riqueza y: Tus testimonios, que has recomendado, son verdad. Tus testimonios son por los siglos; dame entendimiento y viviré (Salmo 119:14, 138 y 144). Y si la voz del profeta nos manda guardar los testimonios de Dios por los siglos y vivir en ellos, entonces es evidente que permanecen inquebrantables e incólumes. Ya que aún Moisés, quien vio a Dios, dice así: Cuidaréis de hacer todo lo que yo os mando: no añadirás a ello, ni quitarás de ello (Deuteronomio 12:32). Y el Divino Apóstol Pedro, exultando en ellos, proclama: las cosas que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; en las cuales desean mirar los ángeles (I Pedro 1:12). También San Pablo anuncia: Mas aun si nosotros o un ángel del cielo os anunciare otro evangelio del que os hemos anunciado, sea anatema (Gálatas 1:8). Viendo que estas cosas son fidedignas y nos han sido testimoniadas, gozándonos en ello, como el que halla mucho provecho (Salmo 119:162), aceptamos los cánones divinos con deleite y guardamos en su totalidad y de manera incólume lo establecido por las reglas expuestas por los honrosísimos Apóstoles, santas trompetas del Espíritu, y de los santos Concilios Ecuménicos, también de los concilios locales reunidos para promulgar tales cánones, y de nuestros santos padres. Ya que todos ellos, iluminados por el mismo y único Espíritu, legislaron lo que es útil. Y a quienes ellos anatematizan, también nosotros los anatematizamos; a quienes destituyen, también nosotros los destituimos; y a quienes excomulgan, también nosotros los excomulgamos; a quienes imponen una penitencia, también nosotros lo hacemos.

Del Synodicon del Espíritu Santo.

Nota: Está subtitulado como “ Una confesión y proclamación de la piedad de los cristianos ortodoxos, en la que todas las impiedades de los herejes son derrocadas y las definiciones de la Iglesia Católica Ortodoxa de Cristo son sustentadas. Por lo cual, los enemigos del Espíritu Santo son separados de la Iglesia de Cristo”. Este Synodicon (decisión, declaración, tomo, que es originario de un sínodo que posee autoridad conciliar) se atribuye al patriarca Germanos el Nuevo (1222-1240)

“A aquellos que desprecian los sínodos ecuménicos, santos y venerables, y que desprecian aún más sus tradiciones, dogmas y cánones, y para los que dicen que todas las cosas no estaban perfectamente definidas y expuestas por los sínodos, y que dejaron la mayor parte oscura, confusa y sin instrucción,ANATEMA”

“A los que desprecian los sagrados y divinos cánones de nuestros benditos padres que, sustentando a la santa Iglesia de Dios y adornando a la Iglesia cristiana, nos guían a la divina reverencia, ANATEMA”

“A las innovaciones y promulgaciones en contra de la tradición de la Iglesia, de las enseñanzas e instituciones de los santos y siempre recordados padres, o de cualquier cosa que sea ahora promulgada,ANATEMA”




El ejemplo de San Máximo el Confesor



De La vida de nuestro santo padre San Máximo el Confesor

La vida de San Máximo es también instructiva para nosotros. San Máximo, aunque era un simple monje, resistió y rompió la comunión con todos los patriarcas, metropolitanos, arzobispos y obispos del este porque estos habían sido infectados con la herejía del monotelismo. Durante el primer encarcelamiento del santo, los mensajeros del patriarca ecuménico le preguntaron:

“¿A qué iglesia perteneces? ¿A la de Bizancio, Roma, Antioquia, Alejandría o Jerusalén? Pues estas iglesias, junto con las provincias a las que pertenecen, están unidas. Por eso, si también perteneces a la iglesia católica, estas, a la vez, en comunión con nosotros, y no te crees un nuevo y extraño camino, no sea que caigas en lo que ni siquiera esperas”.

A esto, el sabio y justo hombre replicó: “Cristo el Señor llamó a esta iglesia la Iglesia Católica (Ortodoxa), pues mantiene la verdad y la confesión salvadora de la fe. Por esta confesión Él llamó a Pedro bendito, y declaró que fundaría Su Iglesia sobre esta confesión. Sin embargo, deseo conocer el contenido de vuestra confesión, sobre la base de que todas las iglesias, como decís, están en comunión. Si esto no esta opuesto a la verdad, entonces no me separaré de ella”.

La confesión que le proponían al santo no era ortodoxa, por supuesto, y por eso rechazó acceder a su coacciones. Además, mentían acerca de la sede de Roma que, según ellos, permanecía ortodoxa. Tiempo más tarde, en su último interrogatorio por parte de las autoridades bizantinas, tuvo lugar la siguiente conversación:

El santo dijo: “Ellos (los patriarcas de Constantinopla y Alejandría, y todos los obispos herejes del Este) han sido depuestos y privados del sacerdocio en el concilio local que tuvo lugar recientemente en Roma. Entonces, ¿qué misterios pueden realizar? ¿O qué espíritu descenderá sobre los que son ordenados por ellos?”

“Entonces, ¿solo tú serás salvo, y todos los demás perecerán?”, argumentaron.

A esto respondió el santo: “Cuando todo el pueblo en Babilonia fue a adorar el ídolo de oro, los tres santos jóvenes no condenaron a nadie a la perdición. Ellos no se preocuparon por las acciones de los demás, sino que se ocuparon de ellos mismos, para no apartarse de la verdadera piedad. Igualmente, cuando Daniel fue arrojado al foso de los leones, no condenó a ninguno de los que, cumpliendo la ley de Darío, no quisieron orar a Dios, sino que se aferró a su deber, y prefirió morir en vez de pecar contra su conciencia trasgrediendo la ley de Dios. ¡Dios me guarde de condenar a nadie o decir que solo yo seré salvado!. Sin embargo, prefiero morir antes que apostatar de algún modo de la verdadera fe y sufrir así los tormentos de mi conciencia”.

“Pero inquirieron los enviados, ¿qué harás cuando los romanos se unan a los bizantinos?. Ayer, de hecho, llegaron dos delegados de Roma y mañana, día del Señor, comulgarán los santos misterios con el patriarca”.

El santo replicó: “Incluso si el universo entero tomara la comunión con el patriarca, yo no comulgaré con él. Pues sé, según los escritos del santo apóstol Pablo que el Espíritu Santo declara que, incluso los ángeles serían anatematizados si predicaran un Evangelio diferente, introduciendo alguna nueva enseñanza.”

Como ha demostrado la historia, San Máximo, que era un simple monje y ni siquiera ordenado, y sus dos discípulos fueron los únicos que eran ortodoxos, y aquellos ilustres, famosos e influyentes patriarcas y metropolitas de los que el santo había escrito en contra, estaban en la herejía. Cuando el sexto concilio ecuménico fue convocado finalmente, entre los condenados por herejía había cuatro patriarcas de Constantinopla, un papa de Roma, el patriarca de Alejandría, dos patriarcas de Antioquia y una multitud de otros metropolitas, arzobispos y obispos. Durante todos aquellos años, aquel simple monje guardó la verdadera fe, y todos aquellos notables obispos estuvieron en el error. (pp. 60-62)

Otras citas de La vida

Aquellos que primeramente defendieron y salvaguardaron la herejía de los monotelitas fueron Ciro, patriarca de Alejandría (630-643), y Sergio, patriarca de Constantinopla (610-638), e incluso el mismo emperador Heraclio, que fue arrastrado a esta herejía por ellos. Convocando sínodos locales, Ciro en Alejandría y Sergio en Constantinopla, confirmaron esta herejía, distribuyendo sus decretos por todo lugar y corrompiendo al Este entero. San Sofronio, patriarca de Jerusalén, fue el único que se opuso a esta herejía y no aceptó las falsas enseñanzas. San Máximo, viendo que esta herejía había penetrado incluso en el palacio real y había corrompido al mismo emperador, empezó a temer que también él estuviera corrupto, siguiendo el ejemplo de muchos… Se dirigió a Roma, prefiriendo vivir con hombres ortodoxos que conservaran firmemente la fe (p. 2, 4).

(Ante la insistencia de San Máximo) el papa convocó a los obispos, siendo 105 en número, con el padre Máximo en medio. Este era el concilio de Letrán (649); se revisaron los errores de Ciro, Sergio, Pirro y Pablo, y también la confesión herética del emperador. Las falsas enseñanzas fueron anatematizadas, y el papa escribió a los fieles de todo lugar, confirmándoles en su fe ortodoxa, y explicando los errores de los herejes y advirtiéndoles para que en sus caminos estuvieran en guardia contra ellos.

Entonces Teodosio empezó a hablar: “El emperador y el patriarca desean, antes de nada, saber porqué os retiráis de la comunión con la sede de Constantinopla”

San Máximo respondió: “Conoces las innovaciones que se introdujeron hace veintiún años en Alejandría, cuando Ciro, el ex patriarca de esa ciudad, hizo públicos los nueve capítulos que habían sido aprobados y ratificados por el trono de Constantinopla. También ha habido otras alteraciones y adiciones (el Ekthesis y el Typos), que han distorsionado las definiciones de los sínodos. Estas innovaciones fueron hechas por los principales representantes de la iglesia de Bizancio, Sergio, Pirro y Pablo, y son conocidas por todas las iglesias. Esta es la razón por la que yo, su siervo, no entraré en comunión con la iglesia de Constantinopla. Que estas ofensas, introducidas por los mencionados hombres en la Iglesia, sean eliminadas; que estos que las han introducido sean depuestos; y así el camino de la salvación será limpiado de toda barrera, y andaréis por el camino correcto del Evangelio, limpio de toda herejía. Cuando vea a la Iglesia de Constantinopla como fue formada, entonces, entraré en comunión con ella sin ninguna exhortación a ningún hombre. Pero mientras haya tentaciones heréticas en ella, y mientras sus obispos sean herejes, ninguna palabra o hecho me convencerá para estar en comunión con ella” (p. 19-20)

A esto replicó el padre Máximo: “Guardar silencio sobre algo significa negarlo, como dice el Espíritu Santo por medio del profeta: “Si bien no es la palabra, tampoco es un lenguaje cuya voz no pueda percibirse” (Salmos 18:3). Por tanto, si una palabra no es dicha, entonces no es una palabra”.

Entonces dijo Troilo: “Ten la fe que quieras en tu corazón; nadie te lo prohíbe”

San Máximo objetó: “Pero la completa salvación no depende solamente de la fe del corazón, si no también de su confesión, pues el Señor dijo: “mas a quien me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial” (Mateo 10:33). También enseña el apóstol: “porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salud” (Romanos 10:10). Por tanto, si Dios y los santos profetas y apóstoles ordenan que el misterio de la fe se confiese con palabras y con la lengua, y este misterio de la fe trae la salvación a todo el mundo, entonces la gente no debe ser obligada a guardar silencio con respecto a la confesión, para que la salvación de las personas sea obstaculizada” (p. 29)
El ejemplo de San Marcos de Éfeso



[Estas palabras] las dirigió a sus fieles el día de su deceso. Este es un extracto:

En cuanto al patriarca diré esto, no sea que tal vez se le ocurra venir a mostrarme algún respeto en el entierro de mi humilde cuerpo, o que envíe a mis exequias a cualquiera de sus jerarcas o clérigos o, en general, alguno de los que estén en comunión con él, para tomar parte en la oración, o unirse a los sacerdotes invitados a él, pensando que tal vez, o quizá en secreto, yo haya manifestado alguna comunión con él. Y para que mi silencio dé ocasión a aquellos que no conocen bien y enteramente mis opiniones, y sospechen algún tipo de conciliación, con la presente declaro y testifico ante los dignos hombres presentes que no deseo, de ninguna forma y absolutamente, y no acepto la comunión con él, o con los que estén con él, ni en esta vida ni después de la muerte, al igual que tampoco (acepto) ni la Unión ni los dogmas latinos, que él y sus allegados aceptaron, reforzando así la autoridad y preeminencia que habían ocupado, con el objetivo de destruir los verdaderos dogmas de la Iglesia. Estoy absolutamente convencido de que cuanto más lejos esté de él, y de otros como él, más cerca estaré de Dios y de todos los santos, y cuanto más me separo a mi mismo de ellos, más unido estoy a la Verdad y a los Santos Padres, los teólogos de la Iglesia; y estoy igualmente convencido que todos los que se relacionan con ellos permanecen lejos de la Verdad y de los benditos Maestros de la Iglesia. Y por esta razón digo: así como estuve separado de ellos durante el transcurso de mi vida, ahora, en el momento de mi partida, sí, y después de mi muerte, me seguiré alejando de la relación y comunión con ellos, y pido y ordeno que ninguno de estos se acerque a mi entierro o mi sepultura, e igualmente a los que sean de la misma opinión que ellos, con el ánimo de intentar unirse y concelebrar en nuestros divinos servicios; pues esto sería mezclar lo que no puede ser mezclado. Pues les conviene estar absolutamente separados de nosotros hasta el tiempo en que Dios conceda la corrección y la paz a Su Iglesia. (Citado en The Orthodox Word, Junio-Julio, 1967, pág. 103).



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Padre Sophrony Sajarov - Oración


Señor eterno, Creador de todas las cosas, Tú que me has llamado a esta vida en tu inexorable bondad, que me has dado la gracia del bautismo y el sello del santo Espíritu. Tú que me has dado la gracia del deseo de buscarte, tú, el único Dios verdadero, escucha mi oración:


Mi Dios, no tengo vida, luz, alegría, sabiduría y fuerza sin ti. Pero tú has dicho a los discípulos “todo lo que pidan en la oración si creen lo obtendrán".


Por eso me permito suplicarte:
Purifícame de toda corrupción de la carne y del espíritu.
Enséñame a orar.
Bendice este día que has dado a este indigno siervo tuyo.
Permíteme, con el poder de tu gracia, hablar y trabajar incesantemente por tu gloria en un espíritu de pureza, humildad, paciencia, amor, bondad, paz, coraje y sabiduría, teniendo conciencia de tu Presencia sin fin.
Señor Dios, por tu infinita bondad, muéstrame el camino de tu voluntad y hazme digno de continuar mi camino sin pecado.


Conocedor de los corazones, Señor, Tú conoces todas mis faltas. Tú conoces mi ceguera y mi ignorancia. Tú conoces la debilidad y la corrupción de mi alma. Y tampoco son desconocidos para ti mi dolor y mi angustia. Escucha mi súplica y enséñame con tu Espíritu santo el camino a seguir.


Dame, con el poder de tu amor, la gracia de perseguir el bien.
Custódiame de toda palabra o acción que pueda corromper a mi alma y de todo acto interior y exterior que no sea agradable a ti y nocivo para mi hermano. Enséñame cómo tengo que ver y cómo tengo que hablar. Si es tu voluntad el no responderme, dame un espíritu de pacífico silencio que esté privado de amargura y de peligro para con mi hermano.


Enséñame tus preceptos y hasta mi último respiro no permitas que pueda salirme de la luz de tus mandamientos, hasta que tu ley no se vuelva la única ley de mi existencia, tanto en esta tierra como en la vida eterna.


Libérame de mi dolor y de mi miseria y no me ocultes el camino de la salvación. En mi locura, mi Dios, por muchas y grandes cosas te ruego. Conociendo mi maldad, mi debilidad y mi vileza te grito: ten piedad de mí.
No me eches de tu presencia por mi arrogancia.


Dame y has crecer, en mí, el poder amarte según tus mandamientos, con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente, con toda mi fuerza y con todo mi ser.
Dios mío, enséñame la justicia y el conocimiento de tu santo Espíritu.
Dame el conocimiento de tu verdad antes de abandonar esta vida.


Aumenta los días de mi vida hasta que pueda ofrecerte un arrepentimiento sincero. Y cuando con tu beneplácito llegue el fin de mi vida, hazme conocer a tiempo la hora de mi muerte, así mi alma podrá estar bien dispuesta para encontrarte. Y quédate conmigo, Señor, en aquella hora terrible y dame la alegría de tu salvación. Purifícame de todo pecado público y oculto y de toda iniquidad escondida en mí y dame una buena defensa para cuando esté ante tu terrible trono.
Mi Dios, según tu gran misericordia y tu filantropía inconmensurable, escucha mi súplica. Amén.


Padre Sophrony Sajarov


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Oración de intercesión ....


“La oración que nace de la fe salvará al enfermo, el Señor lo aliviará, y si tuviera pecados, le serán perdonados. Confiesen mutuamente sus pecados y oren los unos por los otros, para ser curados. La oración perseverante del justo es poderosa. Elías era un hombre como nosotros, y sin embargo, cuando oró con insistencia para que no lloviera, no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Después volvió a orar; entonces el cielo dio la lluvia, y la tierra produjo fruto.” Sant. 5, 15-18


1. Señor Jesús, tú eres el Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.
Tú perdonas nuestros pecados y no tienes en cuenta nuestras culpas.
Tú no has venido a condenarnos sino a salvarnos,
y todo el cielo se alegra cuando un pecador se convierte.


Con la seguridad de que tu gracia todo lo puede y que tu misericordia y compasión son infinitas, te suplico que perdones mis pecados, que toques con tu Espíritu mi corazón y que me des el don de la oración.


Señor Jesús, así como el publicano no se animaba a levantar la vista al cielo y se golpeaba el pecho pidiéndote perdón y reconociendo su pecado, con corazón contrito te confieso:


Jesús mi corazón está endurecido y alejado de ti…
Jesús perdón porque soy egoísta…
Jesús perdón porque soy soberbio y orgulloso…
Jesús perdón porque soy vanidoso y envidioso…
Jesús perdón porque juzgo y critico a mis hermanos…
Jesús perdón porque no sé perdonar….
Jesús perdón porque soy lujuriosos y las pasiones me dominan…
Jesús perdón porque soy violento y agresivo…
Jesús perdón porque soy perezoso e inconstante…
Jesús perdón porque muchas veces no me importa el sufrimiento
y las necesidades de los demás…
Jesús perdón porque no hago en mi vida la voluntad del Padre
ni vivo según tu evangelio…
Jesús perdón porque tengo poca fe y muchas veces he dudado…
Jesús perdón porque poco te amo…


“Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador”




Jesús el leproso al verte, se postró ante ti y te rogó: “Señor, si quieres puedes curarme”. Tú extendiendo la mano lo tocaste y le dijiste: “Lo quiero, quedas purificado”. Jesús, yo también a los pies de tu Presencia, te suplico: Señor, si quieres puedes curarme…


De las heridas de mi corazón…. Señor, si quieres puedes curarme.
De mis miedos e inseguridades… Señor, si quieres puedes curarme.
De las enfermedades y de la lepra que se esconden en mi corazón… Señor, si quieres puedes curarme.
De mi ceguera e insensibilidad espiritual… Señor, si quieres puedes curarme.
Del daño psicológico y afectivo que he sufrido a lo largo de mi vida…. Señor, si quieres puedes curarme.
De aquellos recuerdos que todavía me lastiman… Señor, si quieres puedes curarme.
De las ofensas que aun no he podido perdonar… Señor, si quieres puedes curarme.
Del daño que ha causado el pecado en mi corazón… Señor, si quieres puedes curarme.


“Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador”


***


2. Señor Jesús, en mi corazón pesa todo el sufrimiento que hay en el mundo y todo el pecado y el mal que hacemos ante tus ojos. Por esto humildemente en esta noche te suplico que derrames, por tu poder y misericordia, abundantes gracias sobre el mundo entero.


Señor, “por tu poder los ciegos ven, los paralíticos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen y los muertos resucitan…” Señor Jesús, porque no eres indiferente al dolor humano y tu corazón se conmueve ante todo sufrimiento te suplico:


Jesús sana a los enfermos.
Jesús consuela a los que sufren.
Jesús convierte a los corazones endurecidos por el pecado.
Jesús da una nueva oportunidad a aquel que se encuentra perdido.
Jesús saca de la oscuridad a quien habita en las tinieblas.
Jesús libera a todos los corazones oprimidos y agobiados.
Jesús perdona los pecados de los hombres del mundo entero.


“Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de nosotros y sálvanos”


Jesús, tú nos aseguraste que si tuviésemos fe del tamaño de un grano de mostaza, podríamos trasladar montañas y nada nos sería imposible. Aumenta mi fe para poder interceder por mis hermanos y que esta oración tenga la fuerza para trasladar las montañas del odio, de la violencia, del dolor y del sufrimiento.


Señor, tú nos dijiste: “pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá”. Confiados en tu palabra te suplico:


Jesús ten compasión de todos los que sufren alguna enfermedad.
Jesús ten compasión de los que sufren la soledad y de los que no son amados por nadie.
Jesús ten compasión de los que viven sumergidos en la oscuridad de la depresión.
Jesús ten compasión de los que ya no tienen esperanzas.
Jesús ten compasión de los que ya no tienen fuerzas para vivir.
Jesús ten compasión de aquellos pueblos que están sufriendo alguna catástrofe natural.
Jesús ten compasión y dales fortaleza a quienes han perdido a un ser querido.
Jesús ten compasión y libera a los que sufren la esclavitud de la droga, del juego, del alcohol o de cualquier otro vicio.
Jesús ten compasión de nuestros hermanos que están en los hospitales padeciendo todo tipo de enfermedades.


“Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de nosotros y sálvanos”


***


3. Señor Jesús intercede ante el Padre para que nos libre de todo mal. Intercede para que el mal no venza en el mundo. Ten compasión de todos los que sufren y ruega al Padre por ellos.


Jesús ten compasión de las víctimas de todo tipo de violencia.
Jesús ten compasión de los que son abusados y violados, especialmente cuando las víctimas son niños.
Jesús ten compasión de los que están secuestrados, de los que son torturados y esclavizados.
Jesús ten compasión de los que sufren el flagelo de la guerra.
Jesús ten compasión de los hijos maltratados.
Jesús ten compasión de las mujeres golpeadas o maltratadas verbalmente.
Jesús ten compasión de las familias que están en crisis.
Jesús ten compasión de los que no tienen un hogar y viven en condiciones miserables.
Jesús ten compasión de los que no tienen trabajo.
Jesús ten compasión de los que no tienen qué comer.
Jesús ten compasión de todos aquellos que no creen en ti, que no te encuentran en sus vidas, que no saben orar.


“Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de nosotros y sálvanos”




Señor Jesús ten misericordia de todos los hombres y ruega especialmente al Padre por aquellos que destruyen la vida de sus hermanos.


Jesús ten misericordia de quien vende drogas o incita a otros a drogarse;
Jesús ten misericordia de quien se prostituye o hace cualquier clase de mal para mantener sus vicios;
Jesús ten misericordia de quien asesina a su hermano, de quien le roba, de quien le daña.
Jesús ten misericordia de quien aborta a sus hijos, como de quien promueve y realiza el aborto;
Jesús ten misericordia de los que trabajan en el negocio de la pornografía y de los que la consumen.
Jesús ten misericordia de todos los pervertidos, frena sus acciones y sana sus corazones enfermos.
Jesús ten misericordia de los que pactan con el mal y realizan las obras de las tinieblas.
Jesús ten misericordia de los que lastiman psíquica y físicamente a los niños.
Jesús ten misericordia de nuestros hermanos que están en la cárcel.
Jesús ten misericordia de los corruptos y estafadores.
Jesús ten misericordia de nosotros cuando nuestras acciones aumentan el mal en el mundo.
Jesús ten misericordia de nosotros porque somos malos y pecadores.
Jesús ten compasión y misericordia de todos los hombres y sálvalos.


***


4. Señor Jesús, te pido también por todos tus fieles amigos, por tus verdaderos discípulos que luchan y dan la vida por tu Reino.


Señor fortalece y dales las gracias necesarias a todos aquellos que trabajan por la paz, por la verdad, por la justicia y por el bien.


Te pido por todos los que dan la vida por sus hermanos y por todos los mártires que no temen perder sus vidas en tu Nombre.


Te pido especialmente por el ministerio del Papa y el de los Obispos. Te pido por todos los que anuncian el evangelio; por todos los que misionan; por los que se consagran a tu servicio; por los sacerdotes y religiosos.


Te suplico tengas compasión y misericordia de todos los consagrados que están pasando por un momento de crisis, de prueba, de infidelidad o de incoherencia. Señor Jesús, ten misericordia de tus hijos y sálvalos.


Señor, te pido también por todos los que ofrecen sus sacrificios, sufrimientos y oraciones de manera escondida, bajo la sola mirada del Padre. Ruega por estos, tus amigos verdaderos, que conocen los secretos de tu corazón y se dejan consumir por completo por el fuego de tu amor. Amén.

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