Saturday, July 18, 2015

El comienzo del pecado es la avidez...( Filocalia )


«El comienzo del pecado es la avidez. La avidez consciente es la raíz de las pasiones de los que pertenecen a las tinieblas», dice el primero de los textos filocálicos". La avidez, es decir, el deseo no
controlado, el deseo desbocado, el deseo que lo devora todo, incapaz de conocer ni reconocer sus
propios límites. 


Para dominar esta desmesura, los monjes tratan de vivir en los márgenes de lo
estrictamente necesario, conscientes de que, una vez transgredido el límite de la necesidad, el deseo
humano no conoce freno. Todo el trabajo de la ascesis, sobre todo a partir del ayuno y de las vigilias, tiene por objetivo agotar la violencia de esta avidez, desarraigar la profunda tendencia del cuerpo a saciarse de placeres. Una satisfacción que, de hecho, deja todavía más vacío el verdadero deseo del hombre, que es su deseo de Dios.

Esta avidez o amor de placeres es puesta frecuentemente en relación con otras dos
manifestaciones: la glotonería y el amor al dinero. San Nilo dice: «La glotonería es la madre del placer, ya que ella es la que engendra todas las demás pasiones»`. Y Casiano empieza su lista de pasiones por dicha glotonería, colocándola en el origen de una cadena inexorable: tras la primera avidez consentida, le sucede la prostitución; después la avaricia, la cólera, la tristeza, la acedia, la vanagloria; y, como culminación de todo, el orgullo. Gregorio Palamas afirma: «El primer fruto del deseo es el amor por las posesiones.

El amor por el dinero nace un poco más tarde y está en el origen de todas las formas de
concupiscencia ». Evagrio Póntico muestra perfectamente esta equivalencia entre la avidez y el amor por el dinero. 


Equivalencia que, a su vez, es una progresión que desemboca en la vanidad: «Entre los demonios que se oponen a la práctica ascética, hay tres jefes de fila que preceden y dirigen al resto de la tropa de intrusos: los que tientan a la avidez de la glotonería, los que inspiran el amor por el dinero y los que nos incitan a la gloria humanan.El amor por el dinero es una extensión de la glotonería, en la medida en que es la pasión de querer asegurar en el futuro la satisfacción del presente. Esta obsesión por el futuro impide disfrutar del momento presente y engendra una inquietud constante: el amor por el dinero es un mal que provoca muchas otras pasiones. Se la ha llamado con acierto la raíz de todos los males: 1 Tim 6,10».

Al estar atrapada toda la persona en esta avidez y desasosiego, su impulso hacia Dios queda
totalmente oscurecido: «Debido a tu mala inclinación, has corrompido la imagen de Dios que hay en ti. La bruma de tus pensamientos apasionados ha empañado el espejo de tu alma, ese espejo en el .que aparece Cristo, el Sol espiritual». 


El deseo está encerrado sobre sí mismo y absorbe las otras dos potencias del alma (el ardor y la razón), condenándola a arrastrarse por el suelo en búsqueda de lo que cree que habrá de saciarla`, en lugar de permitir que se eleve de la belleza de las criaturas a la Belleza del Creador.
 

Esta primera raíz del pecado, concerniente al cuerpo y al mundo de los deseos, tiene un nivel o
un origen más profundo, que es lo que los Padres llaman el amor de sí.

El Señor desea la salvación de toda la gente y que estén con Él en el Cielo y vean Su Gloria. ( San Silvano el Athonita )


El Señor desea la salvación de toda la gente y que estén con Él en el Cielo y vean Su Gloria. La Gloria esta se comprende parcialmente con el Espíritu Santo, y el que no lo conoce, solamente cumple los Mandamientos y tiene fe. Pero ellos también son bienaventurados, como dijo Jesucristo al apóstol Tomas (Juan 20:29) y se van a igualar a los que ya en la tierra vieron la Gloria de Dios. El amor puede ser diferente por su fuerza: Quien teme ofender a Dios — es amor, la mente pura — es también amor, más grande que la primera, tener la Gracia en el alma — es el amor todavía más grande.

El amor perfecto es tener la Gracia del Espíritu Santo en el cuerpo y alma. Aquel tiene el cuerpo santificado que quedará intacto, como reliquia. Esto ocurre con los santos grandes mártires, profetas, beatos. Los que llegaron a tal nivel, ya no sienten amor carnal, porque el amor Divino es el mas fuerte. El amor corporal tiende a toda la gente, menos los que poseen plena Gracia de Dios, que trasforma toda la personalidad del hombre. Viviendo en la tierra entre la gente, pero la Gracia Divina lo hace olvidar todo el mundo. Pero el orgullo nos hace indigno de esta Gracia, y el alma sufre y, llorando dice: "Mi alma extraña a Dios." Quien desea amar a Dios, debe amar hasta a los enemigos y ser bondadoso con todos. Entonces nuestro Señor lo llenará de alegría de alabarlo día y noche, y si recuerda al mundo — es para rezar por él. Así vivían los Santos, porque el Espíritu Santo enseña al alma rezar por la gente.

San Silvano el Athonita