Wednesday, December 3, 2014

Los Ángeles caídos


 

Todos los Ángeles creados por Dios fueron buenos. Sin embargo ellos, igual que los humanos fueron dotados de libre voluntad, y podían elegir entre la obediencia a Dios y la rebelión, — entre el bien y el mal. Habiendo usado mal su libertad, parte de los Ángeles, encabezados por Lucifer, se separaron de Dios y formaron su reino — el infierno. Las palabras del Redentor: "Yo vi a Satanás que cayó del Cielo como un relámpago," se pueden referir a este pasado lejano y prehistórico, cuando en el mundo de los Ángeles se produjo un levantamiento contra Dios. Este acontecimiento está descripto en el Apocalipsis con los siguientes detalles: "Y hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles lidiaban contra el dragón; y lidiaba el dragón y sus Ángeles. Y no prevalecieron, ni su lugar fue más hallado en el Cielo. Y fue precipitado aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña б todo el mundo; fue arrojado en tierra, y sus Ángeles fueron arrojados con él" (dragón es Lucifer, Apocal. 12:7-9). Basándose en las palabras iniciales de esta revelación, donde dice que el dragón con su cola llevó consigo la tercera parte de las estrellas (Apocal. 12:4), algunos autores opinan que Lucifer se llevó la 3a parte del mundo Angélico. Después de su separación de Dios, a Lucifer llamaron "Satanás," que significa "enemigo," y "diablo," que significa "calumniador," y a sus Ángeles — demonios.
 

Trasformándose en malos, los Ángeles caídos tratan de atraer a los humanos al camino del pecado y la perdición. Es interesante hacer notar que los Ángeles caídos le tienen miedo a su reino de tinieblas, llamado infierno у abismo ya que ellos rogaban al Redentor de no mandarlos allí (Luc. 8:31).

El Señor llama al diablo "el asesino de la humanidad desde el principio," refiriéndose al momento cuando él, tomando la forma de una serpiente, sedujo a nuestros antepasados Adán y Eva, que quebraron la ley de Dios y con esto privaron a la humanidad de su inmortalidad (Gen. 3:1-6). Desde entonces, teniendo la posibilidad de influir sobre los pensamientos y sentimientos humanos, el diablo y sus demonios, tratan de hundir a la humanidad cada vez mas profundamente en el pecado, donde se encuentran ellos: "Quien peca es de Diablo, ya que éste fue el primero que pecó... Cada uno que peca es esclavo del pecado" (1 Juan 3:8, Juan 8:3-4).

La presencia de los Espíritus del mal entre los hombres constituye un constante peligro para nosotros. Por eso Ap. Pedro nos recuerda: "Sean atentos y vigilantes porque nuestro enemigo, el diablo, es como un león rugiente, que busca a quien tragar" (1 Ped. 5:8). Semejante llamado de atención nos dice el Ap. Pablo: "Hermanos míos, confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza. Vestios de toda la armadura de Dios, para que podéis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestas" (Ef. 6:11-12). De estas palabras de las Escrituras vemos que la vida humana es una intensa y constante lucha, para defender su alma. El hombre, quiere у no, desde su nacimiento, esta metido en la guerra entre el bien y el mal, entre Dios y demonios. La guerra esta comenzó antes de la creación del mundo y continuará hasta el Juicio Final.

De hecho, en el Cielo la guerra esta terminó con la derrota total del mal. Pero la batalla se trasladó del Cielo a nuestro mundo y al corazón de los hombres. En esta batalla contra el mal nos ayudan activamente los Ángeles buenos.

Hermano José (Muñoz), Guardián del Icono Miróforo de Montreal




Existen por lo menos dos versiones sobre la adquisición del Santo Icono, que se contradicen de alguna manera una con otra.

Otro cuestionamiento es: "¿fue José un monje?" El mismo lo confesó a varias personas muy allegadas a él, e inclusive les mostró su paraman (escapulario). Pero no hay ninguna confirmación de este hecho en la celda monacal mencionada, que seria el lugar más probable donde lo hubieran tonsurado.

El Staretz Clemente, superior de esa celda monacal, y padre espiritual de José, falleció medio año antes de su martirio, por lo cual es imposible conocer algo sobre su tonsuración.

Tanto José, como el padre Clemente se llevaron al Reino Celestial este secreto.

José a los 14 años, junto a otros allegados católicos, fue convertido a la fe ortodoxa por el Arzobispo ortodoxo ruso en el exilio Monseñor Leoncio de Chile. No todas las personas supieron que era ortodoxo. Algunos se enteraron después de su fallecimiento

José era una persona altamente espiritual y de mucho tacto, siempre tendía una mano a todas las personas aun a las pecaminosas, hecho que era cuestionado por muchos.

El staretz Clemente sabía sobre la proximidad del fallecimiento del hermano José, lo cual también se lo predijo, como asimismo le anunció sobre las calumnias que se iban a suscitar posteriormente a su muerte. Tampoco. se sabe sobre las personas que persiguieron a José antes de su muerte, y el porqué, el no hubiera tomado alguna medida sabiendo eso.

Finalmente existen dos datos sobre el nacimiento y deceso de José.

Nosotros debemos confesar que realmente, no podemos, por lo menos hoy, develar los misterios relacionados con el hermano José, y responder a todas las preguntas, que se han suscitado ante la investigación de unas cuantas variables planteadas sobre su vida.

De todos modos vamos a tratar de encontrar una llave hacia la personalidad del hermano José, y usando esa llave, vamos a tratar de describir su vida espiritual, y también darle una interpretación con fundamento a las etapas del servicio de esta increíble persona. Claro que no se puede narrar su vida utilizando una lógica comúnmente humana. Pero esto no quiere decir que todo lo que se relaciona con el no es lógico.

El hermano José, elegido por la Madre de Dios, tenía una lógica celestial (de lo eterno), y no una lógica mundana, tenía la más elevada y misteriosa lógica tradicional de la mística ortodoxa (clarividencia), porque este conocimiento no procede simplemente de algo racional o sensitivo, sino es un acto de revelación Divina que se manifiesta en una persona pura.

Por la gracia de Dios, José, en especial, durante los años de su servicio ante el Milagroso Icono, se transformó en una persona pura. En esta etapa se puede denominar a José como clarividente. José al tener revelaciones posteriores de la Providencia Divina en todas las circunstancias de su vida se manejaba y se sometía únicamente a la voluntad de Dios. Aquí otra vez debemos confesar, que no sabemos de qué manera se le revelaba a José la voluntad de Dios. Sin embargo se sabe que a veces el tuvo apariciones del mundo celestial, como por ejemplo, la visión de la Madre de Dios y de algunos santos.

Tampoco se interrumpía la comunicación con sus superiores espirituales. Por lo menos con dos de ellos: el Arzobispo Leoncio y la abadesa Magdalena, después de sus decesos se le aparecían a José y mantenían con él una comunicación.

En otras ocasiones, la voluntad de Dios se le daba a conocer a José a través de una visión interior de su alma, por la continua comunicación con el mundo espiritual a través de la oración.

José, antes de cada viaje con el Santo Icono, se arrodillaba y oraba para que la Madre de Dios le indique la voluntad de Su Hijo, y cuando se le daba el conocimiento de esa voluntad, el ya no la abandonaba por ningún motivo. Por ello, ocurría de que José de repente cambiaba de rumbo y se dirigía a otro completamente distinto, llamando con ello la atención y el cuestionamiento de algunas personas.

No siempre coincide la sabiduría terrenal con la celestial., José siempre elegía la celestial.

El siempre repetía la cita del Profeta Isaías "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos — son los Míos, dice el Señor" (Isaías 50:8-9).

Cierta vez le preguntaron a José: "¿No Le resulta difícil a Ud. reunir la existencia de la actividad social y el sacrificio espiritual? A lo cual él le respondió: yo no tengo la culpa de que tengo ambas esencias.

Posteriormente una señora, que era espiritualmente cercana a José, cuando dialogaba con la abadesa Serafina, le hizo el siguiente comentario: Sabe Madre Superiora, yo creo que a José lo rodeaba un alo de misterio porque él, con un pie estaba en la tierra y con el otro estaba en el cielo. A lo que la Madre Superiora le respondió, ¡pero por Dios él siempre estuvo en el cielo!










La aparición de una persona recta en el mundo siempre es un misterio.



Y los virtuosos de nuestros días son un doble misterio. Es que los primeros Santos Padres ya profetizaron que los rectos de los últimos tiempos van a pasar desapercibidos entre las personas, que ellos no van a hacer milagros visibles, y que sus sacrificios y su vida espiritual también van a quedar velados para el mundo.

José Muñoz Cortés, guardián del Santo Icono Miróforo de Montreal — no solamente fue un mártir cristiano, sino que también fue sin lugar a discusión, un gran virtuoso de nuestros días. Su vida, esta cubierta por un velo de misterios, esto, ya fue profetizado puntualmente que así iba a acontecer con los santos de los últimos tiempos. Nosotros solo podemos en silencio respetuoso observar la parte de su vida y de sus obras visibles para nosotros.

José, tal vez, es el virtuoso más reservado de los últimos diez años, o mas bien de los últimos cien años. Este es un breve resumen de algunos de los misterios de su vida.

Nosotros no sabemos todas las circunstancias de su niñez y ni de su adolescencia. Además, él mismo José pidió poco antes de su martirio, a la Casa del Icono de la Madre de Dios de Iver de Montreal — que nunca mencionaran nada sobre su familia cuando escribieren sobre su vida, (porque ésta fue una solicitud de su madre; esto es evidente que Dios se lo había dado a conocer). También están cubiertos con un manto de misterio las circunstancias de las relaciones de José con la celda monacal de la Natividad en el Monte Athos, en Grecia, donde en el año1982 recibió el Santo Icono Miróforo de Montreal.

Amar a Dios no necesita maestro ( San Basilio el Grande )

Amar a Dios no necesita maestro. Así como sin algún aprendizaje nos alegramos de la luz, y deseamos el bien. La misma naturaleza enseña a amar a los padres, aquellos que nos educaron y nos alimentaron. Así lo mismo, en una manera muy superior y no de alguien, aprendemos a amar a Dios. Desde el nacimiento hay en nosotros como una semilla, una fuerza espiritual, una inclinación, una capacidad para el amor. En la escuela de los mandamientos de Dios esta fuerza del alma se desarrolla, se alimenta y, por gracia de Dios, llega a la perfección... Pues es necesario saber que el amor a Dios es una virtud, pero ella con su fuerza abraza y cumple todos los mandamientos: "Jesús les respondió: El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabra. Mi padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a el y viviremos en él" (Jn. 14:23). Otra vez repite: "En estos dos mandamientos se basa toda la Ley y los Profetas" (Mt. 22:40). Así pues por la naturaleza humana, los hombres aspiran a cosas hermosas y buenas, y no hay algo mejor, más hermoso, que el bien: Dios es el mismo bien. Por eso el que desea el bien, desea a Dios. Aunque nosotros no conoceremos como El es bueno, pero ya el saber que El nos creó es suficiente, para que lo amemos por sobre todo y continuamente estemos unidos a El, como los hijos están unidos a su madre.

Si tenemos una natural unión y amor a nuestros bienhechores y tratamos de agradecerles, ¿entonces que decir de los dones espirituales? Ellos son tan importantes, que es imposible valorizarlos y cada uno de ellos es suficiente para obligarnos a un total agradecimiento hacia el Dador.

El nos redimió de la maldición, siendo El, por nosotros, maldición (Gá. 3:13). El asumió sobre sí la peor muerte, para devolvernos la vida gloriosa. Y no siendo suficiente para El dar la vida por nosotros, El nos dio todavía la gloria de su naturaleza y nos preparo la vida en la eternidad, donde la felicidad supera todo entendimiento humano.


San Basilio el Grande

La veneración de los Santos

Durante el bautismo, la persona recibe un nombre en honor de algún santo, el cual, desde este momento se convierte en su protector celestial. La persona ortodoxa debe conocer la vida de su santo y orarle diariamente para que él lo instruya en la vida y le ayude. El día del santo se celebraba por nuestros antecesores por medio de la Santa Comunión; este día se festejaba con más solemnidad que el día de cumpleaños.

¿Cuál es el sentido en la ortodoxia de venerar a los santos de Dios? ¿Acaso los santos en el Cielo están enterados sobre nuestras necesidades y dificultades aquí en la tierra y están realmente ellos interesados en nuestras vidas? ¿Escuchan ellos nuestras oraciones y tratan ellos de ayudarnos? ¿Existe realmente la necesidad de dirigirnos a ellos, o es suficiente rezar a Dios? Debido a que los sectarios han perdido la tradición apostólica, ellos no entienden el significado de la misión de la Iglesia de Jesucristo y por esta razón rechazan la necesidad de rezar a los santos en el Cielo. Trataremos de explicar en breve forma la enseñanza de la Iglesia sobre este tema.

La enseñanza ortodoxa sobre la veneración de los santos deriva de la deducción que todos aquellos que todavía se encuentran en el proceso de salvación o aquellos que ya están salvados, o sea, los vivos y muertos, todos ellos componen una familia unida en Dios. La Iglesia es una gran sociedad que abarca el mundo visible e invisible. Es una enorme organización universal, construida sobre un cimiento de amor, donde cada uno de nosotros debe preocuparse no sólo de sí mismo, sino también del bienestar y salvación de los demás. Los santos son aquellas personas que durante sus vidas terrenales manifestaban más amor al prójimo que los demás.

Nosotros, siendo ortodoxos, creemos que en el momento de la muerte la persona virtuosa no interrumpe el contacto con la Iglesia, pero asciende a un nivel celestial muy alto, donde reina la Iglesia Triunfante. Una vez encontrándose en el mundo espiritual, el alma de la persona virtuosa no deja de pensar, desear y sentir, y estas cualidades se manifiestan en una forma más profunda y perfecta.

La gente no ortodoxa, habiendo perdido la vívida relación con la Iglesia terrenal y Celestial, tiene un concepto muy turbio y contradictorio con respecto a la vida de ultratumba. Algunos de ellos piensan que después de la muerte, el alma de la persona entra en un estado de adormecimiento, como si se desconectara de todo que lo rodea; otros piensan que el alma de la persona, aunque sigue siendo activa después de la muerte, pierde todo el interés al mundo terrenal que ella abandonó. Otros dicen que a los santos no se les debe rezar por la razón de que los cristianos deben tener una relación directa con Dios.

¿Cuál es la enseñanza de las Santas Escrituras con respecto a los virtuosos que dejaron este mundo terrenal y sobre la fuerza de sus oraciones? En los tiempos de los apóstoles la Iglesia se percibía como una familia espiritual -la Iglesia terrenal y la Iglesia Celestial. El apóstol Paulo se dirigía a los cristianos neófitos en la siguiente forma: "Mas os habéis llegado al monte de Sión, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles, y a la congregación de los primogénitos que están alistados en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos" (Hebr. 12:22-23). En otras palabras, ustedes, convirtiéndose en cristianos, se reunieron a esta gran familia y entraron en una íntima relación espiritual con el mundo del Cielo y los virtuosos que se encuentran allí. Las palabras de despedida del apóstol Pedro a los cristianos de Asia Menor eran: "También yo procuraré con diligencia, que después de mi fallecimiento, vosotros podáis siempre tener memoria de estas cosas" (2 Pedro 1:15); claramente testifica por medio de esta promesa que él continuará preocupándose de ellos desde aquel mundo espiritual.

La antigua práctica de dirigirse a los santos mártires y a todos los santos para que ellos nos ayuden por medio de la fuerza de la oración se estableció sobre una consciente y vívida relación con el mundo Celestial y terrenal de la Iglesia.

No a todos, pero a los más fervientes y virtuosos, aún en esta vida terrenal, Dios los caracteriza como a "Sus amigos," glorificándolos por medio de los dones del Espíritu Santo y los milagros. De la misma forma Jesucristo se dirigió a los apóstoles en la Última Cena: "Vosotros sois mis amigos, si hiciéreis las cosas que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho saber" (Juan 15:14-15; Mat. 12:50). La santa historia nos ofrece una vasta cantidad de ejemplos de la cercanía espiritual, "la oración de los santos a Dios." Así, por ejemplo, Abraham pidió a Dios que Él tenga misericordia para la gente de Sodoma y Gomorra, y Dios estaba listo para cumplir su pedido, si por lo menos hubiesen existido diez virtuosos en esas ciudades (Gen. 18:16). Otra vez fue cuando Dios anuló el castigo a Abimelec, el rey de Gerar, por la oraciones de Abraham (Gen. cap. 20). La Biblia narra que Dios hablaba con el profeta Moisés cara a cara, "como un hombre que habla con su amigo." Cuando María, la hermana de Moisés, cometió un pecado y fue castigada por la lepra, Moisés rogó a Dios del perdón para ella (Éxodo 33:11; Núm. Cap. 12). Se puede también presentar otros ejemplos sobre la fuerza de la oración de los santos de Dios.

Los santos no impiden y no debilitan en la gente la necesidad de rezar directamente a Dios, nuestro Padre Celestial. Como sabemos, los abuelos no disminuyen la autoridad de los padres sobre sus niños cuando tratan de ayudarles a educarlos. Mas nada alegra tanto a los padres que observar a los hermanos mayores preocuparse de la crianza de los menores. De la misma forma nuestro Padre Celestial se alegra cuando los santos rezan por nosotros y tratan de ayudarnos. Los Santos poseen una fe más fuerte que la nuestra y se encuentran cerca de Dios, debido a la virtuosidad, que ellos con sacrificio obtuvieron aquí en la tierra. Por esta razón es muy importante que nos dirijamos a los santos como a nuestros hermanos mayores, que rezan por nosotros al lado del trono de Dios.

Todavía en la tierra, los santos veían y sabían todo aquello que para la gente común estaba cerrado. Especialmente estos dones tienen que ser muy bien conocidos para ellos en el momento de que se liberan del cuerpo físico y pasan al mundo espiritual más elevado. Por ejemplo, el apóstol Pedro pudo ver lo que sucedía en el corazón de Ananías; a Eliseo se le abrió la mala acción de Gizeo y, lo que es asombroso, que también se le abrieron todas las intenciones secretas de la corte del rey de Siria, las cuales él comunicó al rey de Israel. Algunos de los santos, a los cuales se les manifestaba en espíritu el mundo Celestial, veían muchedumbre de ángeles, otros eran dignos de contemplar la imagen de Dios (Isaías, Ezequiel); otros eran elevados hasta el tercer Cielo, y escuchaban misteriosas palabras, el sentido de las cuales no podía ser descrito, como en el caso del apóstol Paulo. Con más razón, estando presentes en el Cielo, ellos tienen la capacidad de saber todo lo que sucede aquí en la tierra y escuchar a todos aquellos que se dirigen a ellos, debido a que los santos en el Cielo se "igualan a los ángeles" (Hechos 5:3; 2 Reyes, cap. 4; 2 Reyes 6:12; Lucas 20:36). Por medio de la parábola del Señor sobre el "Rico y Lázaro," nosotros nos enteramos que Abraham, encontrándose en el Cielo, podía escuchar el llanto del rico que sufría en el infierno, a pesar del enorme precipicio que los separaba. Las palabras de Abraham: "tus hermanos tienen a Moisés y a los profetas, óiganlos," claramente nos informan que Abraham conoce la vida de la gente hebrea; los últimos aparecieron recién después de su muerte; también conoce a Moisés y sus leyes, sabe sobre los profetas y sus escrituras. Los ojos espirituales de los virtuosos en el Cielo, indudablemente son más amplios que eran aquí en la tierra. El apóstol escribe: "Ahora vemos por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara a cara: ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido" (1 Cor. 13:12).

La cercanía de los santos al Trono de Dios y sus oraciones por los fieles que están en la tierra podemos verla en el libro de Revelación en el cual el apóstol Juan escribe: "Y miré, y oí voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los animales, y de los ancianos; y la multitud de ellos era millones de millones" (Rev. 5:11). A continuación él describe las visiones de los jinetes, la gente que está rezando en el Cielo, los que sufren en la tierra: "Y otro ángel vino, y se paró delante del altar, teniendo un incensario de oro; y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y el humo del incienso subió de la mano del ángel delante de Dios, con las oraciones de los santos" (8:3-4).

¡Es muy grande la fuerza de la oración! "Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos; la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho" (Sant. 5:16), instruía el apóstol Santiago. La oración por el prójimo es una expresión de amor hacia él; y los santos en el Cielo, orando por nosotros, nos manifiestan su amor de hermandad y preocupación.

En el Evangelio y otros libros del Nuevo Testamento encontramos muchos casos que testifican la fuerza de la oración por la demás gente. Así, por ejemplo, por el pedido del oficial del rey, el Señor curó a su hijo (Juan 4:46-53); por la súplica de la mujer cananea su hija fue liberada del demonio (Mat. 15:21-23); por el pedido del padre, el Señor curó a su hijo poseído (Marc. 9:17-25); por el pedido de los amigos, curó y perdonó al paralítico, que ellos bajaron del techo con su lecho de enfermo (Marc. 2:2-25); por la fe del centurión romano fue curado su siervo (Mat. 8:5-13). Además, la mayoría de las curaciones milagrosas del Señor, Él las realizaba a distancia, estando lejos.

Si las oraciones de la gente común tienen tanta fuerza, con más razón son las oraciones ardientes de los santos que presencian al Trono de Dios. "Y ésta es la confianza que tenemos en Él, que si demandáremos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye" (1 Juan 5:14), nos escribe Juan, el apóstol muy querido por el Señor.

Ésta es la razón por la cual la Iglesia de los tiempos más antiguos en sus enseñanzas siempre hablaba a los fieles sobre la utilidad espiritual de la oración a los santos. Esto se puede ver por medio de las liturgias antiguas y monumentos literarios. En la liturgia del apóstol Santiago nosotros leemos: "En especial conmemoramos la Santa, Gloriosa y siempre Virgen María, Bendita Madre de Dios. Recuérdate de ella Dios, y por Sus puras y santas oraciones ten misericordia y piedad de nosotros." San Ciril de Jerusalén, explicando la liturgia de la Iglesia de Jerusalén, dice: "Luego conmemoramos en la liturgia por el reposo en primer lugar: los patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, para que por medio de sus plegarias, Dios reciba nuestras oraciones."

Existe una vasta cantidad de testimonios de los padres y maestros de la Iglesia, especialmente desde el cuarto siglo, sobre la veneración de los santos por la Iglesia. Pero ya desde el principio del segundo siglo, existen testimonios literarios sobre el antiguo cristianismo donde directamente se indica la fe y la oración de los santos en el Cielo por sus hermanos aquí en la tierra. Los testigos de la muerte del mártir San Ignacio el beato (principio del segundo siglo) dicen: "Volviendo a nuestros hogares llenos de lágrimas, nosotros celebramos la vigilia nocturna. Luego, después de haber dormido brevemente, unos de los nuestros de repente vieron aparecer a San Ignacio, el beato, y abrazarnos. Otros lo vieron rezando por nosotros." Otras escrituras semejantes a ésta, en las cuales se menciona la oración y ayuda de los mártires por nosotros, existen en otros relatos sobre la época de las persecuciones de los cristianos.

La convicción de la santidad del difunto se confirma particularmente por medio de los siguientes testimonios: martirio por Jesucristo, la intrépida manifestación de la fe, el abnegado servicio a la Iglesia, el don de curar. En especial, cuando Dios confirma la santidad del difunto por medio de los milagros después de su muerte mediante su conmemorada oración.

Aparte de ayudarnos mediante la oración, los santos nos ayudan a conseguir la salvación por medio del ejemplo de sus vidas. El conocimiento de las vidas de los santos enriquece al cristiano con la experiencia espiritual, debido a que ellos con más fervor personificaban el Evangelio en sus vidas. Existen muchos ejemplos de la vívida fe, coraje, perseverancia y paciencia. Siendo gente igual que nosotros, y habiendo superado las más intensas tentaciones, ellos nos inspiran que con paciencia y sumisión sigamos nuestro camino hacia la salvación.

El apóstol Santiago llamaba a los cristianos para que ellos imiten con paciencia a los profetas antiguos y a Job el Mártir, para recibir una fuerte fe como el profeta Elías. El apóstol Pedro instruye a las mujeres cristianas a tomar el ejemplo de humildad y obediencia de Sara, la esposa de Abraham. San Paulo indica unos ejemplos de los sacrificios de los virtuosos en la antigüedad, comenzando de Abel y terminando con los mártires de Macabeo, tratando de convencer a los cristianos para que ellos los imiten y concluyendo estas instrucciones con las siguientes palabras: "Por tanto nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, dejando todo el peso del pecado que nos rodea, corramos con paciencia la carrera que nos es propuesta" (Hebr. 12:1; 1 Pedro 3:6; Sant. Cap. 5).

El Señor dice: "Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mat. 5:15-16). Los santos son aquellas estrellas luminosas que nos indican el camino hacia el Reino de los Cielos.

Apreciaremos entonces la cercanía entre Dios y los santos y nos dirigiremos a ellos para que ellos nos ayuden, siempre recordando que ellos nos quieren y se preocupan de nuestra salvación. El conocimiento de la vida de los santos en nuestros tiempos es muy importante, especialmente cuando existen tantas orientaciones cristianas y el verdadero e ideal concepto cristiano es disminuido y tergiversado.



Virgen Madre alegrate- (Agni Parthene in Spanish)

El Banquete del Señor : La Eucaristía

Cada domingo por la mañana nos congregamos nosotros, los cristianos ortodoxos, en la iglesia para celebrar juntos la Divina Liturgia. Sin embargo sucede muy a menudo que por causa de la rutina o de las distintas preocupaciones que nos asedian, nos olvidamos del carácter alegre y reconfortante que esta celebración tiene.


Este banquete tan especial posee dos características decisivas: por un lado es celebrado primordialmente a través de la conmemoración y por otro ofrece a los bautizados el alimento necesario para vivir la vida cristiana. Conmemoración y alimento son las dos palabras claves que nos van a ayudar a comprender mejor la eucaristía.

El Apóstol Pablo habla en 1 Cor 11,23-26 con toda claridad sobre esta celebración en el sentido de conmemoración de Nuestro Señor Jesucristo:

"Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: 'Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.' Asimismo también la copa después de cenar diciendo: 'Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.' Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga."

En estas palabras se encuentran entrelazados muchos aspectos interesantes de la celebración eucarística de entre los cuales la conmemoración es quizás uno de los más importantes. Evidentemente compartieron todas las comunidades cristianas esta opinión desde los principios y por ello ha pertenecido siempre a la Liturgia la lectura en voz alta de algunos párrafos del Nuevo Testamento y la explicación en el sermón de estas lecturas a fin de que los cristianos reciban la enseñanza salvífica del Señor actualizada y se sientan reconfortados por ella. Y efectivamente encontramos en los Evangelios y Epístolas del Nuevo Testamento aquellas instrucciones y ejemplos de vida que los testigos y servidores del Señor aprendieron de Jesús y que luego transmitieron a las siguientes generaciones a fin de que las sabias palabras y los hechos del maestro Jesús permanezcan para siempre anclados en la vida diaria de los cristianos.

En la Divina Liturgia conmemora el sacerdote después del credo los hechos salvíficos de Jesucristo, o sea que hacemos memoria de su muerte, de su sepultura y de su resurrección y por supuesto de sus palabras en la última cena, tal como los escritos de San Pablo y los Evangelios las han conservado.

Finalmente comemos y bebemos todos los fieles el pan y el vino consagrados como Cuerpo y Sangre del Hijo de Dios, cuya enseñanza y cuya vida hicimos presente a través de la conmemoración.

Es justamente la participación en este banquete la que nos da la feliz esperanza de ser también partícipes del Reino de Dios que se aproxima. El Apóstol Pablo nos muestra en 1 Cor 15 cómo funciona este concepto. San Pablo denomina a Jesucristo en 1 Cor 15,20.22 primicias del Reino de Dios que viene: "Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron ... Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo."

El verbo "revivirán" está subrayado para denotar el carácter futuro de esta esperanza. Por ello dice además el Señor en Lc 22:15-16: "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios."

Jesucristo es entonces el primer brote fructífero del Reino de Dios que nosotros tanto esperamos. Jesús ya ha recibido el cumplimiento de las promesas gracias a su fidelidad a Dios incondicional que lo llevó inclusive a la muerte en la cruz. A este mismo hombre le está ahora permitido sentarse a la Diestra del Padre. Pero hasta que el Señor exaltado por Dios Padre regrese, nos alimentamos nosotros de las primicias, de los primeros frutos del Reino a venir, que el Señor nos ha legado.

Quien ha observado un poco el comportamiento de los vegetales sabe que curiosamente algunas plantas ofrecen sus frutos maduros antes del tiempo marcado para la cosecha. Uno puede comer de estos frutos y probar anticipadamente el gusto que tendrá toda la cosecha cuando el resto de las plantas hayan cumplido el tiempo fijado para la maduración.

De esta misma manera nos alimentamos nosotros de la eucaristía como de los primeros frutos del Reino de Dios que se manifestaron en la persona y en los hechos de Jesucristo, "el Jefe que lleva a la Vida" (Hch 3,15).

Quizás resulte esta idea aún más comprensible si la comparamos con el pre-estreno de una película cinematográfica. A una película se le hace propaganda a través de un pre-estreno antes de que las salas de cine la pongan en programa, es decir, antes de que esta película sea parte de la realidad de su público en potencia. Una minoría elegida de entre los periodistas y gente especializada tienen la posibilidad de ver la obra de arte anticipadamente a fin de que con sus relatos e impresiones creen expectativas entre el grueso del público que desea ver esta película a estrenar.

De esta misma manera funciona comparativamente el Reino de Dios. Los Apóstoles asistieron al "pre-estreno del Reino," es decir, ellos han sido testigos de las palabras y los hechos del Señor Jesucristo y han recibido los dones del Espíritu en Pentecostés. Nosotros ahora podemos en cada celebración eucarística, en cada Divina Liturgia, hacer presente estas vivencias a través de la conmemoración de manera que nos den fortaleza y entendimiento para que podamos vivir cada día con la felicidad del Reino de Dios hasta que regrese el Señor.

El hecho de participar de este banquete no nos exime automáticamente del sufrimiento y las dificultades de la vida cotidiana, sino que las mismas pueden quizás aún volverse peor. Sin embargo los dones otorgados por el Señor están ahí para abrirnos nuevos horizontes a fin de que, por un lado, aprendamos a tratar los problemas de esta vida con sabiduría y para que, por otro lado, podamos probar anticipadamente el fin de nuestra existencia y sepamos que al final del camino nos espera una felicidad inagotable.

La Señal de la Cruz

Para hacer la señal de la cruz debemos juntar los tres primeros dedos de la mano derecha (pulgar, índice y medio). y los otros dos (anular y meñique), se doblan hacia la palma.

Los tres primeros dedos nos demuestran nuestra fe en la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

Los dos dedos doblados, significan que el Hijo de Dios bajó a la tierra siendo Dios y se hizo hombre, demostrándonos sus dos naturalezas, la divina y la humana.

Al iniciar la señal de la cruz ponemos los tres dedos juntos en: la frente, para santificar nuestra mente; en la cintura para santificar nuestros sentimientos interiores; al hombre derecho y después al izquierdo, para santificar nuestras fuerzas corporales.

La señal de la cruz nos da fuerza para rechazar y vencer el mal. Tenemos que hacerlo correctamente, sin apuro, respetuosamente y conscientemente del acto que significa el persignarse.

En caso contrario estamos demostrando: falta de interés y negligencia al hacerlo, de esta manera sólo estamos logrando que los diablos se alegren por nuestra irreverencia.

Debemos persignarnos: al iniciar, durante y al final de una oración; al reverenciar los iconos; al entrar y salir de la Iglesia; al besar la vivificante Cruz; también hay que hacerlo en los momentos críticos de nuestras vidas, en alegrías y pena, en dolor y congoja; antes y después de las comidas.

Cuando nos persignamos debemos hacerlo repitiendo mentalmente: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén." Así demostramos nuestra fe en la Santísima Trinidad. En nuestro deseo de vivir y trabajar para la gloria de Dios. La palabra Amén significa: "De verdad" o "Así sea."

Ángel Guardián

"Ángel de paz, fiel maestro, protector de nuestros almas y cuerpos" — nosotros pedimos a Dios, orando en el templo. La Iglesia Ortodoxa cree que el hombre al nacer, recibe de Dios un Ángel Guardián. Nuestro Señor Jesucristo dijo: "Tengan cuidado de no despreciar a ninguno de estos pequeños, porque les digo que sus Ángeles en el Cielo siempre ven la faz de Mi Padre Celestial" (Mt. 18:10).

El beato Agustín escribe: "Los Ángeles con gran dedicación y diligencia, permanecen con nosotros a toda hora y en todo lugar, nos ayudan, piensan en nuestras necesidades, sirven de intermediarios entre nosotros y Dios, elevando a El nuestras quejas y suspiros... Nos acompaña en todos nuestros caminos, entran y salen con nosotros, observando como nos comportamos entre ese genero engañoso y con que empeño deseamos y buscamos al Reino de Dios." Un pensamiento semejante tiene San Basilio el Grande: "Con cada fiel hay un Ángel, quien como niñera o pastor dirige su vida" y para demostración cita las palabras de David, el salmista: "A sus Ángeles dirá sobre ti — que te protejan en todos tus caminos..." "Ángel del Señor hará guardia alrededor de los que Le temen y los ayudará" (Sal. 90:11, 33:8).

El Obispo Theofano el Recluso enseña: "Hay que recordar, que tenemos a un Ángel Guardián y dirigirse a El con pensamiento y corazón — en nuestra vida normal y especialmente cuando ésta se agita. Si no nos dirigimos a El, el Ángel no puede aconsejarnos. Cuando alguien se dirige a un abismo у pantano con ojos cerrados y los oídos tapados — como es posible ayudarle?"

Así el cristiano debe recordar a su buen Ángel, que durante toda su vida se preocupa por él, se regocija con sus éxitos espirituales, se acongoja con sus caídas. Cuando el hombre muere, el Ángel lleva su alma a Dios. Según muchos testimonios, el alma reconoce a su Ángel Guardián, cuando llega al mundo espiritual.

Un vivo pensamiento en Dios ( San Juan de Kronstadt )




Que remarcable es la propiedad de la fe: un vivo pensamiento en Dios, la fe del corazón — y Él esta ya conmigo; el arrepentimiento sincero en los pecados — y Él esta conmigo; un pensamiento bueno y sentimiento piadoso — y Él esta conmigo. Pero el demonio puede entrar en mi por la falta de fe, dudas, pensamientos orgullosos, pecaminosos y viciosos. Resulta, que su poder sobre mi es limitado y depende de mi mismo. Prestando yo mas atención a mi estado, rezando mas a nuestro Señor Jesucristo, el demonio no tiene poder hacerme algún daño.

San Juan de Kronstadt

Paciencia ( Padre Paisios del Monte Athos )



A menudo Le pedimos a Dios distintas cosas, pero El no nos contesta. Para que El conteste nuestros pedidos y nos de lo que le pedimos, debemos, en primer lugar, tener humildad. Todos nosotros, tanto niños, como adultos, tenemos mucho egoísmo y no aceptamos ni indicaciones, ni observaciones. Todo lo sabemos, y todos somos sabios. Cuando en nosotros reina el egoísmo, alcanza un mínimo pretexto para una gran disputa. Abrimos la puerta a Satanás, y él entra en nuestro hogar y lo destruye. No presten atención a lo que ven o escuchen en aquel momento. Su consejo no nos ayudará y todavía más avivara el fuego. Solo aguanten un poco, oren, y cuando el otro se calme, será posible la comprensión mutua. El pescador no pesca durante la tormenta, espera que se calme el mar.
 

Padre Paisios del Monte Athos