Monday, August 3, 2015

La Fe y la Iglesia.


La Fe cristiana — es un fenómeno especial, excepcional entre otros estados espirituales. Como la fe está inculcada directamente al alma, abarca todas sus tres capacidades: la inteligencia, la voluntad y el sentimiento, y representa una fuerza activa, hablando con mayor exactitud, — resulta ser la puerta por donde entran las grandes y benéficas fuerzas del Espíritu Santo. La fuerza extraordinaria de la fe cristiana se ha manifestado en la poderosa acción en el mundo de las prédicas de los Apóstoles de Cristo. Luego fue atestiguada por la fuerza del espíritu de miles de mártires por la fe, en todas partes del mundo donde se difundió el cristianismo. Más tarde, con el correr de los siglos, la fe se expresaba por medio de las vidas elevadas e influencia sobre el medio ambiente de los santos padres y ascetas de la Iglesia Cristiana. Esta poderosa acción de la fe siempre ha sido y será la expresión de la ayuda de la Gracia Divina, entregada a la Iglesia por el mismo nuestro Señor Jesucristo.

También nosotros estamos conectados a la Santa Iglesia de Cristo por medio del Sacramento del Bautismo. Desde la más temprana infancia se nos esta habilitada la entrada de la fe para que accione la Gracia Divina. Y que Dios nos ayude a seguir teniendo fuerte esta fe. Sin embargo, sucede que por las diferentes causas, esa conexión con el cuerpo de la Iglesia resulta ser demasiado superficial, los conocimientos sobre las dogmas de la fe recibidos en la infancia resultan elementales y después tampoco siguen creciendo ni ahondándose; sucede a menudo, que el criticismo de la mente, o así llamados "lobos mentales," — especialmente en la pubertad, — rompen la unión del hombre con la fe y la Iglesia. En toda una serie de Estados contemporáneos las nueva generación carece hasta de la posibilidad misma de recibir el Sacramento del Bautismo, y en caso de que lo reciba, no tiene posibilidades de conocer la esencia de aquella fe, en la que ha sido bautizado.

Pero he aquí, imaginémoslo, que para la gente en semejante situación, para los que no buscan la fe, se abre de pronto esa posibilidad. Entonces aparece ante nosotros ese problema: ¿dónde encontraremos el apoyo para la fe, dónde está aquella fuerza de Fe que llena el alma de paz y de alegría, y es el guía hacia la vida eterna?

Encontrándose en este estado de alma, aquel que busca se expone a la tentación de tratar de encontrar otros caminos, halla de pronto ideas reformatorias en la ortodoxia que están como flotando en el aire contemporáneo y que encuentran eco en la actual literatura filosófico-religiosa.

Es necesario abstenerse de la desviación semejante. Hay que tener plena confianza en la Iglesia, en aquel inalterable aspecto suyo y nuestra comprensión de ella, cómo ha permanecido desde los comienzos de su existencia hasta nuestros días. Hay que tomar en cuenta, también aquello, de que no existe la manera aislada, individual de abordar la elevada meta de la fe o la vida en la fe. Hay sólo un camino común, el camino a través de la Iglesia y dentro de la Iglesia. Pero que no consiste sólo en compartir exteriormente la vida de una parroquia, sino exige compenetrarse de las riquezas espirituales de la Iglesia, donde las antiguas tradiciones de la fe y de la vida cristiana se mantienen sin transgresiones, y en particular, exige la participación más plena posible en el ámbito de oraciones y la vida religiosa eclesiástica, donde misteriosamente se cumple la real unión de nosotros, los cristianos que viven en la tierra en medio de un mundo pecaminoso, — con la incalculable cantidad de santos de todos los siglos de la Iglesia Celestial, con esta nube luminosa cuya respiración en Su Santidad vivifica y fortalece nuestra fe.

Sobre la Iglesia


¿Existe una Iglesia invisible?

Los protestantes occidentales, divididos en cientos de sectas y denominaciones, naturalmente se formularon la pregunta: dónde está la verdadera Iglesia entre todas estas divisiones confesionales? Y no han podido responderse mas que inventando la enseñanza de una "iglesia invisible" que misteriosamente existe entre todas las diferencias ,errores y pecados del hombre - una iglesia que es santa, cuya membresía es solamente conocida por Dios, y consta solo de aquellos que son dignos de ella.

Sin embargo, partiendo de las parábolas de nuestro Salvador sobre la red , que captura no solo peces buenos, sino malos también y del campo en el cual el dueño deja que la cizaña crezca junto al trigo hasta la cosecha, se puede deducir que la Iglesia fundada por El por necesidad comprende a los miembros imperfectos y hasta los pecadores. Los Apóstoles fundaron la Iglesia a través del secreto del Bautizo de aquellos que declararan la creencia en Cristo; en sus tiempos, como aún lo es hoy, la Iglesia fue una red o un campo para "aquellos que desean ser salvados y llegar al conocimiento de la verdad"; para todos los que buscan la vida eterna, aunque por ahora vivan en la esperanza, sin encontrar aún la perfección.

Los Apóstoles fundaron en todas partes comunidades visibles, con sus miembros definidos, unidos en espíritu, pero divididos por exterior; y todas estas comunidades representaban la única Iglesia de Cristo, con una sola fe, una sola jerarquía y los mismos secretos.De esta forma la Iglesia Ortodoxa Apostólica responde a las enseñanzas protestantes: no existe una Iglesia invisible que entre muchas divisiones confesionales escoja solo a los dignos y los una.

Pero no obstante, esto no significa bajo ningún concepto, que los cristianos ortodoxos no crean en una Iglesia invisible. Si así fuera, no diríamos en "el Credo" diariamente, y aún varias veces al día en los servicios Divinos y en las oraciones en casa, la palabra "Creo" referida a la Iglesia. La fe de la Iglesia, en la definición apostólica, es "la convicción de lo que no se ve" (Hb. 11:1), esto significa que en nuestra enseñanza de la Iglesia, nosotros reconocemos también su dimensión Invisible. ¿Pero dónde y cuál es? Esta dimensión es - la Iglesia Celestial.

Cuando hablamos de la Iglesia, y en los tratados escritos con frecuencia olvidamos esta esfera, y por eso minimizamos el poder espiritual, perdemos la semilla de gracia contenida en el entendimiento Ortodoxo del ser y la esencia de la Iglesia. Y así cuando hablamos de la Iglesia, la Iglesia terrenal, en el período actual, tan difícil para la fe, frecuentemente trae sufrimiento en lugar de consuelo. Al restringir nuestras ideas sobre la fe únicamente a la esfera terrenal, nos empobrecemos. Esto se puede sentir especialmente ahora cuando por un lado las Iglesias Ortodoxas locales se han aislado unas de otras en sus relaciones terrenales, y posiblemente después haya divisiones mas profundas y por otro lado se están haciendo intentos para formar "una iglesia" sobre la tierra sobre principios totalmente ajenos a la conciencia Ortodoxa. No es una aceptación fría y dogmática de la Iglesia Celestial invisible lo que necesitamos- mas bien debemos pensar y sentir con toda nuestra alma que somos miembros de la "Iglesia de los llamados" en una viva y activa comunión con la "Iglesia de los elegidos." Y en esto también está en parte nuestra elegibilidad - no nuestra elegibilidad personal e individual, sino la elegibilidad de la Ortodoxia entre las confesiones Cristianas.

Cuando en el siglo pasado el espíritu Protestante empezó a penetrar dentro de la sociedad rusa y en algunos lugares también entre la gente sencilla ante los escritores de nuestra Iglesia se presentó una tarea- oponerse a esta opinión extraña y errónea de los protestantes, demostrar que en medio de todas las divisiones de la cristiandad la Iglesia en la tierra es una y única. Se aclaró que los esenciales, lógicamente puros y naturales atributos de la Iglesia tuvieron que ser trasmitidos sin interrupción de la jerarquía, empezando desde los Santos Apóstoles. Tales son los signos externos, que son entendibles para todos. Tal es la Iglesia Ortodoxa Oriental. Así la cuestión se limitaba y se resolvía por la enseñanza de la Iglesia en la tierra.

El tema sobre la Iglesia ha llegado a ser cuestión de mucha actualidad en nuestros días también pero el movimiento ecuménico reciente se ocupa no de la cuestión de la unidad de la fe, sino que tiene como objetivo la participación en el plan para la reconstrucción de la sociedad -de todas formas, tarde o temprano, el tema de la fundación y campo de la fe cristiana en un intento de unificación deberá presentarse. Es nuestra obligación demostrar por qué este movimiento no puede ser justificado. Pero nosotros mismos no seremos plenamente justificados si descendemos de lo ancho de la visión ortodoxa, con toda su plenitud, a la estrecha plataforma de las concepciones , principalmente a la concepción occidental de la Iglesia.

Si en un tiempo fue permitido e inofensivo para los representantes de la historia y teología de nuestra Iglesia, entrando en diálogo con el protestantismo, descender a su estrecha plataforma, en las actuales circunstancias esto no está justificado. Aunque no nos viéramos obligados a responder al movimiento unitario que pasa de largo junto a nosotros -aún así, siempre nos es grato e importante saber que estamos bajo la protección de un gran coro celestial de santos.

Como contrapeso a ese movimiento unitario en una revista teológica fueron reproducidos los estudios sobre la Iglesia de un gran representante de nuestra ciencia ortodoxa - profesor Bolotov; esos mismos estudios fueron publicados en los trabajos del Arzobispo Troitski; el prof. Bolotov limita la denominación "Iglesia" con el término esfera terrenal del Reino de Cristo. Con el mayor de los respetos hacia su autoridad científica su opinión en este tema es para nosotros dudosa y no puede ser una guía. Veamos algunos fragmentos del estudio del prof. Bolotov.

De acuerdo con el profesor , el concepto de Iglesia no es igual al concepto del Reino de Dios. "Cristo predicó el Reino de Dios, pero en la tierra fundó la Iglesia. La Iglesia de Cristo está compuesta por los "llamados," y el Reino de Dios por los "elegidos."

Los miembros de la Iglesia deben cumplir con su vocación, es decir con el ideal de su sociedad-Iglesia. Es conocido que la palabra Iglesia viene de:

la palabra griega kiriakon- edificación;
la palabra griega ekklisia- reunión de pueblo.

Los protestantes cargan con su concepto de "Iglesia Invisible," sin embargo el concepto ekklisia claramente abarca el momento de visibilidad. Por eso la misma expresión "Iglesia Invisible" posee contradicciones internas- no puede existir ninguna Iglesia Invisible: en lo invisible se puede participar solo espiritualmente, y en la ekklisia- solo con el cuerpo. En la vida del pueblo griego hay numerosos datos que ayudan a comprender el significado de la palabra ekklisia : a los que no tomaban parte en las reuniones se les multaba. En la vida normal la ekklisia se reúne no muy frecuentemente y cuando termina la reunión es como si la Iglesia desapareciera. Cristo fundó una sociedad que nunca se desintegra, y los klitos(llamados) deben cumplir sus obligaciones."

Con esto se terminan los fragmentos del trabajo del prof. Bolotov. Estos fragmentos se encuentran reducidos en el libro del Docente de la Academia espiritual de Moscú Vladimir Trotski "Ensayo sobre la historia del dogma de la Iglesia," acompañados por la frase- "la situación de que Cristo denominó ekklisia a la sociedad fundada por Él tiene una importancia fundamental y polémica contra los protestantes." Todo está claro!!!

El Reino de Dios y la Iglesia - conceptos no paralelos, no contrarios y desiguales.

El prof.Bolotov nos propone en su trabajo comprender a la Iglesia como Reino de Cristo en la tierra y el Reino de Dios como Reino de Cristo en el cielo; pero:

1."Reino de Dios" es un término mas del Antiguo Testamento que del Nuevo. En el Antiguo Testamento este término significaba el infinito Reinado de Dios. Por ejemplo: "Tu Reino- Reino de todos los siglos," "El Señor reina- la tierra es feliz." Y así son varios los himnos que se cantan en los libros y los Salmos del Antiguo Testamento. Todo el mundo, todos nosotros, independientemente a nuestro estado espiritual nos encontramos en el Reino de Dios- este es ,fue y siempre será.
En el Nuevo Testamento, junto con ese amplio sentido, hay otro significado de esta expresión cuando este designa no la vida en el mundo y su volumen, sino la vida espiritual y moral- "el Reino de Dios está dentro de nosotros," "el Reino de Dios es la verdad, la paz y la alegría del Espíritu Santo," "hágase Tu Reino."

El Reino de Dios, comprendido en el primer y en el segundo sentidos, no es contrario al concepto de Iglesia en la tierra. Estos dos conceptos no son dos estados paralelos ni dos planos paralelos que están uno sobre el otro. Pero si están muy interrelacionados uno con el otro. Entonces la Iglesia en la tierra representará el Reino de Dios como Santidad y la Iglesia Celestial - el paraíso perdido en la tierra pero que ha sido devuelto al hombre en el eterno Reino de Dios.

La Iglesia invisible - íntima y querida para nosotros.

"Hoy estarás junto a Mí en el Paraíso" (Lc.23:43) - las sagradas palabras pronunciadas en el Gólgota. "Paraíso" - ¿No es ésta una palabra olvidada? Después del tercer capítulo del Génesis no se menciona más en el Antiguo Testamento. Un querubín, con una espada desenfundada, fue puesto para guardar la estrada del Paraíso, pero en el día del Gólgota, sus puertas fueron abiertas: "El Querubín se alejó del árbol de la vida..." Los justos del Antiguo Testamento y los primeros virtuosos y mártires cristianos entraron en el reino de Cristo en los cielos.

Con el transcurso de las décadas y los siglos el granero del Señor comenzó a llenarse, después de los Apóstoles, con los rangos de mártires y confesores, jerarcas, ascetas y justos. La Iglesia de los santos vive una vida de bendición en Dios, con oraciones de alabanza y agradecimiento; ya que "el amor nunca fenece." (1 Cor. 13:8), estas se unen con las oraciones de los hermanos menores que vivimos sobre la tierra. Y también pedimos sus oraciones para nosotros y nuestros allegados que han muerto. Estas oraciones, como una expresión de nuestra cercanía espiritual, se entrelazan en todas direcciones, acercando el cielo a la tierra. En verdad, ¿cómo no podemos sentir la cercanía de las cosas celestiales y terrenales, cuando deseamos tanto la vida eterna para nuestros allegados occisos y le imploramos al Salvador con oración por ellos?

Además, el cristiano ortodoxo, si tiene una vida unida a la Iglesia, constantemente ve y oye en la iglesia y en su casa, vestigios de la Iglesia invisible de los Santos, y su alma está en permanente contacto con pensamientos de este tipo. Él recibió con el bautismo, un nombre cristiano, el nombre de un santo, y se siente especialmente unido a este santo, y en su oración personal le solicita su intercesión ante Dios por él. Mira el calendario diario, y ante sus ojos hay una lista inusual, llena con los nombres de santos de todos los tiempos de la cristiandad, entra en el templo y ante sus ojos aparece otro mundo, el mundo celestial impreso en imágenes e iconos, sobre las paredes, sobre los iconostasios, a menudo en la misma cima de la cúpula; en el servicio de las Vísperas, comenzando con la glorificación de la Santísima Trinidad, inmediatamente dirige sus pensamientos al Reino de Cristo, mediante el llamado a venir juntos e inclinarnos ante su Cabeza, ante "Cristo mismo, nuestro Rey y Dios." Por ende, todo el servicio es penetrado por el recuerdo de los santos, y especialmente de la Santísima Deípara. En la letanía más corta, "Una y otra vez"- la cual se repite varias veces durante la Vigilia de un día festivo - nos es recordado que hemos de "remembrar a la Santísima, Purísima, Bendita, y gloriosa Deípara y siempre Virgen María, con todos los santos, y en esta conciencia encomendarnos los unos a los otros a Cristo Dios."

Al entregar una prósfora(pan eucarístico) para la conmemoración en el Altar durante la Proscomidia, antes de la Liturgia, el Cristiano que haya escuchado alguna vez una explicación de la Liturgia sabe que las partículas extraídas de la prosfora serán colocadas en la sagrada patena junto a las partículas "para los vivos y muertos" bajo el conjunto de partículas que representan simbólicamente a toda la Iglesia de Cristo: en el centro el Cordero de Dios, y a los lados una partícula en honor a la Deípara, y otras partículas en memoria a todos los santos en sus nueve rangos. La Iglesia Celestial está tan cerca de nosotros que le confiamos nuestros sufrimientos, debilidades, caídas, penas, y alegrías, expresamos amor por ella, pedimos sus oraciones y su ayuda para nosotros. Así es el mundo espiritual, el cual es accesible a nosotros aún en una parroquia común; grande es esta posibilidad para aquellos que viven en un monasterio y especialmente para los sacerdotes o diáconos que frecuentemente sirven en el altar, o para aquellos que están asignados al clero. Así resulta que en la Iglesia Ortodoxa la unión con los santos, con la Iglesia Invisible, puede ser más íntima que con el mundo circundante afuera del templo; para muchos esto es realmente así. ¿Pero es posible para nosotros una verdadera unión terrenal con toda la Iglesia dispersa en varias naciones y estados? En verdad, en una misma Iglesia parroquial ¿acontece la comunión espiritual y religiosa afuera del templo? En vano se tranquilizan a sí mismo las personas que sueñan con la comunión y la unidad plena de toda la cristiandad en la tierra.

En nuestra Iglesia Ortodoxa, sin embargo, la comunión espiritual y verbal, todos nuestras intentos, todo está dirigido hacia la Iglesia Celestial, siendo así que con ser invisible llega a hacerse visible y a pesar de la distancia, llega a ser lo más unida a nosotros. Tierra y cielo son una única Iglesia de Cristo. Esta es una Iglesia más completa que cualquier otra, no se podría organizar otra, aún uniendo con un solo nombre a toda la variedad de sociedades y denominaciones, las cuales pertenecen a la cristiandad histórica fuera de la Iglesia Ortodoxa.

Pero ¿no será unilateral nuestra unión con la Iglesia celestial??Nos trae beneficios espirituales?Los santos nos oyen en la misma forma en que un alma oye a la otra. Y más que esto: en la tierra, el contacto entre la gente, a través del cuerpo, a veces impide y esconde la comunión inmediata de las almas, pero en la esfera celestial - terrenal esta comunión es libre. En esta esfera nuestra voz, nuestras palabras, lecturas y cánticos nos son necesarios durante los rezos para unirnos en una única y común alma "y con un solo corazón podemos elogiar a Dios y sus santos." Está dicho sobre las relaciones humanas: "dime con quién andas y te diré quien eres." Un hombre aprende de las compañías que guarda o que tiene - aún si es para bien o para mal. ¿No es así también en la esfera puramente espiritual? El apóstol Juan, el teólogo, instruye en su epístola católica, la cual es para todos los cristianos: "Les escribo (las Epístolas, el Evangelio, el Apocalipsis) para que ustedes estén en comunión con nosotros así como nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn 1:3). Él dice esto siendo ya anciano dándonos su testamento para que los hombres vivan en armonía. El líder de los apóstoles escribe: "Pienso que es mi deber, mientras viva en este mundo, mantenerlos alerta con mis consejos, pues sé que dentro de poco, según me lo ha manifestado Nuestro Señor Jesucristo, tendré que abandonar este mundo. Así que me esforzaré para que después de mi partida, puedan recordar continuamente todas estas cosas" (2 Ped. 1:13-15).

Sin embargo, hablando de la única Iglesia celestial y terrenal, ¿no confundimos las distintas esferas? No las confundimos, solamente confesamos su unión: "siendo difícil para nosotros, esta misión y comunión en la tierra con las cosas del cielo, Tú has ascendido a la gloria, Oh Cristo, nuestro Dios nunca estando distante de aquellos que te aman y permaneciendo siempre con nosotros, diciéndoles: Yo estoy con ustedes y son invencibles" (Kondakion de la ascensión). La epístola canónica de los patriarcas orientales en el siglo XVII expresa la verdad de la unidad de la Iglesia en las palabras: "Dos rebaños de un solo Pastor." Y así creemos.

Después de finalizada la persecución en contra de los cristianos un ejemplo vivo de recordación de los hermanos y hermanas- mártires fue la construcción de templos en la antigüedad en memoria de todos ellos. Una peregrina italiana del siglo IV, en su recorrido por lugares cristianos del Oriente, nos trasmite sus impresiones de la visita a los templos en memoria de tres santos mártires:

templo de la Santa Fecla, en los alrededores de Celevkia, donde leyó las escrituras de su martirologio;
templo del Santo Elpidio, en Garané;
templo de la Santa Eufimia en Jalkidone.

Pero, ¿por qué los Padres de la Iglesia nunca tocaron el tema de la Iglesia Celestial en los Concilios, sino que con la palabra "Iglesia" siempre tenían en mente su existencia en la tierra? Y ¿por qué en sus escritos hay que buscar los pasajes en los que ascienden a pensamientos de la esfera celestial, dándole el nombre de "Iglesia"? Porque se les había confiado el pastoreo del rebaño terrenal de Cristo: todos sus pensamientos y preocupaciones estaban dirigidos al orden y servicio de lo que se les había confiado - la conservación de la fe y construcción de la esfera terrenal de la Iglesia. Pero su servicio fue iluminado y recibió poder por el constante conocimiento de estar en un solo Reino ecuménico celestial-terrenal o Cuerpo de Cristo.

En las santas escrituras: una única Iglesia celestial-terrenal

Nuestro Salvador, después de Su entrada triunfante en Jerusalén, sabiendo que se acercaba Su hora, fortaleció a Sus discípulos con estas palabras: "Quien me sirve, me seguirá; y donde Yo esté, ahí estará mi servicio.""Y cuando Yo sea ascendido a todos los atraeré hacia mí." De forma parecida los consoló durante La Última Cena: "En la casa de mi Padre hay muchos huéspedes, si no fuera así les diría: voy a prepararles el lugar para Uds.; y cuando lo prepare regresaré y los llevaré conmigo, para que estén donde Yo esté"

Los Apóstoles, por otro lado, fortaleciendo a los nuevos creyentes dirigían sus pensamientos hacia "...la herencia, existente en lo celestial, limpia e infinita." Herencia esta que no es una condecoración por los sufrimientos en la tierra, sino que es la continuación de la vida, pero esta vez en Cristo, una vida eterna en medio de los santos - "sabemos que cuando nuestro hogar terrenal se destruya tendremos uno celestial..." Este hogar es denominado de diferentes formas en la Biblia: hogar de los santos, celestial, Reino de Cristo, Paraíso, etc. Pero los Apóstoles pudieron descubrir el secreto de la construcción del Hogar de Cristo en la tierra solo cuando en las comunidades se desarrolló la capacidad de percibir los más grandes secretos de nuestra fe.

Nos sería de mucho provecho poner nuestra atención en estos momentos, que fueron recogidos por los Apóstoles en las cartas a los efesios y a los hebreos(Apóstol Pablo) y en el Apocalipsis de San Juan: la Iglesia en la Carta a los efesios: encontrándose en una situación de debilidad física, libre de la heroicidad apostólica diaria y de las preocupaciones relacionadas con esta, el Apóstol Pablo escribe su carta a los efesios con un alto nivel espiritual; el contenido de la primera parte se concentra en la construcción de la Casa de Dios y se puede dividir en tres puntos(celestial, terrenal y celestial-terrenal). El primer secreto - la grandeza de la providencia de la Santísima Trinidad; segundo secreto-pacificación y unión de los judíos y los paganos en Cristo; tercer secreto- grandeza de la Iglesia y su plenitud en Cristo. Dirigíendose a los cristianos el Apóstol reafirma ."..teniendo al mismo Cristo como piedra angular, sobre la cual nace la Santa Iglesia." Veamos esta definición de la Iglesia- los Apóstoles y profetas en la base(como piedras) y el mismo Cristo como piedra angular. Pero, ¿fueron ellos la base histórica solamente en un pasado muy lejano para nosotros? Si creemos en la inmortalidad y que ellos están con Cristo ("...donde Yo esté, ahí estarán Uds..."), entonces continúan siendo parte de ese templo en construcción: la indivisible Iglesia celestial-terrenal.

Mas adelante el Apóstol nos da una definición más viva de la Iglesia: Cristo - la cabeza, la Iglesia - su cuerpo Uno se alimenta del otro. ¡Qué imagen más rica! expresa la vida de la Iglesia en la plenitud que corresponde a su Cabeza. Estas palabras fueron escritas por el Apóstol cuando habían trascurrido solo treinta años de la resurrección de Cristo, pero ¿tuvo la Iglesia esa plenitud?, ¿la tiene en nuestros días? ¿se ha acercado el mundo al objetivo de "unir todo lo terrenal y celestial bajo la dirección de Cristo," ¿esperaba el Apóstol la realización de esa plenitud alguna vez en la tierra? No, él escribió al Apóstol Timoteo:. "...llegarán los tiempos en que la doctrina correcta no será aceptada..., y los que quieran vivir en Cristo serán perseguidos..." y estas fueron las mismas advertencias del Salvador ."..¿encontrará fe el Hijo de Dios cuando regrese a la tierra?.."

¿Cómo nos puede consolar nuestra Iglesia Ortodoxa- ella nos consuela con este ejemplo: la Iglesia de Cristo crece! Escucha las palabras del Señor: "No temas que el rebaño sea pequeño..." Si el Señor no estuviese con nosotros ninguno de nosotros hubiese podido vencer a sus enemigos, y los vencedores del mal (mártires, Santos, confesores) no hubiesen ascendido(desde la tierra a la esfera celestial). La esfera terrenal disminuye y la celestial aumenta con nuevos miembros. Los que se han ido rezan por nosotros y nosotros por ellos, de esta forma se establece una relación muy estrecha a través de las oraciones comunes y sagradas. De todas formas nos lamentamos de que una gran cantidad de cristianos ha roto los lazos con la Iglesia invisible, y solamente reactivando esa relación es que se puede restablecer la comunidad cristiana en la tierra porque la vida de la Iglesia es no solo la relación de uno con otro, de un grupo con otro, o de una Iglesia con otra, es la unidad en la fe y la comunicación durante las oraciones.

La Iglesia celestial en la carta a los hebreos: esta carta del Apóstol Pablo a los hebreos es por naturaleza la doctrina de la Iglesia invisible y celestial. Se acercaba un momento trágico para Jerusalén y para toda Judea, en la atmósfera del país ya se respiraba el espíritu de insurrección contra el imperio romano. Se cumplían las profecías: la interrupción de la Iglesia del Antiguo Testamento y con ella su santidad, así como las muertes que traería consigo. Como era lógico los cristianos hebreos no podían quedar al margen de la tragedia nacional que se avecinaba y fue necesario fortalecerlos en la fe y en la convicción de que el proceso de construcción de la casa de Dios no se interrumpía, ese fue el motivo principal para escribir esta carta.

"Todo lo antiguo y envejecido, - escribe el Apóstol - está cerca de la destrucción." Para sustituir el Antiguo Testamento llegó el Nuevo; el visible y terrenal templo judío fue sustituido por uno celestial e invisible desde el día de la resurrección de Cristo; el Templo de Jerusalén fue sustituido por el templo y el Altar Celestial , donde el Eterno Primer Sacerdote, desde esos tiempos, cumple con su función sacerdotal. El secreto de la comunión en la sangre de Cristo en la mesa del Altar es el consuelo espiritual que nos da la esperanza, esperanza esta que nos abre la puerta hacia la tranquilidad de Dios, a la que por nosotros entró Cristo. Eso es fe ("...certeza de lo que se espera y convicción de lo que no se ve"). El Apóstol exige mantener la fe sin vacilaciones y para ello trae como ejemplo la rica historia del pueblo hebreo, concluyendo con el pedido de mantener la comunicación con la Iglesia Celestial.

Cómo podemos servir a la Iglesia.

Si amamos a la Iglesia, si es preciada por nosotros, entonces ¿cómo podemos servirla cada uno de nosotros? Y entonces pensemos de qué actividades podemos vanagloriarnos. Cuando se le preguntó esto al Apóstol Pablo y tenía que defender su autoridad ante los Cristianos Corintios, respondió de esta forma: "Me vanagloriaré de mis flaquezas" (2 Cor. 11:30). ¿Vanagloriarse de sus flaquezas? Indiscutiblemente, el percatarse humildemente de nuestras flaquezas es beneficioso para cada uno de nosotros, pero ¿cómo podemos servir así a la Iglesia?Al mismo tiempo, el santo Apóstol insiste en su respuesta y explica: "Pues cuando estoy débil, entonces estoy fuerte" (2 Cor. 12:10).

Entonces, esto no es una paradoja, ni un juego de palabras, ni una contradicción. El apóstol no tiene intención de mostrarse "original" o "perspicaz." Él escribe desde la plenitud de su corazón, desde una profunda convicción. Su significado es directo - habla del principio cristiano de la vida.

El Cristianismo desbarata las concepciones comunes dominantes en el mundo, y en particular el concepto de poder. En el Cristianismo el poder es lo que le parece al mundo impotencia, lo que se ve con su estrecha visión como una despreciable debilidad. El poder Cristiano es la mansedumbre. La mansedumbre es la ley de la nueva vida y de la acción, fue bajo su bandera que el Evangelio declaró la guerra al concepto de poder: "Bienaventurados son los pobres de espíritu. Bienaventurados son los que lloran. Bienaventurados son los mansos, porque heredarán la tierra." Los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos - a la vista del mundo son débiles y despreciables.

Y así, dos contradictorias leyes de la vida se levantan una contra la otra, dos reinos: el reino de la mansedumbre y el reino del poder. El primero está forzado a emprender la guerra contra el reino del segundo mientras esté rodeado por todos lados por el reino del poder y la fuerza. Esta lucha continúa y es muy difícil para la Iglesia, entonces no nos sorprendamos si las fuerzas humanas de la Iglesia al final de esta lucha desfallecen porque el fin está predestinado - la victoria será del reino de la mansedumbre. Hasta por las leyes de la lógica así debe ser, porque si la mansedumbre no fuera fuerte entonces ¿cómo se ha mantenido en esta lucha durante tanto tiempo? La Iglesia ha tenido momentos de su historia en que sus fuerzas se han debilitado, no porque sus armas no hayan sido las adecuadas, sino porque bajo la influencia de una débil fe los servidores de la Iglesia han olvidado sus verdaderas armas y utilizan las ajenas; el mundo les da a utilizar sus armas satánicas, lo que debilita a la misma Iglesia desde dentro. Pero el mundo exterior tiene otros métodos más sencillos de influir sobre la Iglesia - sus ambiciones de poder, amor propio y ambición por ser el "primero" y han arrastrado a la Iglesia para lograr sus planes políticos, nacionalistas y hasta partidistas.

La Iglesia por naturaleza es mansa y por esta razón ella necesita protección y defensa, sólo que esta debe ser con métodos bondadosos. En el pasado, ambas, la Iglesia Bizantina y la Iglesia Rusa tenían defensores externos: el sistema de gobierno, los emperadores, los zares, etc. Los tiempos han cambiado. Ahora la protección de la Iglesia ha sido encargada por el Señor a la gente de la Iglesia, o sea, a cada cristiano ortodoxo. De esta forma estamos retornando a los primeros tiempos cristianos. Nuestra época nos llama a levantarnos y a sacrificarnos lúcida y constantemente por la Iglesia; cada uno con sus posibilidades y sus medios. Sin embargo, el principal poder para tal servicio no reside en nuestros conocimientos, habilidades o llamados. El principal poder se encuentra en la misma "debilidad" por la cual penetra el poder de Cristo, este se encuentra en nuestra parte moral, en el vivir de acuerdo con la ley del Evangelio, de acuerdo con la ley de la Iglesia.

Cómo realizar todo esto en la vida diaria nos lo enseñan los mártires de la Iglesia, lo muestran los antiguos monasterios ortodoxos como el Labra Troitze-Sergueiva, y los de Optina-Pustinia y Pocharscaia desde los tiempos antes de la Revolución, que han mantenido su esplendoroso pasado como ejemplo para el presente. Se equivoca profundamente quien piense que las oraciones, el ayuno, el heroísmo y la lucha con los vicios humanos tienen el objetivo de nuestra salvación individual y que no son beneficiosos para otros, esto no es así porque la educación interna (moral) es nuestro mayor aporte a la Iglesia. De esta forma la Iglesia recupera fuerzas, que no se distinguen por su cantidad o por la cantidad de ricos y bellos templos, sino por la apariencia moral de sus miembros

La Iglesia debe considerarse como un único cuerpo con Cristo, un único organismo, una sola sustancia. Cada individualidad personal es la porción encargada a cada uno para trabajar en ella, purificar y crecer los frutos. Trabajando sobre nosotros mismos, trabajamos para todos, para la Iglesia entera, para su cabeza, el propio Salvador. Si permitimos que nuestra porción se pierda, condenándola, traemos daños, perjuicios, no solo a nosotros mismos, sino también a la Iglesia. No colectando para nuestra alma, desparramamos lo que pertenece a la Iglesia.

Nuestro servicio a la Iglesia consiste en esto: a través de nuestra vida cristiana personal el espíritu de los valores del Evangelio se esparce en la vida del mundo, poniendo así a los enemigos de la Iglesia en retirada. En nuestras cualidades personales reside la plegaria de la unidad interna de la Iglesia como un todo, y de la parroquia en particular, es desde su procedencia que viene el mutuo entendimiento, obediencia, unanimidad en los logros, amistosa labor para la gloria de Dios y la gloria de la Iglesia. Así se establece una completa y especial atmósfera en la Iglesia; en tal atmósfera una persona siente que él es un mundo especial, el cual le da descanso y alegría al alma, refrescándola y renovándola. Uno se esfuerza para llegar a eso, como a una nueva tierra, la tierra de la mansedumbre. En ella uno siente el benéfico poder de la Iglesia en uno mismo. Es más fácil en todas las circunstancias del alma, abrirse a la recepción del soplo de la Gracia de Dios que reside en la Iglesia. Pero si este espíritu está ausente, si en los grupos de la Iglesia hay divisiones, discordias, luchas de ambiciones y amor propio, ¿puede entonces, en tal situación, hablarse del poder de la Iglesia?

De esta forma, con respecto a la pregunta de cómo podemos servir a la Iglesia, la respuesta es sencilla: mediante una obediencia activa hacia ella - una vida conforme a las reglas morales de la Iglesia, una vida cristiana piadosa, atendiendo con fervor los servicios en la iglesia, con oración en casa, manteniendo los ayunos y observando las festividades religiosas, con mansedumbre y sobre todo con amor hacia todos. En esto radica nuestra fuerza!